jueves, 28 de julio de 2022

LOS KAMT: EL APORTE CHINO A MONSEFÚ

Enrique tiene ahora alma de niño. Oscar, su hermano y dos años menor, aún se muestra lúcido a sus 98 años. Con las limitaciones que el tiempo le ha ordenado, Enrique, el empresario y político monsefuano, acaba de cumplir 100 años. Enrique y Oscar muestran el implacable romance de los años que tienen, pero felices aún, rodeados y abrigados por sus familiares. Los Kamt en todo su esplendor están presentes: hombres y mujeres; hijos, nietos, sobrinos participan de la fiesta en honor al centenario Kamt Yun Fat o en buen peruano, Enrique Kamt Núñez. 

 En Monsefú hubo un aporte socioeconómico y cultural muy importante de inmigrantes chinos, japoneses, italianos, canadienses, estadounidenses, etc. Y sin temor a equivocarme, los Kamt Núñez fueron los más destacados dentro de la comunidad china, sin olvidar la contribución de los bodegueros: el chino Toka, el chino Guillermo, de Juan Joo y otros. 

Pregunté a muchos monsefuanos si sabían algo de Enrique y Oscar Kamt. Entonces el cien por ciento de ellos respondieron afirmativamente. Oscar fue “un mil oficios”, el bodeguero multifacético; padre de hermosas mujeres; el vendedor de pollos a la brasa, de figuritas para llenar los álbumes, el heladero y cortés empresario que tenía su centro de labores al costado del mercado de Monsefú, en plena plaza de Armas. Casada con doña Juanita Galleno, aún con vida y con algunas dolencias propias de su edad. Cuando niño hacía la fila para comprar los sobres con figuritas sobre la geografía e historia del Perú, los mundiales de fútbol. Intercambiaba con los coleccionistas. Don Oscar era atento y servicial. Muchos de mi generación iban a realizar la misma actividad, comer helados y por las noches degustar el sabroso “pollo a la brasa”. La bodega “28 de Julio” era el punto de encuentro de muchos jóvenes monsefuanos.
Oscar Kamt, su esposa Juanita y sus hijos 

 A Enrique Kamt lo asocian de inmediato con la fábrica de confecciones de ropa “Faro”; con su aporte al baloncesto a través de su famoso equipo “Faro” que llegó a jugar en la primera división del departamento; con su participación política (3 veces teniente alcalde de la ciudad). Su legado es plausible: un valioso aporte con las instituciones sociales, comunales, políticas, religiosas y deportivas. Muchos recuerdan su encomiable apego a favor de las mujeres abandonadas, madres solteras que recibieron apoyo laboral.

Enrique Kamt, condecorado por el Club Monsefú-Lima
 . En ese entonces Pilar Puémape era la presidenta


 La historia nos recordará que Kamt Yun Fat (Enrique) y Kamt Loy Fat (Oscar) fueron hijos del inmigrante chino Chung San Kon Tun, que nacieron en Chepén, pero que son más monsefuanos que la chicha de doña Tolú, como lo reconoce Oscar Kamt. “Llegué a Monsefú cuando tenía 6 años, me siento monsefuano, mis diez hijos son mi mayor legado, me declaro románticamente monsefuano y autodidacta, siempre tuve por premisa que, si era feliz, iba a hacer feliz a mucha gente. Creo que lo intenté y así será hasta que cierre los ojos eternamente”, afirma Oscar Kamt. 


Los inmigrantes chinos son la novena comunidad inmigrante más grande del Perú. Llegaron a finales del siglo XIX e inicios del XX. Don Oscar y su hermano Enrique son miembros de una de las colonias extranjeras más importantes demográfica y económicamente hablando. Ellos hacen eco a lo dicho por el norteamericano John Green: “tu hogar está donde se encuentre su corazón”. Enrique también se siente peruano y por coincidencia, nació un 19 de julio de 1922, el mes blanquirrojo, el mes que recordamos la independencia del país. Felices fiestas patrias a todos mis paisanos peruanos, en especial de Monsefú. El Perú necesita de todos sus hijos, migrantes y no migrantes. Decía el filósofo Séneca “Ninguno ama a su patria porque es grande, sino porque es suya” (Luis Castro Gavelán) 

 FOTOS
Miss Haswall, ex Directora de la Escuela Americana, vino a Monsefú después de 40 años para un reencuentro con sus ex alumnos-1983. Ahí están Oscar y Enrique. También vemos al poeta José A. Delgado Bravo.
Jaime Kamt al lado de su padre Enrique. Susy está al lado de don Oscar.
                                             Oscar Kamt y su esposa Juanita Galleno

viernes, 10 de junio de 2022

LA UNIDAD GREMIAL ES SINÓNIMO DE ÉXITO

 

Durante los años setenta, especialmente los fines de semana, largas colas se formaban en el mercado de Monsefú. Era la época en que dueños de restaurantes y personajes famosos de Chiclayo y alrededores formaban largas filas para llevar la mejor carne que ofrecían nuestros comerciantes.

Fue el boom de las carnicerías. Hombres y mujeres sucumbían ante la calidad de los filetes, solomillo, chuletas, cortes del lomo, pulpa bola, de las mejores partes del ganado vacuno. “Venga caserita, le doy su yapa”, “Parte de pulpa, costillar de res, venga, venga”, gritaba el “zambón” Guillermo Uceda. Nuestros abastecedores tuvieron mucho éxito económico y por eso se involucraron como dirigentes deportivos de los mejores equipos de fútbol de la época como “7 de junio”, “28 de Julio”, entre otros.

El equipo de fútbol de los abastecedores de carne. En la otra gráfica, Guillermo Uceda juramenta a su directiva.

Pero esa prosperidad no llegó sola. Nuestros comerciantes de carne hicieron su parte. Demostraron cohesión, trabajaron unidos, fueron empáticos, bromistas, respetaron los precios y dieron muestras de comprensión con sus ocasionales clientes. Y caso curioso, tres fueron las familias que dominaron este negocio: los Uceda, los Farroñay y los Cuyate.

“No solo se llevaban la mejor carne, pasaban momentos de felicidad con nuestras bromas, las ocurrencias que nos salían del alma. Fueron momentos gratos”, recuerda Guillermo Uceda.

Muchos recuerdan que los iniciadores de este negocio fueron los hermanos Toribio, José y Gregorio Uceda Guzmán; así como José y Miguel Farroñay Robles. Luego aparecieron los hijos, nietos de estos abastecedores de carne; y surgieron también otros comerciantes como Gregorio Gamarra, Genero Flores, etc.

Además de la carne de res, también se vendía carne de cerdo, cabrito. Y una dama que vendía las tripas y las patas era doña Asunciona Senmache. Era pícara para vender sus productos, pero al mismo tiempo humanitaria. La ví regalar algunos productos a niños de humilde condición. Ese mismo gesto lo tenían nuestros matarifes, quienes hacían lo propio con los pobladores de Pómape, Valle hermoso, El Palmo, Poncoy, quienes acudían al camal para ayudar y recibir a cambio alguna compensación monetaria o la menudencia del ganado sacrificado.

Armando Cuyate. Don Gregorio Uceda y doña Asunciona Senmache

Vienen a mi memoria mis “caseros”, los abastecedores de mi preferencia como los hermanos Guillermo y Enrique Uceda; Armando y Genaro Cuyate; Benigno, Raúl y Benito Farroñay. Luego el “gordo” Elmo Farroñay, mi alumno en la escuela “Sabogal” y padre de los conocidos “Chanos’. Pero hay una persona de grata recordación, don Gregorio Uceda Guzmán. Su don de gente, su amabilidad y bondad lo hicieron un ser especial.  

En esta crónica es importante destacar los logros cosechados por este gremio de comerciantes. La unidad y dinamismo fueron vitales, ellos simulaban cierta competencia y rivalidad durante su trabajo cotidiano, pero era parte de su estrategia. Los abastecedores de carne fueron un verdadero ejemplo de cómo se debe trabajar solidariamente. Nuestros artesanos y propietarios de restaurantes tienen la palabra. Me despido con una frase del nigeriano Ifeanyi Onuoha: “ “El trabajo en equipo es el secreto que hace que la gente común logre resultados poco comunes.”(Luis Castro G.)


                               Los hermanos Enrique y Guillermo Uceda compraron el famoso "Toro mata" para transportar su mercadería.

 

miércoles, 16 de marzo de 2022

“LA BOTICA ESTÁ ABIERTA y don FELIPE…”

 


