domingo, 8 de junio de 2014

A la memoria del profesor Castro

Escribe:
Luis A. Castro Gavelán

A poco tiempo de cumplir los 86 años dejó de existir uno de los hijos más notables de Monsefú, el profesor Luis Isaías Castro Capuñay.
Las dolencias de los años vividos acrecentaron en los últimos días y un paro respiratorio apagó su mortal vida para conducirlo a la inmortalidad, a las once y cuarenta y cinco minutos de la noche del sábado 31 de mayo, pese a los esfuerzos de los médicos del hospital Almanzor Aguinaga de Chiclayo.
Su deceso provocó un inconmensurable dolor en sus familiares, tan igual como aconteció con el Perú entero aquel fatídico 31 de mayo de 1970, cuando un terremoto segó la vida de casi cien mil personas.
La pérdida de un ser querido es infausta y dura de absorber. Y las demostraciones de la esposa, hijos, parientes, amigos, ex alumnos y conciudadanos de Monsefú no dejan dudas que así fue. Porque como decía el escritor francés René de Chateaubriand, “la muerte es más dura asumirla que padecerla”.
Su extensa labor como educador en Monsefú, Pimentel, Ciudad Eten, Cañaris, Callanca, Santa Rosa; su trabajo periodístico, su labor como político y miembro de muchas instituciones; y su especial dedicación a la investigación sobre la historia de su amado pueblo de Monsefú, impulsaron a quienes en vida conocieron de su jovialidad, de su afán de servicio y su especial marca de pedagogo; para llorar atribulados, mostrar su pesar y reconocer que Monsefú ha perdido a un grande, a un escritor con méritos y a un hijo insigne.
Hijo del maestro Federico Castro, Luis Isaías supo doblegar con su legado, la inmensa valla dejada por su famoso padre. En la memoria del Perú entero está el reconocimiento del gobierno peruano en 1990, al conferirle las Palmas Magisteriales del Perú en “consideración a su aporte extraordinario a la educación y a la cultura”. En memoria de los monsefuanos y amantes de la cultura están los libros y poemas escritos por el profesor Castro: “Pinceladas históricas”, Monsefú: memorias de un pueblo líder, tomos I y II; entre otros.
“Era pequeño de tamaño, pero grande de corazón”… “le gustaba caminar rápido y saludar con la mano en alto a las personas”… “Era mi maestro y segundo padre a la vez”… “Parecía un niño junto a sus alumnos, era muy jovial y daba confianza, hasta lloraba junto a nosotros cuando teníamos problemas”. Así opinan de él quienes lo conocieron. Y ese veredicto es válido para recordarlo. Pero además es grato evocarlo por su amor a la lectura, su biblioteca llena de libros y un sinnúmero de recortes periodísticos sobre tema de interés nacional y mundial; su fascinación por los vals y la cumbia peruana, sus gestos para bailar y su pasión por el fútbol.
Sepelio del profesor Castro

En la época que dirigía la escuela “Sabogal”, los pollos, pavos, botellas de licor y vegetales para casi un mes, recibía de parte de sus alumnos que lo homenajeaban por su cumpleaños o por el día del maestro. Eran gestos de identificación con el profe que despertaba a las cuatro de la madrugada para preparar sus clases, con el escritor que desistía utilizar la máquina Olivetti y prefería preparar sus escritos a puño y letra.
Igual ocurrió con sus estudiantes de Pimentel, Ciudad Eten o Callanca. Recibía regalos por doquier, eran muestras de afecto al maestro querido. Alguna vez en Callanca –para su cumpleaños- tuvo tantos obsequios que alrededor de treinta personas, entre padres de familia y niños, lo acompañaron en su habitual caminata de cuarenta minutos hacia la carretera Panamericana Norte, entre el polvo y el camino maltrecho. El maestro Castro contaba cuentos que imaginaba y despertaba sentimientos de emoción, de alegría y solidaridad. Así llegaron a su destino y un ex alumno, que pasó ocasionalmente en su auto, tomó la posta y condujo gratuitamente al maestro bonachón a su casa. ¡Los gajes de la fama!
Algunas veces acompañé al maestro Castro por las calles de Monsefú solo para cumplir con alguna apuesta. Y sin que mi padre lo supiera ganaba algunas monedas en inusitadas competencias consistentes en saber el número de saludos que recibía por la calle durante el trayecto: “profesor, buenos días”, “maestro, buenos días”, “don Luchito, buenos días”, eran las reiteradas frases que se cumplían religiosamente gracias a su fama de educador y buen ciudadano.
Desde que nació el 19 de agosto de 1928, siempre tuvo vocación por los estudios, vivió enamorado de su tierra natal y se preparó con eficiencia. Por eso sus estudios secundarios los hizo en Lima, en los dos mejores colegios de la época: Guadalupe y Alfonso Ugarte. Se profesionalizó en universidades de Lima y Chiclayo.
Se inclinó por la pedagogía desde muy temprano. Su padre fue su ejemplo a imitar y gracias a su compromiso con la educación también conoció a Dora Gavelán, la mujer que lo cautivó cuando alguna vez salió reina de los carnavales del “Centro Social Monsefú”. Ambos coincidieron en algunas reuniones de clubes; él fascinado por su belleza; y ella, deslumbrada por su facilidad de palabra, por su prestigio de dirigente comunal y profesor con notoriedad. Los diez años de diferencia de edad no importaron. Ella de 17, no vaciló en aceptar al profesional de 27.
Vivieron felices por 56 años y fruto de ese amor tuvieron a Mercedes, Luis, Rubén, Dora Liliana, Alicia, Federico, Augusto y Rosita.
Los ocho hijos del profesor Castro junto a la viuda, Dora Gavelán

En sus años de vida recibió múltiples homenajes y galardones; pero por sobre todo el amor de sus hijos, de su esposa, de su “ministra de finanzas” y de alguien que se constituyó en su punto de apoyo, su hija Dora Liliana, a quien confió y respetó mucho. Murió feliz, y por eso coincido con el político sudafricano Nelson Mandela, quien antes de morir dijo que “La muerte es algo inevitable, pero cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber … para con su pueblo y su país, puede descansar en paz”. Considero que Luis I. Castro Capuñay hizo ese esfuerzo y por lo tanto, nunca se le olvidará. Así lo corroboraron acongojadas y entre llantos sus colegas del 11029 durante un homenaje póstumo. ..Luis Isaías, nunca te olvidaré!!! ( LCG)