sábado, 20 de marzo de 2010

Comiendo con la mano


Hace horas, con motivo del Año Nuevo tradicional de Afganistán y otros tantos países del Asia, la compañía para la que trabajo por las mañanas ofreció una actividad cultural con comida y baile incluido. Pude apreciar las típicas costumbres y saborear los manjares de aquellos ciudadanos oriundos de esos países que fueron territorios pertenecientes o influenciados por el Imperio Persa, tales como Irán, Pakistán, Uzbekistán, Azerbaiyán y otros tantos de Asia Central.
El Noruz o año tradicional coincide con el comienzo de la primavera y es una festividad muy importante. Tan importante que varios instructores de Pashto , Dari y Farsi ,idiomas que se hablan por esos lares de Asia llegaron a la reunión provistos de su indumentaria típica y llamaron la atención de todos los colegas instructores y por supuesto de las decenas de estudiantes americanos.
Pero ustedes se preguntarán qué tiene que ver esa festividad con mi intención de escribir crónicas y vivencias de Monsefú?. Pues sí hubo algo en particular y que cautivó mi memoria, que me transportó a esa época en que acompañé nostálgicos días a mi abuelo Federico Castro, allá por los años setenta, cuando viajábamos a caballo a la chacra de Poncoy .Nos esperaban varios jornaleros, entre ellos don Reducindo, sus hijos Pedro y Víctor ; y unos agricultores más.
Había que deshierbar el alfalfa, sembrar maíz y cosechar verduras. Mientras mi abuelo usaba la palana acompañando a los campesinos, en franca actitud ejemplar y a pesar de su edad , yo me entendía con las vacas, les daba de comer y me ganaba el derecho de obtener un nuevo uniforme escolar que compraba en Chiclayo mi abuela Rosa.
Bajo el sol abrasador los curtidos jornaleros hacían un incansable trabajo. Empezaban a las ocho de la mañana y terminaban extenuados a las cinco de la tarde, siempre respetuosos, siempre amables .Hacían una labor de encomio, lo hacían casi de memoria, estaban acostumbrados a estos avatares y apenas balbuceaban algunas palabras. Su diálogo era con la palana, su conversación favorita era sacar las hierbas y desplegar energía para la siembra y cosecha de los vegetales que mejor se acomodaban al terreno de Poncoy.
Pero al igual que los oriundos afganos que acá se desempeñan como instructores de su idioma, los campesinos monsefuanos tenía un momento de relax , un tiempo para renovar energías, calmar la sed y seducir sus estómagos con viandas típicas. Y ahí está la coincidencia: los afganos y mis agricultores monsefuanos tienen algo en común: comen en grupo, hacen un pequeño círculo , se sientan en el suelo y … llevan sus alimentos a la boca con la mano.
Es su estilo, es su usanza proverbial. Muchos repararon en el detalle, pero todo siguió igual. En Estados Unidos cada quién es dueño de su realidad; mientras no sean afectados cada quien vive a su modo, sin parámetros. Por mi parte estoy adaptado, además recordé que también hice lo mismo saboreando los manjares de nuestros campesinos, esos manjares que cocinaban con leña y en ollas de barro. Ese delicioso arroz amarillo con lentejas y carne de chancho .Comer con la mano es un estilo que confraternizan afganos y monsefuanos.
Luis A. Castro

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