( En homenaje a los cien años de la farmacia "Auxiliadora” )
“La botica está abierta y don Felipe está en la puerta”, es la coloquial y jocosa frase que miles de monsefuanos e incluso lambayecanos expresamos – como una forma de alertar- a algún hombre que de manera descuidada caminaba con la bragueta abierta.
Desde niños aprendimos esta frase, incluso la decíamos en coro, cuando algún compañero de estudios salía a la pizarra y mostraba una abertura de su pantalón y la cremallera abajo, mientras la profesora sonreía un tanto ruborizada.
Pero poco saben que esta frase nació hace muchos años, en 1930, durante una fiesta campestre, de esas que celebraba la alta sociedad monsefuana. Sucedió en la quinta “Capuñay”, en una fiesta con arpa al son del maestro Barrios de Ciudad Eten, en homenaje al extinto doctor Miguel Custodio Pisfil. Entonces alguien evidenció que don Felipe Flores, el propietario de la farmacia “Auxiliadora”, se arrimó a un árbol y cuando retornó, tenía la bragueta abierta. De inmediato, uno de sus amigos lo alertó haciendo señas con los ojos y adicionando la singular frase “la botica está abierta”. Don Felipe sonrió y dijo que su negocio estaba cerrado; pero un nuevo movimiento de ojos terminó por convencerlo, que no se referían a su farmacia, sino a la bragueta del pantalón. Dejó de bailar el vals, pidió disculpas a la dama, se dio media vuelta y solucionó el inconveniente.
Fue un caso anecdótico que quedó perennizado, como también está en la mente de los monsefuanos los logros del extinto Felipe Flores, nacido en 1894 y que el próximo 26 de mayo estaría cumpliendo 128 años. Este curioso hecho que hacemos referencia tiene el propósito, además, de rendir homenaje al personaje que, graduado como farmacéutico en las aulas de la universidad San Marcos, regresó victorioso a su tierra y creó empresa, puso la primera farmacia en Monsefú, la que llamó “Auxiliadora” y que por estos días cumpliría un siglo de vida, 100 años.
Tras el fallecimiento de don Felipe, sus hijas Judith (93) y Martha (87) continuaron con el negocio, pero la edad avanzada de ellas ha impedido que “Auxiliadora” siga con las puertas abiertas al público, en la esquina de 28 de Julio y Mariscal Sucre.
A don Felipe Flores siempre se le recordará por sus dotes de diplomático, de persona introvertida pero centrada en sus objetivos y afanes. Fue tres veces Juez de Paz (por aquellos tiempos era nominada autoridad aquella persona que, sin ser abogado, reunía ciertas condiciones y se le llamaba “notable”). Impartió orden y ley, acompañado de su leal secretario, don Carlos J. Llontop.
Por igual, como profesional de la salud, fueron muy acertados sus preparados químicos que elaboraba de acuerdo al diagnóstico de sus ocasionales clientes. Mucha gente acudía a la farmacia “Auxiliadora” para hablar con don Felipe y explicarle sus dolores. “Las personas le tenían mucha confianza, hasta evitaban ir al doctor e iban directamente a pedirle consejos de salud”, recuerda Walter Llontop Relúz, quien conoció de cerca a nuestro personaje.
Era la época de los escasos doctores; de fármacos inolvidables como el “Penetro” para la gripe, del éter, de la trementina, el mentol chino, alcanfor, el alumbre; pero don Felipe iba más allá, favorecido por sus conocimientos químicos. Por eso la gente lo quería, porque era “certero” en sus apreciaciones para las inflamaciones, cólicos, calenturas, irritaciones a la piel, etc.
La farmacia “Auxiliadora” permanece cerrada, pero la inmortal frase sigue vigente, por lo tanto, la “botica está abierta y don Felipe está en la puerta” va a perdurar. Muchos amigos reconocen su uso frecuente cada vez que algún descuidado pretende airear su miembro viril. Gabriel García Márquez decía: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla.” (Luis Castro G.)


sábado, 13 de noviembre de 2021

EL CAMPESINO COSECHADOR DE FRESAS Y UVAS QUE SE CONVIRTIÓ EN UN FAMOSO ASTRONAUTA

 Escribe:
Luis Castro Gavelán

El Perú es un país que le debe mucho a la agricultura. El sector agrícola aporta casi el diez por ciento del producto bruto interno. Eso, gracias a nuestros abnegados campesinos que honran y cultivan la tierra. Pero así como nuestros agricultores sacrifican su vida para producir la tierra,  muchos de ellos se han dado cuenta del trabajo que deben cumplir como padres: permitir y alentar para que sus hijos se profesionalicen, vayan a una universidad, se impregnen de sabiduría y nuevos conocimientos. Esta determinación ha dinamizado el sueño de nuestros niños. En la radio e internet hemos sido informados de la aparición de talentos, de niños con condiciones excelentes para estudiar; pero también que tantas veces esas intenciones se han frustrado por no ser constantes, no tener apoyo profesional o porque la economía de los padres impide que aquellas ideas pergeñadas cuando infantes, lleguen a consolidarse.


Entonces  viene a mi memoria la vida de José Hernández, un mexicano- americano que fue campesino durante su niñez y que sin dudas tiene un mensaje para todos los niños soñadores peruanos y del mundo que anhelan un hálito de aliento. La historia de José está llena de paradigmas. Y también nos dice que los padres nunca debemos ser un obstáculo cuando los niños tienen proyectos con destellos de aparente utopía, pero que en realidad no es así, ellos requieren que alguien los entienda y apoye a hacer realidad esas “fantasías”.

   Salvador y Julia Hernández son padres de 4 hijos. José es el último. Todos los años, Salvador y su esposa se movieron desde Michoacán, México, hasta los predios agrícolas de California, Estados Unidos para cosechar fresas, pepino, uvas, duraznos. Nueve meses de trabajo en tierras americanas y tres meses en su natal Michoacán, así era la vida de los Hernández. Inmigraron por razones laborales, vivieron de un lugar a otro, y así llegaron los hijos, unos nacidos en México y otros en Estados Unidos.

    José nació en Estados Unidos y hasta los 12 años, bajo el intenso sol californiano, ayudó a su padre en la cosecha de frutas para ganar 35 centavos de dólar por cada balde lleno de uvas o fresas. Pero su vida cambió cuando a la edad de 10 años vio en la televisión a Ronald Evans, Harrison Schmitt y Eugene Cernan caminar por la luna, el único satélite natural del planeta Tierra, uniformados con su vestimenta de astronautas. La proeza del Apolo 17 que repercutió a nivel mundial ocurrió el 7 de diciembre de 1972. José nunca borró de su mente esa historia que vio en la pantalla chica.

  El niño José compartió sus deseos de ir al espacio con su profesora, la teacher Jean, y ella le dijo que para alcanzar ese sueño debía estudiar mucho y aprender inglés. El infante entendió el consejo y se puso a estudiar con entusiasmo. Luego habló con su profesora para que intercediera con su padre y le permitiera establecerse en California para estudiar todo el año, como sus otros compañeros de clases.

  “Cuando tenía 12 años tomé una decisión con el apoyo de mi maestra americana. El moverme de un lugar a otro por decisión de mi padre hacía que no hablara bien el español, ni tampoco el idioma inglés. Por mi ambiente bicultural y por la forma de expresarme sufrí la burla de los niños de México y de los Estados Unidos. La Sra. Jean llamó a mi padre y le dijo que quería hablar con él”, recordó José Hernández.

José y su padre
 La sorpresiva comunicación de la maestra   llamó la atención del padre, don Salvador, quien entre  desconcertado y ofuscado, sacó la correa y   llevó a José hasta la cocina para exigir una explicación. “A ver, qué has hecho  muchacho”, le dijo en tono amenazante. Pero la llegada de la profesora a su casa interrumpió la escena.


Profesora Jean fue a la casa de José para interceder


En realidad la teacher Jean no llegó para quejarse de la mala conducta de su alumno, sino que abogó para que José se estableciera en California. También felicitó a don Salvador por las buenas calificaciones del menor. El agricultor inmigrante, con apenas tercer año de educación primaria entendió el pedido de la maestra y llevó otra vez a la cocina a su niño. José estaba preocupado, tuvo miedo de alguna reacción negativa de su padre.

“En la cocina pasaban tres cosas: comer, hacer las tareas o nuestro padre aplicaba la “justicia” con la correa. Mi padre no me invitó comida, no me dijo que haga las tareas y cuando pensé que me iba a castigar, con voz amical me interrogó: ¿Y por qué deseas ser astronauta? Le dije que quería ser alguien en la vida”, recordó José.

Pese a su escasa educación el agricultor mexicano no se opuso a las intenciones de su hijo, analizó la situación y con mucha sapiencia le explicó que para ser alguien en la vida debía considerar cinco puntos de una receta especial que él imaginó:

1- Definir lo que se quiere ser en la vida
2- Crear un mapa. Así sabrás dónde estás y la ruta que debes seguir para alcanzar tus metas.
3- Trabajar y estudiar. Así sabremos el significado de sacrificio y ética de trabajo. Hay que prepararse para conseguir los objetivos.
4- Crecer y tener corazón. Hacer las cosas no porque los padres lo piden, sino porque personalmente reconocemos que es lo mejor.
5- Perseverancia. Es la cereza del pastel, no todo es fácil, la vida está llena de alegrías y sinsabores, pero hay que perseverar para triunfar.

Y José llevó adelante la receta. Terminó la secundaria, se graduó de ingeniero electrónico, hizo una maestría en ingeniería y luego de 5 años de experiencia postuló a la NASA donde fue aceptado. Como empleado de la Administración Nacional de Aeronáutica de los Estados Unidos postuló 11 veces para ser astronauta, pero fue rechazado una y otra vez.
   “Me acordé de la receta de mi padre y perseveré. Para mejorar mi hoja de vida, me hice piloto durante un año. Utilicé otro año para ser el mejor buceador. Acepté participar en Rusia en una estación espacial internacional, aprendí ruso. Después de 5 años de seguir terco en mi propósito, fui aceptado en la intención número 12”, rememora José.
     Fue admitido como pre candidato a astronauta. Y tras dos años de intensos estudios y mucha práctica profesional terminó por convencer a los funcionarios de la NASA que finalmente lo programaron como tripulante del transbordador Atlantis STS-128. El 29 de agosto del 2009 el agricultor José Hernández Moreno honró a su familia, a su profesora Jean, a su país, Estados Unidos, y a su nación de herencia, México.

A la 1.36 minutos de la madrugada despegó el transbordador con José como parte del equipo de 5 astronautas desde Cabo Cañaveral, Florida, y teniendo como testigos de lujo a su padre, esposa, hijos, y su orgullosísima teacher Jean. Con una estampita de la virgencita de Guadalupe dentro de su uniforme, José se persignó mientras el STS-128 alcanzaba una velocidad de 28 mil kilómetros por hora. Durante 13 días José y sus compañeros de aventura dieron vueltas alrededor del planeta, coronaron con éxito su misión y retornaron sanos y a salvo al centro espacial de Florida.
      El inmigrante, el campesino cosechador de fresas y uvas, que muchas veces mostraba sus mocos cuando niño, se convirtió en un cosechador de estrellas. Muchas veces nuestros padres nos piden sonreírle al éxito, llegar arriba, pero José llegó más arriba, vio nuestro planeta desde el espacio sideral como un boato espectador.

        José tocó la gloria, pero jamás cambió. Nunca fue arrogante ni mucho menos petulante. Siempre sonrió, siguió siendo sencillo y honesto. Cuando llegó a su casa en California, tras su experiencia espacial, visitó a su esposa Adela en el restaurante “Tierra luna grill” que ambos administran. Se abrazaron por unos minutos, fue un encuentro de una esposa, de una fan enamorada de su héroe, pero todo cambió cuando un mesero dijo que la máquina de lavar platos se había malogrado. José, el famoso astronauta, se puso a lavar decenas de platos mientras conversaba a su pareja su experiencia como tripulante del STS-128.

