domingo, 5 de octubre de 2014
Ilusiona el futuro de Monsefú: ganó Bartra
Escribe: Luis A. Castro Gavelán
El pueblo es el soberano juez y ya dictaminó. Miguel Angel Bartra Grosso es el nuevo alcalde de Monsefú y las esperanzas acrecientan entre quienes creemos que nuestra norteña ciudad, de más de 35 mil habitantes, está estancada en su desarrollo; y que ha llegado el momento de reverdecer laureles, de tomar el protagonismo que hace años nos es adverso.
Unos 24,000 electores tomaron la decisión con valentía y por eso una multitud celebró alborozada esta buena nueva, y el experimentado burgomaestre, procedente de una familia de políticos y abogado de profesión, asumió jubiloso este reto de redimir a un pueblo enfermo, que convalece entre la inseguridad, la desorganización, la ignominia y el rezago en obras públicas.
Bartra ocupó el primer lugar. En la segunda posición se ubicó el Partido Aprista Peruano y tercero fue el Partido Frente Amplio, que lidera el Dr. Jorge Gonzáles. Un resultado idéntico al pronóstico que auguré en mi anterior entrega. Más atrás fueron relegados Rita Ayasta y Lázaro Puicón.
Desde los primeros días Bartra debe actuar con sensatez y tender la mano a todos los candidatos perdedores. Integrarlos y asimilar las mejores ideas de sus planes de gobierno es un buen síntoma. Así los electores sabrán que por delante tenemos a un buen administrador, con capacidad de manejo y simpatía. La contienda política ya es cosa del pasado; las diferencias, enemistades y mezquindades ya no tienen cabida.
Alrededor de un centenar de llamadas telefónicas hechas a amigos y conciudadanos, caracterizados por su amor a la tierra que nos vio nacer, calificó como prioridad la puesta en marcha de un sistema de seguridad que devuelva tranquilidad a la población y permita que los cientos de turistas que cada día nos visitan se envuelvan en un ambiente de diversión culinaria y sosiego.
Acto seguido hicieron una urgente sugerencia. Tomar el toro por las astas en los temas de alumbrado público y los servicios de agua y alcantarillado. Luego ordenar el tráfico de mototaxis. Estas tareas deben ser compartidas con su cuerpo edilicio, otorgar responsabilidades y respaldar su trabajo. Gobernar es congregar y no disociar. La política es el arte de dialogar para construir consensos.
Luego de algunos meses de conocer la realidad económica-administrativa del municipio, Bartra Grosso necesita perfilar sus obras de infraestructura que tanto esperan los ciudadanos. El gran centro cívico, un moderno mercado de abastecimiento, un complejo deportivo acorde a los intereses de nuestra juventud monsefuana; y una acondicionada biblioteca que dibuje sonrisas de satisfacción entre sus concurrentes.
Darle un valor agregado al Fexticum es otra tarea, y para ello hay que rodearse de gente con visión empresarial. Buena parte del éxito de esta feria redundará en impuestos y ganancias para el municipio, los restaurantes de comida típica y nuestra atractiva rama de la artesanía.
Señor alcalde Miguel A. Bartra, usted cuenta con un respaldo masivo y le pido por nuestro convaleciente paciente llamado Monsefú, que no tenga miedo a morir, tenga miedo a no intentarlo (Jay Z). Le dejo una frase de aliento, pero también de compromiso, una frase del británico Winston Churchill que encierra el deseo de quienes creen en usted: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. Dios lo bendiga Sr. Bartra, la “pequeña patria” está ilusionada. (LCG)
jueves, 25 de septiembre de 2014
Elecciones municipales: añoramos un mejor despertar
Luis A. Castro Gavelán
El próximo domingo 5 de Octubre la ciudad de Monsefú, con cerca de 35,000 habitantes, se jugará su destino. Las elecciones municipales convocadas por las autoridades electorales del país seleccionarán un nuevo burgomaestre monsefuano en el sillón municipal, un nuevo líder que administre mejor la ciudad. Y en la disyuntiva en que estamos, con un desgobierno y atraso evidente, abrigamos esperanzas que esta vez no nos equivoquemos, que elijamos a la persona idónea, que seamos sensatos y valoremos que con nuestra decisión, estamos condenando a la ciudad; o en su defecto, impulsando un mejor despertar para Monsefú.

Siempre fui partidario de tener una nueva autoridad edil potenciada por consenso. Los años de atraso no nos permiten seguir jugando al gran bonetón. Sin embargo, los que juegan a la política y están llenos de arribismos e intereses personales, desoyeron lo que es mejor para Monsefú.
Pero el pueblo, que es el mejor juez, ya casi ha sentenciado a esos sordos… a la derrota electoral, y es evidente que eso va a ocurrir.
Ahora todo va quedando en manos de tres candidatos. Mi amigo de infancia y juventud, el doctor Jorge González, un aspirante que tiene buenas intenciones, pero su sesgo político le impide tener mayor carisma y llegar al conglomerado de la población.
Otro pretendiente es el joven ingeniero Manuel Pisfil. Representa al Partido Aprista y tiene fuertes argumentos. Su plan de gobierno auspiciado por buenos profesionales, y ex alcaldes como Vitucho Custodio y Pocho Custodio le da solidez a su propuesta; pero él no posee el roce, la experiencia y esos ingredientes que por la situación de Monsefú ( es un enfermo en cuidados intensivos) se requieren, y con urgencia.