José Hernández y su familia

Dios bendiga a cada uno de sus hogares, mi esperanza es que los jóvenes sepan que nada es fácil, pero en un mundo donde todo cambia rápido, quien no arriesga, no saborea el éxito. Nos despedimos con un consejo de James Allen: “Para obtener el verdadero éxito hay que hacerse cuatro preguntas: ¿Por qué?, ¿Por qué no? ¿Por qué yo no? ¿Por qué no ahora? ( Luis Castro G.)

martes, 15 de junio de 2021

DE “VOLUNTARIOSO COSECHADOR” DE FRUTAS A COLECCIONISTA DE ÉXITOS COMO CIRUJANO

Escribe: Luis Castro Gavelán
La familia del cirujano Jesús Custodio. Lía, Jesús Alonso y Dina

Era el conspicuo “mataperro” de la familia, el muchacho calculador que sabía que papá Jacinto trabajaba de siete a tres de la tarde en el mercado de Monsefú y él aprovechaba ese tiempo para reunirse con sus amigos de barrio y “visitar” las chacras, cosechar las frutas antes que los propietarios; bañarse en el río Eten y las acequias, disfrutar de la vida como un auténtico y experimentado mozalbete.

Le llamaban “Chito” y así quedó perennizado entre los suyos. Ese apelativo devino cuando a Jesús Jacinto Custodio López le decían de cariño Jesusito, Jesuchito y finalmente “Chito”. Era el noveno de diez hermanos y a pesar de sus travesuras y actos de muchacho callejero, siempre le gustó el estudio. Sus amigos de la escuela “La Misericordia” y el colegio “San Carlos” lo recuerdan como un “chanconcito” a quien las monjas canadienses rehusaban llamar Jesús, porque cuando algunas veces debían castigarlo, se sentían muy mal tener que corregir al “hijo de Dios”. Por eso las religiosas preferían decirle “Chito” o Jacinto, su segundo nombre.  

Y el niño Jesusito se hizo adolescente, adulto joven, con la imagen de sus hermanos mayores Willy y Enrique, los primeros médicos de la familia. Pidió a sus padres apoyarlo en su intención de estudiar medicina y don Jacinto y doña Paula, conscientes de su reducida economía familiar, recibieron preocupados el pedido. Pero nuestro famoso cirujano nació de pie y arropado por el afecto de su madrecita y su hermana mayor, la profesora Vilma, quien actuaba como la administradora familiar, hizo los números y acogió el deseo de su hermano menor con estoicismo.

El más alto de todos, el doctor Custodio, junto a sus compañeros de "La Misericordia"

Los años pasaron y aquel joven blanquiñoso, de lentes, mataperro, pero estudioso, que obtuvo los primeros puestos en primaria y secundaria y que por su estatura y temple era el brigadier del aula, se convirtió en 1974 en estudiante de la universidad de Trujillo y años más tarde, en 1982, egresó como médico general. Su ímpetu prosiguió y durante tres años hizo una especialidad en cirugía toráxica y cardiovascular, graduándose en 1989 de la prestigiosa universidad mayor de San Marcos.

Luego decidió profundizar sus conocimientos en cirugía cardiaca. Estuvo todo el año 1993 en Estados Unidos capacitándose en la Wayne State University de Michigan y posteriormente permaneció durante seis meses en Japón, en la prestigiosa Escuela de Medicina de Yokohama. Todo ese cúmulo de conocimientos y su creciente reputación lo hicieron muy solicitado. En sus casi 30 años de médico cirujano ha participado en cerca de cuatro mil intervenciones quirúrgicas.

UNA IMPORTANTE CARRERA

“Creo haber hecho una carrera profesional que no ha decepcionado a mis padres, mi familia y a mi pueblo. Y estoy feliz porque ahora, a mis 65 años y a pocos años de mi jubilación, la posta la ha tomado mi hijo Jesús Alonso que ya empezó a realizar cirugías. Eso me enorgullece y ese sentimiento es compartido por mi esposa Lía y mi hija Dina, ahora psicóloga”, sostiene en diálogo telefónico el popular “Chito”.

Jesús Custodio no deja de tener razón. Paso a paso ha conseguido premios, triunfos que son reconocidos en la región y el país. Su fama de cirujano persiste y por eso ahora comparte su labor en las salas de cirugía; y en las aulas universitarias, como catedrático.

El doctor Custodio visitó a las monjas canadienses

Y lo destacable es que siempre está vinculado a labores sin fines de lucro, actividades como voluntario. Por ejemplo, atiende gratuitamente a pacientes en un centro médico de Reque bajo la coordinación de las religiosas canadienses, con quienes aún mantiene contacto. “Aprovechando mis estudios en Estados Unidos fui a Terranova, Canadá y pude confraternizar con muchas monjas que prestaron servicios en Monsefú y Puerto Eten. Fue un reencuentro lleno de sentimientos, de anécdotas y memorias”, recuerda Jesús.

Por igual, el cirujano Jesús Custodio es director fundador de la Asociación Pro Salud JNC, que mantiene un servicio médico gratuito a muchos pacientes. Hombres, mujeres y niños de Monsefú, Reque, Puerto Eten, Ciudad Eten, La Victoria y lugares aledaños, forman parte de la creciente población que acude a nuestro local institucional.

 Jugador de baloncesto. Su equipo se llamaba "Los Malvados"

DEPORTISTA Y DIBUJANTE

Varios amigos de su generación y de la promoción 1972, con quienes mantiene contacto, recuerdan a Jesús Custodio como un practicante de baloncesto y arquero de fútbol, incluso titular de la selección de su colegio. También disfruta de la natación y pergeña en sus tiempos de ocio, de atractivos trazos, dibujos y pinturas. Incluso fue ganador en el 2009 de la Orquídea de Oro en los V Juegos Florales Universitarios de la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo.

Precisamente su habilidad con la natación le permitió salvar la vida del hoy notario y abogado Sergio Vera. Siempre andaba acompañado de Harold Capuñay, Iván Delgado, Sergio Vera, Héctor Aquino, Irzio Boggio, Raymundo Ayasta, Angel Seclén, José Casas, entre otros. “Estábamos en el río Eten y en cierto momento varios de los muchachos estuvieron jugando en el agua. Sergio Vera no sabía que ellos estaban flotando y entró confiado pensando que por ese lado del río no estaba profundo. De repente se escucharon gritos de auxilio y vimos a Sergio hundiéndose. “Chito” Custodio nadó rápido y fue al rescate, los otros muchachos hicieron lo propio y gracias a Dios salvamos a Sergio”, recordó Harold Capuñay. Esa anécdota consolidó el deseo de nuestro personaje, de salvar vidas. Su primera experiencia no fue dentro de asépticos quirófanos, ocurrió en las aguas del río Eten.  

Las reuniones de camaradería con sus amigos de toda la vida

Las correrías del incansable “Chito” Custodio son tantas, como la atafagada agenda que maneja en sus actuales días. Pero entre las historias con estetoscopios, electrocardiogramas y torniquetes, preferimos las que resultan muchas más interesantes, aquellas que arrancan una sonrisa a la galería, anécdotas con sabor a leyendas citadinas que se deben perennizar.

Próximos a las siete décadas, varios amigos de nuestro personaje recuerdan entre sonrisas sus incursiones por los campos para “cosechar” guayabas, ciruelas, membrillos. Eran expertos trepando y superando las cercas, caminar agazapados y sigilosos para evitar “dejar el rastro”. Sentían pavor cada vez que los dueños y sus familiares los corrían y molestos por estas sorpresivas invasiones a su propiedad, amenazaban a los cuatro vientos con “quemarles el rastro”. Los brujos y curanderos abundan en Monsefú y lugares aledaños, ellos aseguran que basta recoger la tierra con las huellas de los pies de los invasores, generar quemaduras en esas delicadas partes del ser humano.

Por eso “Chito” y sus huestes se cuidaban de esas advertencias. Se ponían algunas ramas en sus zapatillas para tergiversar las huellas; muy inocentes, se iban a las acequias y orillas del río Eten para “remojar” sus pies y así dar la contraria a los hechizos y encantamientos. Muchos lugares de Cúsupe, el Desaguadero, donde actualmente está “La Estancia”; Poncoy, por los alrededores de la quinta Boggio, forman parte del terreno explorado.

En verano, el tropel de adolescentes tomaba por asalto la caleta de Santa Rosa, se bañaba en las aguas del Pacífico y también escarbaba la arena para capturar muymuyes o “Pulga de mar” (sand crabs en inglés). La palomillada abundaba y por eso, para evitar que alguien se fuera temprano, intercambiaban pantalones y bajo intimidación proferían:” arena al que se va”. Jacinto Custodio, que era el más alto, no podía escapar por temor a la arena o porque ningún pantalón que no era el suyo, podía usar. Su estatura le deparaba un buen inconveniente. Así el buen “Chito” Custodio llegaba después de las tres de la tarde a su casa y su padre con un movimiento de cabeza, le indicaba que la madrugada del siguiente día tenía una cita con el “caramelo” de José Llontop, un látigo que nuestros padres adquirían para consolidar alguna reprimenda. “Soportaba estoicamente esos latigazos, no se inmutaba, recibía de pie el castigo, apretando los dientes, pero no era como mis otros hermanos que se corrían por los techos para escapar de esos ingratos momentos”, sonríe al expresar esa confesión familiar mi querida profesora Vilma Custodio, hermana de “Chito”.

La numerosa familia del doctor Custodio en una foto para el recuerdo

Por blanquiñosito y carismático siempre fue muy querido en la familia. Estoy muy orgullosa y halagada por sus logros. Siempre quiso ser médico, tenía una persistencia envidiable. Se levantaba entre las cuatro y cinco de la madrugada para estudiar, su autoestima fue muy alta, sabía lo que quería en la vida. Mi madre Paula nos quiso a todos por igual, pero su preferencia por él era notoria. Le cosía sus camisas, le arreglaba sus ropas. Con sus chistes y ocurrencias él divertía a la familia. Estoy contenta, muy feliz de todo lo que ha conseguido”, reseña Vilma Custodio de su hermano menor, casi a punto de soltar algunas lágrimas de emoción.

Junto a su esposa Lía

 Y las expresiones de Vilma Custodio reciben todo mi aval. Cuando  somos conscientes de los desafíos de la vida, podemos dar el paso victorioso. Decía el motivador estadounidense Denis Waitley que “los resultados que consigues estarán en proporción directa al esfuerzo que aplicas”. Y Jesús Jacinto Custodio sonríe a vida en compensación a su enjundia, a sus denodados sacrificios. De mataperro y mozalbete todos tenemos un poco, son los inicios de nuestras vidas. Pero esas lindas aventuras juveniles quedan atrás para reflexionar sobre una realidad innegable: o damos el esfuerzo total o quedamos relegados en la vida. Que este homenaje a “Chito” Custodio sirva de ejemplo atávico para los jóvenes que desean restañar sus impotencias y creer que todo es posible cuando somos firmes en nuestras intenciones. “Chito” Custodio cree en las posibilidades que nosotros mismos promovemos y por supuesto, el apoyo familiar. “Los jóvenes necesitan familias estables. La madre que aporta amor y unión. El padre que da respeto, ejemplo y acicate de superación”. Nos despedimos con una frase motivadora de Jordan Belfort que nuestro personaje y este escriba coinciden: “la razón por la que las personas fracasan realmente no es porque pusieron sus metas muy altas y no llegaron, sino porque las pusieron muy bajas y las alcanzaron”. (LCG)

jueves, 22 de abril de 2021

EL PERÚ VIVE LA TORMENTA PERFECTA

 Escribe:

Luis Castro Gavelán

Para confirmar la grave crisis política que vivimos, el Perú elegirá el 6 de junio al quinto presidente en menos de cinco años. Así como lo leen. Pedro Pablo Kuczynski, el esperpento de Vizcarra, Manuel Merino, Francisco Sagasti y la persona que salga elegida. Pero el radicalismo del candidato Pedro Castillo nos direcciona a una horrenda pesadilla que ya viven Venezuela, Cuba y Nicaragua. ¿Entonces, qué hacer? ¿Vale la pena apostar por la menos mala, Keiko Fujimori? Nunca emití una opinión para incidir en mis lectores, pero no tengo otra opción, el Perú está en un grave peligro y es importante para los ciudadanos libres proteger la libertad de los demás.


Los resultados poco transparentes con dos candidatos -Castillo y Fujimori-que son sumamente peligrosos para la estabilidad y la endeble democracia peruana, asociados a un petrificado Francisco Sagasti y su gobierno de transición; una indetenible ola de contagios, muerte y crisis económica, avizoran para el Perú días aciagos, una mezcla explosiva, una tormenta perfecta.

Jamás el común de los peruanos ni la más consabida pitonisa pronosticaron estos resultados que nos ha puesto -como país- contra las cuerdas. Será la competencia de los menos confiables, gracias a la ausencia de un 30 % de los electores, la deleznable labor de los organismos electorales y el nefasto accionar de la mayoría de la prensa peruana que cambió prebendas e intereses empresariales por confusión y información manipulada. Es decir, rindieron culto a Maquiavelo y su frase inmoral “El fin justifica los medios”.

Un viejo refrán refiere que Dios perdona el pecado, pero no el escándalo y la prensa peruana “al servicio del gobernante de turno” ha dejado de lado su prestigio y reputación para poner a disposición su línea editorial y recibir a cambio publicidad estatal. Esa prensa que monopoliza medios de comunicación escrita, radial y televisiva alaba los fantasmagóricos “logros” del gobierno, silenciando la espiral de violencia, los miles de contagiados, la escasez de camas UCI, la falta de vacunas contra la Covid-19 y el drama generalizado de miles de peruanos que lloran sus muertos y agudizan su crisis económica.

Y el resultado es doloroso, vamos a tener que elegir ad portas del bicentenario de nuestra independencia nacional, al menos malo, al menos impopular, a esa persona que con su discurso electoral garantice la continuidad de la democracia y tenga mejores recetas para enfrentar una recesión económica que ya toca puertas de los 33 millones de peruanos. La segunda vuelta del 6 de junio hará más profunda la fragmentación de la política peruana, será una lucha de clases, como lo ha dicho abiertamente el candidato Pedro Castillo "Esta es una competencia entre los ricos y los pobres, la lucha entre el patrón y el peón, entre el amo y el esclavo". Son expresiones propias de un izquierdista radicalizado que no esconde sus deseos políticos, estatizar todo, al más puro estilo de los dictadorzuelos que gobiernan Nicaragua, Cuba, Venezuela, con las funestas consecuencias que el planeta conoce.  

Pedro Castillo y el dirigente de Movadef Tito Rojas
(de acuerdo a documentos de la Dircote)

Pero la Sra. Fujimori tampoco ofrece garantías con sus antecedentes conocidos, con sesgos de corrupción y a punto de ser sentenciada. Sin embargo, como refiere nuestro laureado escritor Mario Vargas Llosa, Keiko “representa el mal menor”.

Castillo y la Sra. Fujimori son la antípoda de la política nacional. Él es un extremista radical, estatista, que suele victimizarse para conseguir sus propósitos, sin norte para enfrentar la pandemia del Covid-19 y con un altísimo riesgo de implantar una dictadura neocomunista direccionada por La Habana y Caracas. No esconde sus preferencias y simpatías con Maduro, Rafael Correa y Evo Morales, tres caudillos de baja estopa. Y ella, la Fujimori, simpatiza con el capitalismo de libre mercado, es políticamente republicana y defiende la democracia liberal. Fue acusada de lavado de dinero, recibimiento de sobornos y pesa sobre ella la herencia moral que mantiene en prisión a su padre, el expresidente Alberto Fujimori.

El escenario político ya está planteado, los 17’061,614 electores que participaron, decidieron a los dos finalistas. Hubo ausentismo que determinó ese resultado. 7’240,073 no emitieron su voto. Esgrimo una hipótesis, hubo una “mano negra” que diseñó maquiavélicamente ese ausentismo. Uno, prometieron vacunar a los miembros de mesa y al final nunca ocurrió. El desánimo fue inmenso. Dos, cientos de mesas de sufragio no comenzaron a tiempo y miles de ancianos que esperaron largas horas en medio de un abrasador sol, optaron por retirarse. Tres, muchas mesas no abrieron y nunca hubo solución. Así como mi hija, miles no tuvieron la oportunidad de sufragar. Cuatro, miles desistieron por temor al contagio. Quinto, hubo demasiado desinterés, miles se enfrascaron en sus actividades familiares o laborales. 

Esta elección no es una más, está en peligro el territorio sagrado que nos vio nacer, donde hemos cultivado familiaridad y relaciones amicales. Es la nación que nos ha cautivado por su cultura, sus tradiciones, sus auténticas costumbres gastronómicas y la rica historia inca que poseemos. La Sra. Fujimori no es “santo de mi devoción”, pero es la única alternativa lógica.

Dudo mucho de los radicales de izquierda. Una exhibición palpable de lo que hacen, tiene que ver con las vacunas contra la Covid-19. El actual presidente Sagasti, que es de la izquierda moderada nos miente con frecuencia, ha importado vacunas chinas de escasa reputación científica y ha establecido una línea divisoria entre ricos y pobres. Con total desparpajo ha dicho “No queremos que el que tiene plata se vacune y el que no tiene no lo haga”. Su absurdo argumento está costando la vida de un peruano cada cuatro minutos, según cifras oficiales del Ministerio de Salud. Hay empresas privadas que desean importar vacunas para todo su personal, empezando por el limpiador de pisos hasta el gerente, desean reactivar su actividad laboral y ayudar a impulsar la economía nacional, pero la retrógrada decisión estatal impide salvar vidas. Me atrevo a decir que la conducta de Sagasti pasa por sus aberrantes celos: si las empresas privadas pudieran vacunar a sus trabajadores más rápido que el flemático aparato estatal, pondríamos al descubierto su ineficaz gestión.

Quienes tengan la oportunidad de leer este artículo, soy oriundo de un pueblo norteño de 33,000 habitantes donde, estoy seguro, nadie nació en cuna de oro. En Monsefú, tierra de agricultores, el interés es apoyarse mutuamente para salir adelante. No hay ricos y pobres, hay gente laboriosa que en base a su propio esfuerzo ha salido adelante, hay gente que vive de manera acomodada por sus propios medios y detesta lo que promueve el candidato Pedro Castillo, eso de una competencia electoral entre “ricos y pobres”. En Monsefú, al igual que en muchos pueblos del Perú no deseamos populismos, falsas promesas y recetas desfasadas.

Millones de peruanos queremos evitar la tragedia de otros países. En Cuba están confiscadas las libertades, la gente vive en absoluta pobreza; en Venezuela, país con las mayores riquezas petroleras del mundo y con una moneda devaluada a su máxima expresión, se vive de manera paupérrima y unos 5 millones de venezolanos emigraron para escapar de la pesadilla comunista. En Nicaragua, el sátrapa dictador Daniel Ortega tomó el poder con una deuda externa ascendente a 3,400 millones de dólares. Ahora la nación del poeta Rubén Darío adeuda a diciembre del 2020 más de 12 mil millones de dólares y su población vive entre el hambre, la miseria y la opresión.

Hay quienes afirman que la izquierda peruana no ha gobernado el país y merece una oportunidad. Entonces respondo, qué ha hecho el izquierdista y misógino de Martín Vizcarra, un populista que es culpable directo de la desgracia que vive el país. Qué está generando Francisco Sagasti, con un país a la deriva. Él mismo ha reconocido que el puesto le ha quedado grande: "Desgraciadamente la pandemia ha demostrado que como Estado hemos fallado”, ha dicho Sagasti.