El tercer candidato es Miguel Angel Bartra, un abogado de profesión que tiene mucha experiencia e incluso fue alcalde de Chiclayo. Bartra estuvo deshojando margaritas pero al final se decidió retornar al pueblo que lo vio nacer y por su habilidad política, sus años de experiencia y además, los contactos que tiene con el presidente regional ( que será reelegido), y otras autoridades, se perfila como el futuro burgomaestre.
Cuando estuve por Monsefú en el mes de junio, recorrí varias calles y arterias, y tuve la oportunidad de dialogar con mucha gente, incluso en el mercado (que esta vez lucía con mejor aspecto) y las opiniones fueron marcadas por una aceptación mayoritaria a Miguel Angel. Quienes están preocupados por la situación de Monsefú que, repito, está literalmente en cuidados intensivos, reconocen que no podemos seguir perdiendo el tiempo.
Hay una lógica, si tendríamos que escoger entre dos médicos para mejorar la salud de un paciente con graves problemas, como está Monsefú, yo confiaría en el facultativo con experiencia, y sería más escéptico con aquel que acaba de egresar de la Universidad. Los dos son profesionales, van a hacer el mismo esfuerzo; pero en estos menesteres el “veterano” tendrá mejores argumentos y pericias.
Mis queridos paisanos. Si están preocupados por el grado de inseguridad que viven nuestras familias, si cada día se encrespan de furia porque nuestro pueblo está estancado en su desarrollo, vamos a dar nuestro voto a quien merece. Y que esa persona sienta ese mayoritario respaldo que lo obligue a ejecutar con creces sus promesas electorales. Si no cumple, que sepa que mayoritariamente le haremos sentir nuestra repulsa.

A una semana de las elecciones, añoro ver al actual mercado convertido en un gran teatro cívico. Que el llamado “Plan maestro” culmine y no tengamos problemas con el agua y desagüe; que el Centro Social Progresista de Monsefú, apoyado por el nuevo alcalde, se convierta en una moderna biblioteca para dar servicio eficiente a nuestros estudiantes. Que no existan problemas de inseguridad, que la ciudad no esté convertida en un pandemónium por la escasa regulación del tránsito de vehículos menores, que hagamos frente a ese aberrante servicio de las empresas eléctricas. Añoro a nuestros agricultores y comerciantes vendiendo sus productos sin intermediarios en un gran mercado; vislumbro un renacer de nuestro alicaído Fexticum. Hay mucho por hacer, y quienes amamos a Monsefú, tenemos derecho a pensar que sí podemos sacar de “cuidados intensivos” a la ciudad que soñaron Manuel María Izaga, el doctor Miguel Custodio, el padre Carlos Conroy, Alfredo José Delgado Bravo, mi padre Luis Castro Capuñay, y otras tantas personalidades.
Hagamos un cambio por nuestro Monsefú. Dejemos de lado esas críticas con sátira que se convierten en bajezas y palabras inmundas. Hay que voltear la página, demostremos civismo sin abyecciones, hagamos cultura y expongamos ante el mundo de qué estamos hechos los hijos de esa “pequeña patria” llamada Monsefú.
Para que sepan que no solamente escribo, voy a proponer al futuro alcalde que, si realiza ese gran centro cívico, me comprometo a gestionar la presencia en Monsefú de catedráticos y científicos de EE.UU. y España para fomentar la cultura, para que ellos dicten charlas magistrales. Por lo menos unas tres a cuatro veces por año.
Queridos paisanos, hagamos un voto de conciencia, emitamos un voto con sabiduría y no se olviden que, como dijo el poeta libanés Jalil Gibran, “por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes”.(LCG)
El próximo domingo 5 de Octubre la ciudad de Monsefú, con cerca de 35,000 habitantes, se jugará su destino. Las elecciones municipales convocadas por las autoridades electorales del país seleccionarán un nuevo burgomaestre monsefuano en el sillón municipal, un nuevo líder que administre mejor la ciudad. Y en la disyuntiva en que estamos, con un desgobierno y atraso evidente, abrigamos esperanzas que esta vez no nos equivoquemos, que elijamos a la persona idónea, que seamos sensatos y valoremos que con nuestra decisión, estamos condenando a la ciudad; o en su defecto, impulsando un mejor despertar para Monsefú.

Siempre fui partidario de tener una nueva autoridad edil potenciada por consenso. Los años de atraso no nos permiten seguir jugando al gran bonetón. Sin embargo, los que juegan a la política y están llenos de arribismos e intereses personales, desoyeron lo que es mejor para Monsefú.
Pero el pueblo, que es el mejor juez, ya casi ha sentenciado a esos sordos… a la derrota electoral, y es evidente que eso va a ocurrir.
Ahora todo va quedando en manos de tres candidatos. Mi amigo de infancia y juventud, el doctor Jorge González, un aspirante que tiene buenas intenciones, pero su sesgo político le impide tener mayor carisma y llegar al conglomerado de la población.
Otro pretendiente es el joven ingeniero Manuel Pisfil. Representa al Partido Aprista y tiene fuertes argumentos. Su plan de gobierno auspiciado por buenos profesionales, y ex alcaldes como Vitucho Custodio y Pocho Custodio le da solidez a su propuesta; pero él no posee el roce, la experiencia y esos ingredientes que por la situación de Monsefú ( es un enfermo en cuidados intensivos) se requieren, y con urgencia.
El tercer candidato es Miguel Angel Bartra, un abogado de profesión que tiene mucha experiencia e incluso fue alcalde de Chiclayo. Bartra estuvo deshojando margaritas pero al final se decidió retornar al pueblo que lo vio nacer y por su habilidad política, sus años de experiencia y además, los contactos que tiene con el presidente regional ( que será reelegido), y otras autoridades, se perfila como el futuro burgomaestre.
Cuando estuve por Monsefú en el mes de junio, recorrí varias calles y arterias, y tuve la oportunidad de dialogar con mucha gente, incluso en el mercado (que esta vez lucía con mejor aspecto) y las opiniones fueron marcadas por una aceptación mayoritaria a Miguel Angel. Quienes están preocupados por la situación de Monsefú que, repito, está literalmente en cuidados intensivos, reconocen que no podemos seguir perdiendo el tiempo.
Hay una lógica, si tendríamos que escoger entre dos médicos para mejorar la salud de un paciente con graves problemas, como está Monsefú, yo confiaría en el facultativo con experiencia, y sería más escéptico con aquel que acaba de egresar de la Universidad. Los dos son profesionales, van a hacer el mismo esfuerzo; pero en estos menesteres el “veterano” tendrá mejores argumentos y pericias.
Mis queridos paisanos. Si están preocupados por el grado de inseguridad que viven nuestras familias, si cada día se encrespan de furia porque nuestro pueblo está estancado en su desarrollo, vamos a dar nuestro voto a quien merece. Y que esa persona sienta ese mayoritario respaldo que lo obligue a ejecutar con creces sus promesas electorales. Si no cumple, que sepa que mayoritariamente le haremos sentir nuestra repulsa.

A una semana de las elecciones, añoro ver al actual mercado convertido en un gran teatro cívico. Que el llamado “Plan maestro” culmine y no tengamos problemas con el agua y desagüe; que el Centro Social Progresista de Monsefú, apoyado por el nuevo alcalde, se convierta en una moderna biblioteca para dar servicio eficiente a nuestros estudiantes. Que no existan problemas de inseguridad, que la ciudad no esté convertida en un pandemónium por la escasa regulación del tránsito de vehículos menores, que hagamos frente a ese aberrante servicio de las empresas eléctricas. Añoro a nuestros agricultores y comerciantes vendiendo sus productos sin intermediarios en un gran mercado; vislumbro un renacer de nuestro alicaído Fexticum. Hay mucho por hacer, y quienes amamos a Monsefú, tenemos derecho a pensar que sí podemos sacar de “cuidados intensivos” a la ciudad que soñaron Manuel María Izaga, el doctor Miguel Custodio, el padre Carlos Conroy, Alfredo José Delgado Bravo, mi padre Luis Castro Capuñay, y otras tantas personalidades.
Hagamos un cambio por nuestro Monsefú. Dejemos de lado esas críticas con sátira que se convierten en bajezas y palabras inmundas. Hay que voltear la página, demostremos civismo sin abyecciones, hagamos cultura y expongamos ante el mundo de qué estamos hechos los hijos de esa “pequeña patria” llamada Monsefú.
Para que sepan que no solamente escribo, voy a proponer al futuro alcalde que, si realiza ese gran centro cívico, me comprometo a gestionar la presencia en Monsefú de catedráticos y científicos de EE.UU. y España para fomentar la cultura, para que ellos dicten charlas magistrales. Por lo menos unas tres a cuatro veces por año.
Queridos paisanos, hagamos un voto de conciencia, emitamos un voto con sabiduría y no se olviden que, como dijo el poeta libanés Jalil Gibran, “por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes”.(LCG)
domingo, 8 de junio de 2014
A la memoria del profesor Castro
Escribe:
Luis A. Castro Gavelán
A poco tiempo de cumplir los 86 años dejó de existir uno de los hijos más notables de Monsefú, el profesor Luis Isaías Castro Capuñay.
Las dolencias de los años vividos acrecentaron en los últimos días y un paro respiratorio apagó su mortal vida para conducirlo a la inmortalidad, a las once y cuarenta y cinco minutos de la noche del sábado 31 de mayo, pese a los esfuerzos de los médicos del hospital Almanzor Aguinaga de Chiclayo.
Su deceso provocó un inconmensurable dolor en sus familiares, tan igual como aconteció con el Perú entero aquel fatídico 31 de mayo de 1970, cuando un terremoto segó la vida de casi cien mil personas.
La pérdida de un ser querido es infausta y dura de absorber. Y las demostraciones de la esposa, hijos, parientes, amigos, ex alumnos y conciudadanos de Monsefú no dejan dudas que así fue. Porque como decía el escritor francés René de Chateaubriand, “la muerte es más dura asumirla que padecerla”.