Más pruebas. Hay tantos gobernadores regionales de tendencia izquierdista encerrados en prisión. Por ejemplo, el mentor y miembro de la plancha presidencial de Pedro Castillo, Vladimir Cerrón, fue gobernador de Junín y sentenciado a 4 años y 8 meses de prisión por corrupción. El exgobernador de Cajamarca Gregorio Santos, acusado por coimas y para quien la Fiscalía pide 24 años de cárcel. El exgobernador regional de Cusco, Jorge Acurio Tito, que cumple prisión preventiva por presuntamente haber recibido un soborno de tres millones de soles de la empresa Odebrecht. Otro ex gobernador cusqueño con problemas judiciales es Edwin Licona.  El gobernador regional de Áncash, César Álvarez Aguilar, fue sentenciado a 35 años de prisión por corrupción y ordenar la muerte del consejero regional Ezequiel Nolasco. El exgobernador regional de Ancash, Waldo Ríos, tiene una condenado de 5 años por corrupción. El gobernador de Puno, Walter Aduviri, también tienen problemas legales. Elmer Cáceres, de Arequipa; Gerardo Viñas de Tumbes… y sigue la lista.

Castillo encabezando una huelga del SUTEP

El señor Castillo es abiertamente radical y tiene serias investigaciones policiales por sus evidentes lazos con los integrantes del Movadef (el brazo legal y político del grupo terrorista Sendero Luminoso). Durante la huelga magisterial del 2017 estuvo rodeado de sus camaradas del Movadef. Y esa vinculación, esa cercanía ideológica se debe a que Castillo pertenece a “Conare”, una facción, un engendro de “Sendero Luminoso” que pretende convertirse en el nuevo sindicato de los maestros del Perú y desconocer al Sutep, la organización que reúne a los profesores del Perú. Así lo ha revelado Pedro Yaranga, todo un especialista en el tema.

El exsecretario general del Sutep, Alfredo Velásquez dijo al diario Perú 21 que “Pedro Castillo fue elegido por la gente del Movadef y ha logrado un posicionamiento político llevando a los maestros a una aventura”. Por otro lado, el coronel PNP Benedicto Jiménez, el policía que más sabe del grupo terrorista SL ha dicho algo determinante: “Es mi obligación moral como experto en terrorismo dar a conocer los vínculos del Conare con el Movadef. El señor Castillo asumió la presidencia del comité de lucha de Conare en el 2017 y con eso confirmamos la infiltración de Sendero Luminoso en el magisterio peruano”.

Coronel PNP Benedicto Jiménez

Castillo sostiene que lo están estigmatizando y que no está vinculado al terrorismo, pero hay otras revelaciones que ofrecer. La Dirección contra el Terrorismo (Dircote) investigó y emitió un informe que el entonces ministro del Interior, Carlos Basombrío, presentó al Congreso de la República en el 2017, sobre la infiltración del Movadef en el magisterio nacional. Ahí figuran como investigados por la Dircote y la Dirección de Inteligencia del Perú, cinco profesores que han postulado al Congreso de la Nación por el partido “Perú Libre” de Pedro Castillo. Ellos son Elizabeth Medina (Huánuco) | Germán Tacuri (Ayacucho) | Guillermo Bermejo (Lima) | Nivardo Tello (Lima) | Paul Gutiérrez (Apurímac).

Quienes tenemos más de medio siglo de vida hemos experimentado el genocidio que sufrió el Perú en los años 80, con el exterminio de más de 48,000 peruanos, pérdidas económicas que superaron los 42 mil millones de dólares y el desplazamiento de un millón de peruanos que huyeron de sus tierras para evitar ser masacrados. Me dirijo a los peruanos de mi generación y a los amantes de las libertades. Los padres debemos abrir los ojos a nuestros hijos sobre el peligro de esta aventura llamada Pedro Castillo. Francisco de Miranda nos dejó una frase válida por estos días: “El verdadero carácter de un patriota consiste en ser obediente a las leyes de su país y miembro útil de la sociedad a la que pertenece.” 

En su ideario político, el movimiento político “Patria Libre” de Pedro Castillo y el sentenciado Vladimir Cerrón, se denomina como “una organización de izquierda socialista que reafirma su corriente ideológica, política y programática, que abraza la teoría marxista, antimperialista”, es decir, la típica arenga que promovía “Sendero Luminoso”. Hay miles de venezolanos diseminados en todo el Perú, es muy fácil preguntar a ellos por qué escaparon de Venezuela, cómo se sobrevive en una nación subyugada al comunismo. Estimados compatriotas, una cosa es tener propuesta radicales políticas y otra es tener cercanía, hacer suyo el ideario del más grande criminal de nuestra historia, el líder senderista Abimael Guzmán, hoy preso en una celda del Callao.

El 6 de junio tenemos un compromiso con el Perú. Es nuestro deber defender los intereses del país ante el acecho de un movimiento genuinamente vinculado a los objetivos de una izquierda extremista y que comulga con el pensamiento ideológico de “Sendero Luminoso”, el más grande exterminador de peruanos de toda clase social. A mí no me contaron nada, durante ese tiempo ejercí el periodismo en Perú y estudié con velas por esos malditos apagones, sobreviví entre coches bomba, destrucción de torres de alta tensión y balas arteras que cegaron la vida a policías, militares, civiles: Los senderistas degollaron a niños y dinamitaron a mujeres indefensas como María Elena Moyano.

Es necesario que Keiko Fujimori firme una hoja de ruta comprometiéndose a defender la democracia, no quedarse un día más tras sus cinco años de gobierno y promover un gobierno de concertación nacional. Con sus incongruencias, siempre seré partidario de la democracia como sistema, soy un hombre de principios, creo en el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes. Nunca emití una opinión para incidir en mis lectores, pero no tengo otra opción, el Perú está en grave peligro. Recuerden queridos conciudadanos una frase sabia del expresidente argentino Arturo Umberto Illia: “Sin orden jurídico estable y permanente, estamos frustrando el porvenir de la patria.”(Luis Castro G.)

 

Dos portadas que reflejan los sangrientos actos criminales de los senderistas.

 



sábado, 16 de enero de 2021

LA VERDADERA HISTORIA DE CÓMO AGUAMARINA y GRUPO 5 IMPUSIERON LA CUMBIA NORTEÑA EN LIMA

 

Escribe:

Luis A. Castro Gavelán

Universidad Complutense de Madrid

Después de 27 años, voy a narrar algo que tal vez será una revelación. Pocos conocen sobre los orígenes de la famosa agrupación musical Aguamarina, de la forma como ingresó al duro y exigente mercado limeño que por ese entonces era dominado por la llamada “cumbia chicha”. Uno de los actores de ese acuerdo ya no está entre nosotros, me refiero al Faraón de la Cumbia, Elmer Yaipén. Aún estamos con vida don Teófilo Quiroga Rumiche, propietario del grupo sechurano con noventa años a cuestas y el autor de esta crónica.

Lo que voy a dar cuenta no es el simple hecho que dos agrupaciones norteñas empezaron por primera vez a dar señales, su incursión a una ciudad de ocho millones de habitantes, sino también la repercusión que tuvo, hasta estos días, la presencia de Grupo 5 y Aguamarina en la capital del país con el consiguiente resultado: el rompimiento de la hegemonía o mejor dicho el fin del monopolio de los grupos y promotores de la llamada “cumbia chicha”; la aparición de una corriente musical que conquistó a hombres y mujeres de la costa, sierra y selva del país que habitan Lima; y la apertura al mercado limeño de muchas agrupaciones musicales norteñas que terminaron por consolidar el éxito de la cumbia de los sintetizadores e instrumentos de viento.

Si conquistas Lima, los triunfos vienen por añadidura en todo el país. Y eso ocurrió, Grupo 5 y Aguamarina iniciaron el camino y salieron adelante, pese a muchas vicisitudes, gracias a su nivel de organización y disciplina. Las agrupaciones de Monsefú y Sechura, respectivamente, son los máximos exponentes de la cumbia costeña y se han erigido en los más conspicuos representantes de la cumbia peruana, han internacionalizado su labor artística y aún no tocan techo. Los hermanos Yaipén Quesquén de Grupo 5 y los Quiroga Querevalú de Aguamarina, tienen mucho que ofrecer.

En un mundo tan convulso y lleno de retos, esta crónica no desea promover polémicas que definitivamente no ayudan a la fraternidad entre peruanos, que siempre promuevo; pero sí tengo el interés de que se sepa la verdad y que forme parte de la historia de la cumbia nacional, muy estudiada actualmente por sociólogos, educadores, economistas, periodistas, musicólogos y muchos estudiantes universitarios que escogen el tema para sus investigaciones de tesis.

El reencuentro

Hay tantas conjeturas sobre este asunto que uno de mis amigos, el poeta trujillano Juan Carlos Lázaro, me animó a escribir un libro sobre la historia de la cumbia norteña, su ingreso a Lima y luego su afianzamiento en todo el Perú, pero mis ocupaciones profesionales no lo permiten. En mayo del 2018, durante una visita al Perú, nos reunimos después de una veintena de años en Miraflores. Juan Carlos estaba junto a su esposa, mi colega Inés Flores, y ambos lanzaron una espina que me hizo reaccionar. “Hay versiones diferentes, hay tanta gente que se irroga haber llevado a la fama a Aguamarina y muchos grupos norteños. “No lo debes permitir”, sostuvieron.

La sugerencia se mantuvo en el limbo, pero anduvo rondando por mi cabeza. Hubo una gran desilusión, mis archivos personales se perdieron casi por completo cuando cambié de domicilio… y de esposa. Han pasado 27 años y gracias a varios amigos y la posibilidad que nos brinda el mundo cibernético, puedo ofrecer mayores matices del nacimiento de la Promotora Real y esa aventura que inicié alimentado por el entusiasmo del extinto Elmer Yaipén, el cantante y líder fundador del consabido “Grupo 5”. Incluso Elmer fue mi garante para que el representante de Aguamarina, Teófilo Quiroga, acepte presentarse en Lima.  

                           Elmer Yaipén, "Chany" Meza y José Quiroga, durante un evento en 1996

Poco a poco recordé aquellos pasajes de mi vida, me remonté a septiembre de 1993, cuando sentados en la vereda, frente a su casa en la calle Mariscal Castilla de Monsefú, Elmer me dijo que Grupo 5 podía hacer presentaciones en Lima y que para tener mayor éxito recomendaba un “mano a mano” con Aguamarina de Sechura, Piura. Sinceramente nunca había escuchado de esa agrupación. Pero el desaparecido cantante de cumbia conocía el ambiente musical y había que escucharlo.

Con la estrella artística monsefuana me unía una gran amistad, que se fortaleció en  1985, cuando en actitud generosa ofreció conciertos en Lima, contratado por una institución que había planificado construir un arco de ingreso a la ciudad de Monsefú, Chiclayo. Como directivo de esa organización aprendí a organizar masivos eventos musicales junto al extinto Higinio Capuñay, el creador del emporio radial “La Exitosa y La Karibeña”. En sus conciertos, Grupo 5 reunía en su mayoría a coterráneos ávidos de colaborar con la obra benéfica y algunas decenas de simpatizantes. Pero lo que recomendaba Elmer eran palabras mayores, se trataba de promover conciertos en un mercado hasta cierto punto desconocido, donde semanas después confirmé que estaba dominado por el mundo de la “chicha”, con agrupaciones y promotores dispuestos a evitar que alguien “invada sus dominios”. En los ochentas trabajé en el diario “La República” y gracias a muchos colegas con quienes labré gran amistad, sabía que podían ayudarme a promocionar mis eventos. Eso era un gran respaldo para el atrevido proyecto.

Me dejé llevar por el apasionamiento de Elmer sin medir las consecuencias. Los costos para llevar a Lima a dos famosos grupos de cumbia norteña eran elevados y para recuperar la inversión y generar utilidades había que desplegar mucho esfuerzo y dedicación. Todo eso lo supe cuando ya tenía en mis manos los contratos artísticos de Grupo 5 y Aguamarina. Los conciertos estaban pactados para el sábado 4 y domingo 5 de diciembre de 1993.

Mi reunión con Teófilo Quiroga, el dueño de Aguamarina

Cerca de las diez de la mañana de aquel día terminó mi diálogo con Elmer Yaipén y ya había algunos avances sobre esta aventura artística. Parece que los astros se habían alineado para que todo salga redondo. “Tienes suerte Luchito. Paso por tu casa a las dos de la tarde y te llevo para que converses con don Teófilo, el propietario de Aguamarina, justo ellos van a tocar hoy domingo en un local de La Victoria en Chiclayo”, me dijo el famoso “faraón de la cumbia”.

Y así ocurrió. En su auto blanco modelo Elantra fuimos desde Monsefú a Chiclayo. Durante el viaje hablamos de su agrupación, de sus hermanos y el futuro de sus hijos, entre ellos Elmer Jr. y Andy. Me habló de sus sueños de consagración, del mundo de la cumbia en el norte del Perú. Realmente desconocía la fama regional de Aguamarina, las presentaciones de Armonía 10, el Sexteto Internacional, los Cantaritos de Oro y otros. Hacía años vivía en Lima y mi mundo musical lo llenaban la salsa y el rock.

Llegamos al lugar y observé a muchos jóvenes y adultos almorzar en un restaurante. Eran los integrantes de Aguamarina. Elmer se paró en la puerta y preguntó por el señor Quiroga. De repente salió un hombre maduro, de unos sesenta años, con la calva pronunciada, de tez morena y un tanto obeso. Risueño y de buena actitud extendió su mano a Elmer.

-¡Ay… que tal don Yaipén!

- ¿Cómo está señor Quiroga? aquí le presento a mi amigo Lucho Castro. Tiene interés por contratar a Aguamarina para Lima. Quiere hacer un mano a mano con nosotros y ya ustedes conversarán, pero se lo recomiendo, es periodista y conoce el mercado de Lima. Yo he aceptado y los dejo solos para que conversen.

Elmer se alejó. Me dijo que me esperaría en su carro. Acostumbrado a tomar la iniciativa, esta vez el señor Quiroga lo hizo y dijo que estaba listo para escucharme. Retomé el aplomo y expliqué mi interés, le hice saber que ya había celebrado fiestas con Grupo 5 con relativo éxito y que mi idea era hacer dos grandes eventos, muy bien promocionados y con la idea de abrir un mercado tan difícil como el limeño.

“Mira mano (hermano) usted ha venido con don Elmer y quiere decir que lo conoce. Yo quiero decirle que nosotros tenemos nuestro público acá por el norte y si usted hace un buen trabajo le puede ir bien. Si usted pone sus afiches, sus banderolas y hace su publicidad como me ha dicho, nos puede ir bien. A usted, a nosotros y a los amigos de Grupo 5. Todos salimos ganando. Vea, le voy a aceptar y vamos a ir a Lima con fe. Vaya tranquilo, haga bien sus cositas”, dijo el señor Quiroga mientras pidió volver a hablar con Elmer Yaipén. En la conversación, el representante de Aguamarina, un pescador curtido, de verbo simple pero contundente, fue claro en algunos requerimientos, manifestó el precio por las presentaciones del sábado y domingo y pidió algo más. Quería ir a Lima con un contrato de tres fechas. Acepté su deseo y quedó contento.

Elmer Yaipén tuvo unos minutos de diálogo y luego el señor Quiroga retomó la charla conmigo. “Vea, le voy a dar el contrato por las tres fechas, don Elmer ha hablado muy bien de usted y vaya tranquilo. Cualquier cosa me pide”, reiteró el viejo lobo de mar, ahora convertido en propietario de una agrupación musical. No pidió ningún dinero de adelanto y ofreció darme material discográfico al día siguiente durante una presentación que haría el lunes por la noche en Monsefú, mi ciudad de origen.

El arriesgado proyecto iba tomando cuerpo. Ya tenía el contrato de Aguamarina y durante el viaje de regreso, Elmer me hizo escuchar música del grupo piurano que propalaron por una emisora radial. En ese momento no noté ninguna diferencia entre los “grupos de chicha” (dicho sin ningún ánimo despectivo) que celebraban fiestas masivas en la Carpa “Grau” y la música de Aguamarina. Estaba confundido porque Grupo 5 también era un grupo de cumbia, pero sonaba diferente por su propuesta con instrumentos de viento. Poco a poco empecé a familiarizarme con las canciones de Aguamarina. Me encantó “Sirena del amor”, “Siete noches”, “Paloma del alma mía”.

                     La delegación de Aguamarina. Músicos, asistentes. Noviembre de 1996

El lunes, alrededor de las cinco de la tarde fui a ver a los chicos de Aguamarina. Iban a tocar en el mercado de Monsefú. Hice una entrevista a Manuel “mañuco” Quiroga, primera guitarra y director musical. Tenía facilidad de palabra, con su pelo alborotado se parecía al legendario promotor de box Don King.  Con mi cámara fotográfica hice algunas tomas y se me ocurrió la idea de fotografiar a Elmer Yaipén y Manuel  Quiroga en posición de guardia, como lo hacen los boxeadores listos para el combate. Ya tenía la fórmula para promocionar el evento: “La pelea del año: Aguamarina vs. Grupo 5”.

Terminada la sesión de fotos, Elmer me llevó a su casa, me dio material discográfico, grabó algunos saludos para confirmar las presentaciones de Grupo 5 y se desprendió de algunos discos grandes, los denominados Long Play, LP, que tenía guardados celosamente como parte de su colección. “Este es un regalo de tu amigo Elmer, todo queda en tus manos, te deseo éxitos Luchito y que Dios te bendiga”. El faraón de la cumbia autografió los discos de su puño y letra, y con un fuerte abrazo nos despedimos.

                   Grupo 5 en 1996. Nuevos uniformes, nuevos proyectos...rumbo a la fama

Con los contratos bajo el brazo retorné a Lima, mi lugar de residencia. Tenía algo más de dos meses y medio para promocionar el evento. Pero antes debía conseguir los locales bailables, conseguir las autorizaciones y permisos pertinentes. Toda una gangrena de trámites, engorrosos y hasta cierto punto ridículos. Los sobornos bajo la mesa empezaron a funcionar. No había otra alternativa, algunas personas que colaboraban conmigo pusieron las cosas en claro: sin “matrícula” las gestiones se hacen lentas e incluso terminan siendo denegadas.

Grupo 5 había incursionado en Lima sólo para eventos con sus coterráneos. Por igual Aguamarina, incursionó en Ciudad del Pescador, Callao, un par de veces durante la fiesta de los pescadores, en el mes de junio. Eso era el historial de ambos grupos. Recuerdo que Fernán Salazar, cronista de espectáculos de la época me decía. “Luchito, una cosa es con guitarra y otra es con cajón. Acá no se conoce nada de “Grupo 5” ni de Aguamarina, vas a fracasar. Estás a tiempo de pensarlo bien”. Y pensé en Fernán aquella madrugada del 3 de diciembre de 1993 luego de la primera presentación de Aguamarina. No menos de 300 personas asistieron al evento, fue un fracaso total, tenía ganas de abrir un hoyo y enterrarme, toda la noche viví una pesadilla, analizaba mi caótica situación y ya pensaba en vender una ferretería que tenía en La Victoria para sufragar los gastos.

“Universal Textil” y “El Huaralino”

 La organización de las actividades bailables demandaba un gasto excesivo. Aguamarina, contratado por tres fechas no me pidió dinero de adelanto. Pero a “Grupo 5” entregué dos mil soles de la época. Era normal pactar con el 50 % del monto, pero Elmer Yaipén también hizo lo suyo y solicitó apenas para la movilidad. Con mis paisanos de Monsefú hice un trato por dos presentaciones.

El presupuesto entre publicidad, pago de permisos municipales, dinero adelantado a la Asociación de Autores y Compositores, Apdayc, entre otros, ascendía a unos quince mil soles. No había suficiente dinero y busqué una sociedad, hablé con mi primo José Guevara, que por esos tiempos laboraba en la Conferencia Episcopal. Las actividades bailables eran incompatibles con los objetivos de la Conferencia Episcopal y por eso mi familiar aparecía para algunas coordinaciones, me movilizaba en su auto y por las noches, junto a otros primos, pegábamos afiches y distribuíamos volantes.