Su extensa labor como educador en Monsefú, Pimentel, Ciudad Eten, Cañaris, Callanca, Santa Rosa; su trabajo periodístico, su labor como político y miembro de muchas instituciones; y su especial dedicación a la investigación sobre la historia de su amado pueblo de Monsefú, impulsaron a quienes en vida conocieron de su jovialidad, de su afán de servicio y su especial marca de pedagogo; para llorar atribulados, mostrar su pesar y reconocer que Monsefú ha perdido a un grande, a un escritor con méritos y a un hijo insigne.
Hijo del maestro Federico Castro, Luis Isaías supo doblegar con su legado, la inmensa valla dejada por su famoso padre. En la memoria del Perú entero está el reconocimiento del gobierno peruano en 1990, al conferirle las Palmas Magisteriales del Perú en “consideración a su aporte extraordinario a la educación y a la cultura”. En memoria de los monsefuanos y amantes de la cultura están los libros y poemas escritos por el profesor Castro: “Pinceladas históricas”, Monsefú: memorias de un pueblo líder, tomos I y II; entre otros.
“Era pequeño de tamaño, pero grande de corazón”… “le gustaba caminar rápido y saludar con la mano en alto a las personas”… “Era mi maestro y segundo padre a la vez”… “Parecía un niño junto a sus alumnos, era muy jovial y daba confianza, hasta lloraba junto a nosotros cuando teníamos problemas”. Así opinan de él quienes lo conocieron. Y ese veredicto es válido para recordarlo. Pero además es grato evocarlo por su amor a la lectura, su biblioteca llena de libros y un sinnúmero de recortes periodísticos sobre tema de interés nacional y mundial; su fascinación por los vals y la cumbia peruana, sus gestos para bailar y su pasión por el fútbol.
Sepelio del profesor Castro
En la época que dirigía la escuela “Sabogal”, los pollos, pavos, botellas de licor y vegetales para casi un mes, recibía de parte de sus alumnos que lo homenajeaban por su cumpleaños o por el día del maestro. Eran gestos de identificación con el profe que despertaba a las cuatro de la madrugada para preparar sus clases, con el escritor que desistía utilizar la máquina Olivetti y prefería preparar sus escritos a puño y letra.
Igual ocurrió con sus estudiantes de Pimentel, Ciudad Eten o Callanca. Recibía regalos por doquier, eran muestras de afecto al maestro querido. Alguna vez en Callanca –para su cumpleaños- tuvo tantos obsequios que alrededor de treinta personas, entre padres de familia y niños, lo acompañaron en su habitual caminata de cuarenta minutos hacia la carretera Panamericana Norte, entre el polvo y el camino maltrecho. El maestro Castro contaba cuentos que imaginaba y despertaba sentimientos de emoción, de alegría y solidaridad. Así llegaron a su destino y un ex alumno, que pasó ocasionalmente en su auto, tomó la posta y condujo gratuitamente al maestro bonachón a su casa. ¡Los gajes de la fama!
Algunas veces acompañé al maestro Castro por las calles de Monsefú solo para cumplir con alguna apuesta. Y sin que mi padre lo supiera ganaba algunas monedas en inusitadas competencias consistentes en saber el número de saludos que recibía por la calle durante el trayecto: “profesor, buenos días”, “maestro, buenos días”, “don Luchito, buenos días”, eran las reiteradas frases que se cumplían religiosamente gracias a su fama de educador y buen ciudadano.
Desde que nació el 19 de agosto de 1928, siempre tuvo vocación por los estudios, vivió enamorado de su tierra natal y se preparó con eficiencia. Por eso sus estudios secundarios los hizo en Lima, en los dos mejores colegios de la época: Guadalupe y Alfonso Ugarte. Se profesionalizó en universidades de Lima y Chiclayo.
Se inclinó por la pedagogía desde muy temprano. Su padre fue su ejemplo a imitar y gracias a su compromiso con la educación también conoció a Dora Gavelán, la mujer que lo cautivó cuando alguna vez salió reina de los carnavales del “Centro Social Monsefú”. Ambos coincidieron en algunas reuniones de clubes; él fascinado por su belleza; y ella, deslumbrada por su facilidad de palabra, por su prestigio de dirigente comunal y profesor con notoriedad. Los diez años de diferencia de edad no importaron. Ella de 17, no vaciló en aceptar al profesional de 27.
Vivieron felices por 56 años y fruto de ese amor tuvieron a Mercedes, Luis, Rubén, Dora Liliana, Alicia, Federico, Augusto y Rosita.
Los ocho hijos del profesor Castro junto a la viuda, Dora Gavelán
En sus años de vida recibió múltiples homenajes y galardones; pero por sobre todo el amor de sus hijos, de su esposa, de su “ministra de finanzas” y de alguien que se constituyó en su punto de apoyo, su hija Dora Liliana, a quien confió y respetó mucho. Murió feliz, y por eso coincido con el político sudafricano Nelson Mandela, quien antes de morir dijo que “La muerte es algo inevitable, pero cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber … para con su pueblo y su país, puede descansar en paz”. Considero que Luis I. Castro Capuñay hizo ese esfuerzo y por lo tanto, nunca se le olvidará. Así lo corroboraron acongojadas y entre llantos sus colegas del 11029 durante un homenaje póstumo. ..Luis Isaías, nunca te olvidaré!!! ( LCG)
Luis A. Castro Gavelán
A poco tiempo de cumplir los 86 años dejó de existir uno de los hijos más notables de Monsefú, el profesor Luis Isaías Castro Capuñay.
Las dolencias de los años vividos acrecentaron en los últimos días y un paro respiratorio apagó su mortal vida para conducirlo a la inmortalidad, a las once y cuarenta y cinco minutos de la noche del sábado 31 de mayo, pese a los esfuerzos de los médicos del hospital Almanzor Aguinaga de Chiclayo.
Su deceso provocó un inconmensurable dolor en sus familiares, tan igual como aconteció con el Perú entero aquel fatídico 31 de mayo de 1970, cuando un terremoto segó la vida de casi cien mil personas.
La pérdida de un ser querido es infausta y dura de absorber. Y las demostraciones de la esposa, hijos, parientes, amigos, ex alumnos y conciudadanos de Monsefú no dejan dudas que así fue. Porque como decía el escritor francés René de Chateaubriand, “la muerte es más dura asumirla que padecerla”.
Su extensa labor como educador en Monsefú, Pimentel, Ciudad Eten, Cañaris, Callanca, Santa Rosa; su trabajo periodístico, su labor como político y miembro de muchas instituciones; y su especial dedicación a la investigación sobre la historia de su amado pueblo de Monsefú, impulsaron a quienes en vida conocieron de su jovialidad, de su afán de servicio y su especial marca de pedagogo; para llorar atribulados, mostrar su pesar y reconocer que Monsefú ha perdido a un grande, a un escritor con méritos y a un hijo insigne.
Hijo del maestro Federico Castro, Luis Isaías supo doblegar con su legado, la inmensa valla dejada por su famoso padre. En la memoria del Perú entero está el reconocimiento del gobierno peruano en 1990, al conferirle las Palmas Magisteriales del Perú en “consideración a su aporte extraordinario a la educación y a la cultura”. En memoria de los monsefuanos y amantes de la cultura están los libros y poemas escritos por el profesor Castro: “Pinceladas históricas”, Monsefú: memorias de un pueblo líder, tomos I y II; entre otros.
“Era pequeño de tamaño, pero grande de corazón”… “le gustaba caminar rápido y saludar con la mano en alto a las personas”… “Era mi maestro y segundo padre a la vez”… “Parecía un niño junto a sus alumnos, era muy jovial y daba confianza, hasta lloraba junto a nosotros cuando teníamos problemas”. Así opinan de él quienes lo conocieron. Y ese veredicto es válido para recordarlo. Pero además es grato evocarlo por su amor a la lectura, su biblioteca llena de libros y un sinnúmero de recortes periodísticos sobre tema de interés nacional y mundial; su fascinación por los vals y la cumbia peruana, sus gestos para bailar y su pasión por el fútbol.
Sepelio del profesor Castro
En la época que dirigía la escuela “Sabogal”, los pollos, pavos, botellas de licor y vegetales para casi un mes, recibía de parte de sus alumnos que lo homenajeaban por su cumpleaños o por el día del maestro. Eran gestos de identificación con el profe que despertaba a las cuatro de la madrugada para preparar sus clases, con el escritor que desistía utilizar la máquina Olivetti y prefería preparar sus escritos a puño y letra.
Igual ocurrió con sus estudiantes de Pimentel, Ciudad Eten o Callanca. Recibía regalos por doquier, eran muestras de afecto al maestro querido. Alguna vez en Callanca –para su cumpleaños- tuvo tantos obsequios que alrededor de treinta personas, entre padres de familia y niños, lo acompañaron en su habitual caminata de cuarenta minutos hacia la carretera Panamericana Norte, entre el polvo y el camino maltrecho. El maestro Castro contaba cuentos que imaginaba y despertaba sentimientos de emoción, de alegría y solidaridad. Así llegaron a su destino y un ex alumno, que pasó ocasionalmente en su auto, tomó la posta y condujo gratuitamente al maestro bonachón a su casa. ¡Los gajes de la fama!
Algunas veces acompañé al maestro Castro por las calles de Monsefú solo para cumplir con alguna apuesta. Y sin que mi padre lo supiera ganaba algunas monedas en inusitadas competencias consistentes en saber el número de saludos que recibía por la calle durante el trayecto: “profesor, buenos días”, “maestro, buenos días”, “don Luchito, buenos días”, eran las reiteradas frases que se cumplían religiosamente gracias a su fama de educador y buen ciudadano.
Desde que nació el 19 de agosto de 1928, siempre tuvo vocación por los estudios, vivió enamorado de su tierra natal y se preparó con eficiencia. Por eso sus estudios secundarios los hizo en Lima, en los dos mejores colegios de la época: Guadalupe y Alfonso Ugarte. Se profesionalizó en universidades de Lima y Chiclayo.
Se inclinó por la pedagogía desde muy temprano. Su padre fue su ejemplo a imitar y gracias a su compromiso con la educación también conoció a Dora Gavelán, la mujer que lo cautivó cuando alguna vez salió reina de los carnavales del “Centro Social Monsefú”. Ambos coincidieron en algunas reuniones de clubes; él fascinado por su belleza; y ella, deslumbrada por su facilidad de palabra, por su prestigio de dirigente comunal y profesor con notoriedad. Los diez años de diferencia de edad no importaron. Ella de 17, no vaciló en aceptar al profesional de 27.