Por su cercanía a Ciudad del Pescador, donde era muy conocido, se decidió que el primer mano a mano entre las dos agrupaciones norteñas sería en el entonces local de los trabajadores de Universal Textil, muy amplio para albergar a unas cinco mil personas. Estaba estratégicamente ubicado para permitir la movilización de gente que vivía en Lima y el Callao. Su ubicación exacta era la avenida Venezuela 2505. Se escogió para el concierto dominical el hoy conocido “El Huaralino”, ubicado en el ovalo de Los Olivos, en plena carretera Panamericana Norte. Tras la elección de los locales se iniciaron las gestiones para recibir los permisos de las municipalidades de Lima y Los Olivos. Algunos dolores de cabeza para acelerar los trámites, especialmente en el municipio limeño, pero salimos adelante arreglando de manera “amical” a cada funcionario edil que salía al frente. Eran los avatares de la inexperiencia en estos trámites. El administrador de “El Huaralino”, Héctor Farroñay, fue importante para la autorización del municipio de Los Olivos. Era uno de los nuestros, un paisano de cuerpo enjuto, pero efectivo. Tenía contactos y solucionó muchos imponderables.

Luego vino el permiso de la Apdayc, de la organización de los Autores y Compositores. Ellos pedían un dinero adelantado y además controlaban en la puerta de ingreso con una maquinita. Abusivamente, es mi opinión, cobran un porcentaje cercano al 20% por el costo de cada boleto. A continuación, se planificó todo el andamiaje publicitario. Notas de prensa, afiches, banderolas, avisos publicitarios en Radio Inca, volantes, el famoso “boca a boca”. Con algunos amigos me involucré en el mundo de la cumbia denominada “chicha”.  En opinión del poeta Juan Carlos Lázaro, “Chicha” es la denominación peyorativa impuesta a un ritmo de música popular peruana generada por la fusión de la cumbia caribeña colombiana con ritmos andinos como el huayno.  

 Juan Carlos Lázaro

Fui a fiestas con Los Shapis, Vico y su grupo Karicia, el grupo Guinda. Observé cómo se organizaban. Supe que uno de los “bravos” de los afiches coloridos era Rodolfo Aquino, mi gran amigo, con quien aún mantengo una buena amistad. También me informé de la rivalidad entre Pilsen Callao y Cervecería Cristal y que ambas empresas auspiciaban eventos bailables. Un señor de apellido Flores, ya desaparecido, era popular con sus banderolas.

De alguna manera quería distanciarme del mundo de la “chicha”, no por animadversión, sino porque deseaba generar un nuevo estilo. Además, empecé a entender las diferencias. Por ejemplo, la música chicha o música tropical andina nace de la fusión del huayno con la guaracha y la cumbia costeña, con un matiz destacado de la guitarra electrónica, con letras que hacen eco a los problemas sociales, a los pesares de gente provinciana que sufrió las consecuencias del terrorismo y que para escapar de la barbarie emigró a Lima, pobló cerros y arenales alrededor de la capital y fundó los denominados pueblos jóvenes a través de sendas invasiones. Con afán de sobrevivir económicamente invadieron las calles para comercializar productos de manera informal.  El poeta Juan Carlos Lázaro tiene un punto de vista sobre el tema, sostiene que la “cumbia chicha” es un ritmo mestizo, originario del Perú, creado a mediados de los años 60, y que fusiona a la cumbia caribeña con ritmos andinos, costeños y selváticos del Perú, consiguiendo tres corrientes poderosas. O sea que hay una chicha andina, una chicha costeña y una chicha amazónica.

Personalmente creo que la cumbia costeña tiene un estilo propio, tal vez influenciado por la cumbia colombiana y los pasillos ecuatorianos. Aguamarina tiene un estilo elegante gracias a sus sintetizadores, a la fusión de instrumentos que ha hecho el tecladista “Tioco” Quiroga; a los sonidos rocanroleros que magistralmente le imprime a su primera guitarra Manuel Quiroga. Los Quiroga Querevalú leen música, le cantan al amor en sus diferentes formas. Grupo 5 tiene sintetizadores, piano, instrumentos de viento y mucha variedad en las voces de sus cantantes. La cumbia orquestada de los paisanos monsefuanos tiene mucha influencia de la cumbia colombiana. Inicialmente le hacían arreglos musicales a la lírica de los pasillos ecuatorianos, hasta que apareció el compositor de moda, el piurano Stalin Mogollón.

Desafortunadamente, en aquellos tiempos, la música tropical andina tenía una mala imagen por la presencia reiterada de gente de mal vivir que muchas veces fomentaba escándalos, se embriagaba y ofrecía indecorosas acciones que terminaban en peleas. Adicionalmente, muchos de los seguidores de ese estilo musical evidenciaban una forma de vida llena de sufrimientos, de incomprensión y hasta cierto punto conflictividad con el fenómeno de transculturización que vivían, lejos de sus pueblos de origen y por eso intentaban “ahogar sus penas” libando excesiva cerveza. Y cuando el licor hace efecto, las reacciones son variopintas. Juan Carlos Lázaro, que escribió un artículo para la agencia Xinhua, dice que “la cumbia costeña, más conocida como tecnocumbia, en cambio, es la fusión de la cumbia caribeña o colombiana con la balada. Se inició con Los Destellos. Su cumbia emblemática es “Elsa”. Y actualmente tiene como mejores expresiones al Grupo 5 y a Aguamarina”.

Mientras que los grupos de cumbia “chicha” exhiben atuendos multicolores, las orquestas norteñas son más formales, usan camisas y muchas veces ternos. Esa es otra diferencia. La disciplina y reglas de conducta en las actuaciones que ofrecen los músicos norteños también son distintas.

Para evitar la presencia de gente de mal vivir y los bochornosos espectáculos que había presenciado en los eventos dominicales de los grupos de “chicha”, se tomó la decisión de contratar muchos policías. Uniformados y con una buena presencia física serían una garantía para llevar adelante espectáculos donde se alentaba la presencia de las familias, dentro de un ambiente de tranquilidad y sana diversión.

Muy escasamente la prensa nacional de esos tiempos daba algún espacio a las actividades bailables. Tal vez algún columnista ofrecía escuetas líneas y nada más, pero mi intención era diferente. Con fotos y notas de prensa acudí personalmente a las redacciones de diarios como La Crónica, Expreso, Extra, El chino, La República, El Popular, Ojo, Correo, El Bocón, etc. Y mis amigos no me fallaron. A pesar que los grupos musicales norteños eran desconocidos y en el argot periodístico “no venden”, se publicaron diversos artículos que me dejaron satisfecho. Mis colegas de la sección espectáculos y leídas columnas deportivas dieron cuenta que los mejores: Aguamarina y Grupo 5, venían a Lima a dirimir qué grupo era el mejor.

      En 1995, Aguamarina ya ofrecía conferencia de prensa en Lima. Había llegado la fama

A la par que aparecían notas periodísticas; con mis primos y algunos colaboradores iniciamos durante horas de la madrugada el pegado de grandes afiches en los distritos populosos de Lima. También en el Callao. Pero ese esfuerzo fue denostado por enemigos gratuitos, por gente mal intencionada que desaparecía nuestra publicidad. Las banderolas también se “desvanecían” por arte de magia. Entramos en desesperación. Alguien estaba llevando adelante un vil sabotaje con intenciones imaginables.

Entramos en desesperación, la devastadora forma de destruir nuestra publicidad estaba haciendo mella de nuestros ánimos. Entonces se tomó la decisión de contratar policías para estratégicamente cuidar nuestros afiches. Y esa intención trajo resultados. Se arrestaron a tres individuos que confesaron haber recibido dinero, prebendas para arrasar con nuestra publicidad. La mafia estaba despierta. Los policías hicieron su trabajo y las confesiones de los capturados permitieron saber quiénes “eran nuestros enemigos”. Faltando una semana y media, todo se normalizó, pero los gastos resultaron excesivos para mantener en las paredes los afiches y banderolas.

En otro ámbito de la publicidad se contemplaron avisos radiales en algunas emisoras. Nuestros ojos se fijaron en Radio Inca, donde la cumbia era promocionada a todo dar. Tenía mucho arraigo y había que invertir avisos de publicidad. Pero ese círculo estaba cerrado para nosotros. Sólo podían contratar avisos los promotores de espectáculos que regentaban horas, los llamados concesionarios. Entonces algunos locutores de esa casa radial que cobraban cierto dinero para grabar los anuncios hicieron su parte. En las horas de los programas de Guinda, Los Shapis, Grupo Alegría y otros, se escuchaban las tandas publicitarias.

En los taxis; mercados locales, los centros comerciales populares se escuchaba Radio Inca y los vendedores y sus clientes empezaron a escuchar la llegada a Lima de Grupo 5 y Aguamarina para la “pelea del siglo”.  Algunas gestiones se hicieron y también propalaron alguna música de los grupos norteños en Radio Unión, Radio Moderna. Lo hacían durante la madrugada, porque el escepticismo sobre el éxito de los eventos y la “desconocida” música de los grupos norteños “no generaba rédito alguno y por el contrario podían perder audiencia”.

Quien jugó un papel de reconocimiento fue “El pequeño Willy”, que durante las madrugadas propalaba música variada, principalmente cumbias colombianas y salsa. Pese a que su programador “pauteaba las canciones”, él tomaba riesgos y como buen tumbesino hacía escuchar a su público algunas canciones de Aguamarina y Grupo 5. La emisora era nada menos que Radio Mar, la más importante de ese entonces, que en esos tiempos mantenía altos niveles de audiencia. Para muchos, Radio Mar era la “emisora número uno del dial”. En segundo lugar, se ubicaba Radio Panamericana, que luego de algunos meses se contagió con la cumbia norteña. Sabía que los espectáculos ofrecidos por nuestros grupos eran masivos, en olor a multitud.

       El pequeño Willy y los hermanos Quiroga Querevalú. También el animador Gamboa.

También acudimos a algunos mercados de distritos populosos de Los Olivos, San Juan de Lurigancho, Villa El Salvador, Breña, Ciudad del Pescador, Zárate. Ahí había un sistema de perifoneo y propalaban música radial. Dejamos nuestros avisos y por cómodos precios también aseguramos publicidad para la “pelea del siglo”. El volanteo también se hizo con frecuencia y empezó a funcionar el “boca a boca”. Uno que otro norteño ya sabía que llegaban a Lima los “grandes de Lambayeque y Piura”.