Vivieron felices por 56 años y fruto de ese amor tuvieron a Mercedes, Luis, Rubén, Dora Liliana, Alicia, Federico, Augusto y Rosita.
Los ocho hijos del profesor Castro junto a la viuda, Dora Gavelán
En sus años de vida recibió múltiples homenajes y galardones; pero por sobre todo el amor de sus hijos, de su esposa, de su “ministra de finanzas” y de alguien que se constituyó en su punto de apoyo, su hija Dora Liliana, a quien confió y respetó mucho. Murió feliz, y por eso coincido con el político sudafricano Nelson Mandela, quien antes de morir dijo que “La muerte es algo inevitable, pero cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber … para con su pueblo y su país, puede descansar en paz”. Considero que Luis I. Castro Capuñay hizo ese esfuerzo y por lo tanto, nunca se le olvidará. Así lo corroboraron acongojadas y entre llantos sus colegas del 11029 durante un homenaje póstumo. ..Luis Isaías, nunca te olvidaré!!! ( LCG)
sábado, 22 de febrero de 2014
El milagro hecho mujer
Luis A. Castro
Doña Petronila se levanta a las cinco de la madrugada. Ella sabe como ordeñar las vacas y mientras su esposo acude temprano al campo, ella se da tiempo para extraer la leche, venderla a sus clientes y regresar, ayudada por el viento, para preparar el desayuno de sus hijos, alistarlos y llevarlos a la escuela.
Doña Tomasa vende su chicha de jora y frutas. Ella apoya económicamente al sustento de su hogar y tiene energía suficiente para velar el crecimiento de sus seis hijos.
La señora Andrea carga sobre sus hombros- premunida de una pequeña sábana- al menor de sus vástagos. Así tiene las manos libres para dedicarse a las tareas del hogar: barrer, lavar, cocinar, planchar, educar e incluso amar al esposo.
La señora Rosa se levanta a las cuatro de la madrugada. Ella va a la Junta de Regantes para conseguir el agua que los terrenos de su esposo necesitan para así empezar con el sembrío de arroz. Luego acude al mercado para vender las frutas y verduras que su cónyuge cosecha. Con ese dinero da apoyo económico al esposo para adquirir los fertilizantes y pesticidas que urgen en las actividades agrícolas.
Doña anónima es abuela ahora, sus hijos son profesionales y ella sigue cuidando de sus nietos. Está orgullosa de su primogénito abogado, de su joven enfermera, de su famoso arquitecto. Incluso su sobrina es alcaldesa. Son gente de bien.
Todas estas mujeres tienen algo en común. Ella son monsefuanas, madres de familia honorables y lo que es mejor, cargan sobre sus hombros la responsabilidad de dar a la sociedad hombres de bien. Para ello llevan una vida al filo del sacrificio, son abnegadas, fieles y altruistas; pacientes, perseverantes y amorosas. Son un verdadero prototipo de las mujeres peruanas y del mundo, que lo dan todo por amor al marido y una pasión desmedida por sus vástagos.
Estas mujeres distan mucho de aquella monsefuana que presentan en un programa televisivo limeño y por el contrario la denigran. Por eso la voz de protesta y las acciones lideradas por un grupo de personas que comunica la noticia en Monsefú, y que ha sido secundada por mucha gente.
Es increible como la imagen de la mujer monsefuana, deshonrada por afanes mercantilistas, ha servido para juntar en un solo escenario a hombres y mujeres con ideas políticas dispares; a autoridades y representantes de instituciones que en otras circunstancias se dicen la vela verde y nunca llegan a buen puerto para defender los intereses de Monsefú.
Disgregando sus intereses personales y partidaristas, cientos de personas dieron muestras de civismo y no dudo que sus gestiones tendrán eco.
A la mujer, no se puede ofender ni con el pétalo de una rosa. Y eso ha quedado demostrado cuando plausibles monsefuanos salieron con coraje y valor a defender su honra. Tuvo que ser este bendito personaje que el mundo admira, el milagro de juntar a gente de todos los colores y sabores.
¿Entonces me pregunto… hay que agraviar a una dama para que existan este tipo de reuniones llenas de civismo?
Ojalá que a partir de esta convocatoria se den otras más para tocar temas álgidos como el avance de la criminalidad, la falta de planificación para ordenar el tránsito y todas esas obras que han detenido nuestro avance. Un colega periodista de la capital, que en los años ochenta visitó Monsefú, me aseveró atribulado que la “Ciudad de las flores” está estancada, como si hubiera retrocedido unos veinte años.
La campaña electoral ya se dio inicio. Y yo sigo pregonando que urgimos de un candidato único, de una persona que llegue al sillón municipal por consenso, alguien que tenga sentido patriótico, alguien que ponga orden sin intereses personales y administre la ciudad sin afanes de lucro.
Que los apristas, belaundistas, humalistas , fujimoristas, humanistas y cuantos istas existan, se junten y por el bien de Monsefú, hagan algo que sirva de ejemplo y modelo para el Perú. Soñar no cuesta nada, mucho menos cuando se anhela un bien común. Que la mujer y Monsefú salgan ganando, se les revalore y dignifique. ( LCG)
domingo, 24 de noviembre de 2013
Un candidato de consenso
Luis A. Castro Gavelán
El próximo año 2014, que está a la vuelta de la esquina, habrá elecciones regionales y municipales para renovar a nuestras autoridades. En nuestra ciudad ya se vislumbran admisibles aspirantes, coquetos políticos en ciernes deseosos de una aventura edil tal vez con buenos deseos. Hay otros que pretenden prolongar su aciaga gestión como si la “mamadera” es también para adultos.
Mientras esto ocurre, Monsefú vive en la modorra, enfrenta un proceso de inactividad decorada por algunas obras de carácter populista ejecutadas por una figura femenina que es sinónimo de la mentira, del no soy culpable, del pido perdón, del no estuve enterada y que para seguir vigente regala caramelos, baldes, kilos de arroz y pescado. Nuestra alcaldesa quiere enquistarse en el sillón municipal y continuar con su pésima gestión, anhela persistir con sus tontos enfrentamientos con sus regidores, desdeña entregar las cuentas claras y cree ser dueña absoluta de la verdad. Pero su mandato es execrable y tal vez por ello las ratas se sienten con derecho de participar y se pasean durante las sesiones municipales.
Dentro de esta inanición nuestra sufrida población denuncia que “el plan maestro” del servicio de alcantarillado está paralizado en medio de cuestionables manejos económicos y administrativos que no dudo van direccionados a terminar en despachos fiscales y del Poder Judicial. El tránsito es caótico, el agua llega a cuentagotas a los hogares mientras suben las tarifas del alumbrado eléctrico, el agua potable. El vetusto mercado atiborrado de comerciantes y compradores lanza a gritos varios SOS.
Párrafo aparte es la inseguridad ciudadana, la ascendente actividad criminal, los robos a cualquier hora, con una policía que intenta pero no consigue detener esa ola delictiva, mientras poco se hace a nivel de prevención.
Más de una oportunidad los camiones que recogen la basura y desperdicios se malogran y las calles lucen ataviadas de papeles y deshechos. La autoridad municipal no hace su trabajo con eficiencia, pero tampoco existe cultura cívica y nuestra población es pusilánime al momento de colaborar.
Con todos estos ingredientes que acabo de mencionar, es obvio que en los últimos diez años hemos retrocedido ostensiblemente y quienes estamos identificados con la tierra que nos vio nacer creemos que es tiempo de zanjar esta infausta etapa, de salir del ostracismo.
Por ello me dirijo a los buenos monsefuanos, a levantar la bandera de la solidaridad por nuestra patria chica. En buena hora que Felipe Vallejo le haya inyectado entusiasmo a su gestión y ejecute actividades culturales en el Centro Social Progresista. Ese es el camino, la cultura, la educación, el ánimo de cambiar la lenidad por la bravura de nuestra sangre mochica; el conformismo por ese espíritu progresista.
Mi propuesta es que sacrifiquemos el partidarismo y el caudillismo barato por un candidato de consenso, que elijamos con civismo a una persona idónea. Me agradaría que el Comité Cívico integrado por hombres probos como Lucho Custodio y el contador Jorge Vallejo Uceda encabecen junto a Felipe Vallejo y Arturo Boggio un encuentro con dirigentes como “Vitucho” Custodio, “Pocho” Custodio, el ingeniero Angel Pejerrey y alguno de los hermanos Bartra. Tampoco deben faltar en esa reunión de aquiescencia Limberg Chero, el ingeniero Eduardo Huertas, Marcos Guevara, el doctor Jesús “Chito” Custodio, el pintor nacional Félix Flores. Los propietarios de restaurantes deben hacer su asociación y nombrar a su representante. A este grupo pueden unirse con todo ese bagaje de experiencia dos personalidades monsefuanas de fama nacional e internacional: el ingeniero Manuel Casas Salazar y el doctor Francisco Farro Custodio. Por supuesto, debe participar también un representante del Club Monsefú con sede en Lima.
No podemos darnos el lujo de mantener a Monsefú en hibernación. Es hora de las decisiones sabias y por eso Paulo Coehlo tiene algo que decir: “Todos los días Dios nos da un momento en que es posible cambiar todo lo que nos hace infelices. El instante mágico es el momento en que un sí o un no pueden cambiar toda nuestra existencia".
Amerita para Monsefú un candidato de consenso que le gane a la apatía y a quienes ofrecen prebendas a cambio del voto. Que el Centro Social Progresista ayude a cambiar conciencias, que invite a Manuel Casas para sus charlas culturales. El es un abanderado de la ingeniería, ganador de muchos premios y un conspicuo docente. Que se invite al doctor Francisco Farro, un famoso monsefuano experto en Planeamiento y Gestión Estratégica, Asesor de la Academia Diplomática del Perú, expositor en congresos nacionales e internacionales que junto a mi padre tienen la reputación de haber ganado las Palmas Magisteriales del Perú. Increíble, ahora que estoy haciendo un doctorado en la Universidad Complutense de Madrid, España, este ilustre paisano figura como asesor de tesis doctoral en dicho centro de estudios.
Tantos monsefuanos hay en el mundo que dictan cátedra de lo que debe ser una persona idónea, y nuestro Monsefú no merece estar en el sitial en que está postrado. Hagamos juntos algo por nuestra tierra, que la sabiduría gane y el amor por nuestro terruño prepondere. Animo paisanos, con voluntad y decisión…todo se puede. Me despido con una frase de Albert Einstein, que es propicia “Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad”. ( Luis Castro G.)