Todo quedó listo. Hicimos un trabajo diferente con lo había solicitado don Teófilo Quiroga y una noche antes, el jueves 2 de diciembre, nos amanecimos “pegando afiches” para asegurar que las calles y avenidas donde circulaban los vehículos públicos tuvieran publicidad multicolor de la “pelea del siglo”. A propósito, algunos de mis primos subían a los autobuses para recorrer las grandes avenidas y confirmar que nuestros afiches exhibían esos eventos de ensueño.

Durante la mañana del viernes 3 de diciembre tuvimos información que Aguamarina ya estaba llegando a Lima. La delegación se acercaba a Puente Piedra y don Teófilo Quiroga manifestó que ellos irían directo a Ciudad del Pescador, donde residían muchos piuranos. En esos momentos tuvimos un mal presagio, algunos policías me comunicaron que había que tomar precauciones, que la primera presentación de Aguamarina coincidía con el cumpleaños del siniestro Abimael Guzmán, el líder senderista que estaba en prisión, pero que sus huestes seguían en actividad y que podrían volar algunas torres de alta tensión y generar “apagones” en Lima.

                    Teófilo Quiroga y el autor de la nota, en 1995, durante un viaje a Huancayo.

Y ese mal presagio se cumplió. No hubo atentados terroristas, pero la primera presentación resultó un fiasco. No más de trescientas personas llegaron al evento que empezó a las nueve de la noche y terminó cinco horas después. La recaudación fue paupérrima. De las 500 cajas de cerveza que se distribuyeron en los quioscos de venta solo hubo un consumo de 39 docenas de cerveza. Aquella madrugada del sábado, culminada la primera presentación del grupo sechurano, nos miramos las caras totalmente llenas de desilusión. Algunos promotores de espectáculos de los “grupos de chicha” que merodearon el local de “Universal Textil “mostraban complacencia en sus rostros, estaban felices de nuestro fracaso. Dos de mis hermanos y otros dos chicos que trabajaron “recogiendo botellas de cerveza” se quedaron a dormir en el local para cuidar las cajas de licor. No había ni para pagar policías, todo era un ambiente de pesadumbre. Mi primo y socio Pepe Guevara mostraba su desazón. Casi sin dormir abrí la ferretería que tenía en La Victoria mientras mi exesposa buscaba cómo darme ánimos. Esa mañana se vendió mucha pintura, accesorios eléctricos y pensé que eso serviría para pagar las deudas que, imaginé, serían interminables.

Aquella aciaga madrugada Don Teófilo Quiroga se acercó un tanto serio, pero dijo resuelto que no nos preocupáramos. Estaba junto a mi primo Pepe Guevara y nos desconcertó su tranquilidad. “Nos vamos a descansar, mañana arreglamos Luchito, ustedes han hecho bien las cosas y mañana sábado será diferente”, aseguró.

Y no le faltó razón a don Teófilo Quiroga. El sábado 4 de diciembre fue totalmente disímil. No sé si el señor Quiroga fue la versión masculina de “La Pitonisa”, aquella sacerdotisa griega que pronunciaba el oráculo. Lo cierto es que sus palabras fueron una premonición auspiciosa y que él mismo se encargó de confirmar cuando me mandó llamar con uno de sus asistentes, dos horas después de iniciado el espectáculo. Con el dedo pulgar levantado en señal de victoria felicitó nuestro trabajo. “Muy bien Luchito. La fiesta está muy bonita, ha venido su gentecita y mañana domingo será igual”, me dijo con el rostro feliz. Eran casi las once y media de la noche del 4 de diciembre de 1993. Cerca de cinco mil personas llenaron el local de Universal Textil. Había empezado el boom de la cumbia norteña, había despertado el poder musical de Los Quiroga y Los Yaipén. Lima, la norteña en la capital en la República: La quinta ciudad más grande de América Latina le abría sus puertas de par en par a la cumbia norteña que hoy en día luce enseñoreada.  

Las cajas de cerveza se agotaron. Todo fue un jolgorio generalizado. Al ritmo de la “parranda monsefuana”, el “humo del cigarrillo”, “parranda la negrita”; “pasitos para bailar”, “sirena del amor”, “madre soltera”, “siete noches”, “paloma del alma mía” y tantos celebrados temas, la gente se embriagó musicalmente. Miles de norteños presumían a sus invitados “limeños” la música elegante de Aguamarina y Grupo 5, la organización del evento con mucha seguridad, el ambiente ameno que los transportaba a las fiestas patronales que ellos solían participar en sus ciudades de origen. Grupo 5 dio cátedra, la voz incomparable de Elmer Yaipén hizo vibrar los corazones de sus fanáticos. Pepe Quiroga, primera voz de Aguamarina, hizo lo mismo, cantó con mucho romanticismo, arrancó aplausos.   

                                     Aguamarina en 1995. El éxito era constante

Muchos lloraron, muchos se emocionaron entre tragos de licor y la ilusión de bailar en Lima con sus grupos favoritos del norte del país. Tremendo concierto, imperdible, apoteósico, eran los comentarios que se escuchaban entre los paisanos norteños que disfrutaron casi siete horas de espectáculo ininterrumpido. “Nos vemos mañana, no vamos a perdernos la otra fiesta”, decían llenos de dicha y felicidad muchos participantes que habían acudido con sus mejores galas, incluso con terno, acompañados de sus familiares. Fue un sábado revitalizador, un bálsamo que alivió las heridas del viernes. Con la fiesta del sábado había para pagar todas las deudas, el dinero invertido, quedar bien con nuestros proveedores. El futuro era halagüeño.

El concierto final fue cerrado con broche de oro. El local “El Huaralino” albergó a casi seis mil hombres y mujeres que se divirtieron hasta altas horas de la noche. Antes de las cuatro de la tarde, hora fijada para el evento final, largas colas de personas presagiaban un lleno total. Incluso hubo reventa. Los mismos individuos denominados “beticos” que pululaban alrededor del Estadio Nacional en los espectáculos deportivos eran los encargados de la reventa. Todo salió de acuerdo a lo planificado. Todos ganamos: los promotores del espectáculo, la cervecería que auspició las fiestas y que observaron sorprendidos más de seiscientas cajas vacías de cerveza. También ganaron los revendedores de boletos y discos compactos, así como un grupito de humildes personas, especialmente mujeres, que expendían golosinas, cigarros. “El público es diferente y te compra de todo, nos respetan y hemos vendido mucho”, agradecían las humildes vendedoras de golosinas que me ofrecía regalos a manera de compensación. 

             El afiche original del evento, gracias al archivo personal de mi amigo Rodolfo Aquino

Aguamarina y sus sintetizadores con sonidos fusionados (gracias al talento de “Tico” Quiroga”) había embrujado a muchos músicos “chicheros” y algunos promotores que estuvieron dentro de la fiesta observando todo. Ellos reconocieron que los grupos norteños estaban “en otro lote”, como lo dijo un promotor de “Pintura Roja” que se acercó para felicitar y anunciar que estaba listo para conversar en caso requeríamos un “mano a mano” con su agrupación.

Los únicos que no ganaron fueron Aguamarina y Grupo 5, porque no hubo trofeo al triunfador absoluto. Por aclamación del público que acudió al concierto dominical, hubo empate en la “pelea del siglo”. Elmer Yaipén y Manuel Quiroga recibieron placas recordatorias. La algarabía reinó en el local, casi a medianoche del domingo, músicos de Aguamarina y Grupo 5 compartían amenas conversaciones, había mucho tema de conversación y grandes razones para festejar.

La página de la historia de los grupos musicales norteños en Lima y su consolidación a nivel nacional empezó a escribirse. Los exitosos conciertos continuaron cada dos meses y las puertas de muchas emisoras reconocidas se abrieron empujadas por la sólida fama de la música del norte del país. Incluso algunos programas televisivos de entretenimiento extendieron invitaciones. Las barreras estaban rotas. La producción de Raúl Romero y su programa “De dos a cuatro” nos convocó al set de televisión. Aguamarina avanzaba, Grupo 5 hacía lo mismo. Ya se escuchaba la música de los Quiroga Querevalú en la radio, en la pantalla chica, los periódicos publicaban entrevistas con los artistas del momento.

                                      Foto del recuerdo. Raúl Romero y Aguamarina en ATV. 

Luego había que internacionalizar a los grupos musicales. Esa era la meta. Por eso hicimos eventos en olor a multitud con Oscar De León en el Rímac. Fue una apoteósica actividad. Empezamos a ganar público no solo del mundo de la “chicha”. También muchos “salseros” disfrutaban de la buena cumbia norteña.

                                         El salsero Oscar De León y el autor de la nota. 

Hoy por hoy Aguamarina y Grupo 5 son los grupos peruanos de mayor arraigo en el mundo. Han paseado su arte por el viejo continente, en Estados Unidos, incluso el Japón. Dame un punto de apoyo y moveré el mundo, decía el griego Arquímedes. Eso es lo que necesitaron los Quiroga y los Yaipén. La idea de Elmer Yaipén Uypan se empezó a esparcir, sus hijos enarbolan ese augurio, teniendo al benjamín Christian como primera voz y secundado con creces por Elmer Jr. y Andy. Actualmente Aguamarina es una empresa musical dueña de un extraordinario prestigio. Es grato conocer su notoriedad. Los hijos de José y la segunda generación de los Quiroga han asumido el liderazgo en la parte administrativa y mercadeo. El afamado político y exmilitar norteamericano Colin Powell afirma que “no hay secretos para el éxito. Estos se alcanzan preparándose, trabajando arduamente y aprendiendo del fracaso”. Mucho de esa frase célebre vivieron Aguamarina de Sechura, Piura; y Grupo 5 de Monsefú, Lambayeque. La constancia y la perseverancia combinados con sacrificio y ganas de luchar tienen sus frutos. De eso no hay duda. (Luis Castro G.)

OTROS GRÁFICOS

Una foto homenaje a una gran mujer, a doña Paulina, la madre de los Quiroga. Qué personaje, disfruté de sus consejos, de su arte culinario, de su trato noble y solidario.

En 1995, Aguamarina tuvo un paseo por distintas partes de Lima. En el gráfico, en el Parque del Amor de Miraflores.

        Solicitado a nivel nacional, Aguamarina hizo una presentación en Iquitos. Un lleno total.

                                     Los hermanos Quiroga durante la celebración por sus 24 años