El próximo año 2014, que está a la vuelta de la esquina, habrá elecciones regionales y municipales para renovar a nuestras autoridades. En nuestra ciudad ya se vislumbran admisibles aspirantes, coquetos políticos en ciernes deseosos de una aventura edil tal vez con buenos deseos. Hay otros que pretenden prolongar su aciaga gestión como si la “mamadera” es también para adultos.
Mientras esto ocurre, Monsefú vive en la modorra, enfrenta un proceso de inactividad decorada por algunas obras de carácter populista ejecutadas por una figura femenina que es sinónimo de la mentira, del no soy culpable, del pido perdón, del no estuve enterada y que para seguir vigente regala caramelos, baldes, kilos de arroz y pescado. Nuestra alcaldesa quiere enquistarse en el sillón municipal y continuar con su pésima gestión, anhela persistir con sus tontos enfrentamientos con sus regidores, desdeña entregar las cuentas claras y cree ser dueña absoluta de la verdad. Pero su mandato es execrable y tal vez por ello las ratas se sienten con derecho de participar y se pasean durante las sesiones municipales.
Dentro de esta inanición nuestra sufrida población denuncia que “el plan maestro” del servicio de alcantarillado está paralizado en medio de cuestionables manejos económicos y administrativos que no dudo van direccionados a terminar en despachos fiscales y del Poder Judicial. El tránsito es caótico, el agua llega a cuentagotas a los hogares mientras suben las tarifas del alumbrado eléctrico, el agua potable. El vetusto mercado atiborrado de comerciantes y compradores lanza a gritos varios SOS.
Párrafo aparte es la inseguridad ciudadana, la ascendente actividad criminal, los robos a cualquier hora, con una policía que intenta pero no consigue detener esa ola delictiva, mientras poco se hace a nivel de prevención.
Más de una oportunidad los camiones que recogen la basura y desperdicios se malogran y las calles lucen ataviadas de papeles y deshechos. La autoridad municipal no hace su trabajo con eficiencia, pero tampoco existe cultura cívica y nuestra población es pusilánime al momento de colaborar.
Con todos estos ingredientes que acabo de mencionar, es obvio que en los últimos diez años hemos retrocedido ostensiblemente y quienes estamos identificados con la tierra que nos vio nacer creemos que es tiempo de zanjar esta infausta etapa, de salir del ostracismo.
Por ello me dirijo a los buenos monsefuanos, a levantar la bandera de la solidaridad por nuestra patria chica. En buena hora que Felipe Vallejo le haya inyectado entusiasmo a su gestión y ejecute actividades culturales en el Centro Social Progresista. Ese es el camino, la cultura, la educación, el ánimo de cambiar la lenidad por la bravura de nuestra sangre mochica; el conformismo por ese espíritu progresista.
Mi propuesta es que sacrifiquemos el partidarismo y el caudillismo barato por un candidato de consenso, que elijamos con civismo a una persona idónea. Me agradaría que el Comité Cívico integrado por hombres probos como Lucho Custodio y el contador Jorge Vallejo Uceda encabecen junto a Felipe Vallejo y Arturo Boggio un encuentro con dirigentes como “Vitucho” Custodio, “Pocho” Custodio, el ingeniero Angel Pejerrey y alguno de los hermanos Bartra. Tampoco deben faltar en esa reunión de aquiescencia Limberg Chero, el ingeniero Eduardo Huertas, Marcos Guevara, el doctor Jesús “Chito” Custodio, el pintor nacional Félix Flores. Los propietarios de restaurantes deben hacer su asociación y nombrar a su representante. A este grupo pueden unirse con todo ese bagaje de experiencia dos personalidades monsefuanas de fama nacional e internacional: el ingeniero Manuel Casas Salazar y el doctor Francisco Farro Custodio. Por supuesto, debe participar también un representante del Club Monsefú con sede en Lima.
No podemos darnos el lujo de mantener a Monsefú en hibernación. Es hora de las decisiones sabias y por eso Paulo Coehlo tiene algo que decir: “Todos los días Dios nos da un momento en que es posible cambiar todo lo que nos hace infelices. El instante mágico es el momento en que un sí o un no pueden cambiar toda nuestra existencia".
Amerita para Monsefú un candidato de consenso que le gane a la apatía y a quienes ofrecen prebendas a cambio del voto. Que el Centro Social Progresista ayude a cambiar conciencias, que invite a Manuel Casas para sus charlas culturales. El es un abanderado de la ingeniería, ganador de muchos premios y un conspicuo docente. Que se invite al doctor Francisco Farro, un famoso monsefuano experto en Planeamiento y Gestión Estratégica, Asesor de la Academia Diplomática del Perú, expositor en congresos nacionales e internacionales que junto a mi padre tienen la reputación de haber ganado las Palmas Magisteriales del Perú. Increíble, ahora que estoy haciendo un doctorado en la Universidad Complutense de Madrid, España, este ilustre paisano figura como asesor de tesis doctoral en dicho centro de estudios.
Tantos monsefuanos hay en el mundo que dictan cátedra de lo que debe ser una persona idónea, y nuestro Monsefú no merece estar en el sitial en que está postrado. Hagamos juntos algo por nuestra tierra, que la sabiduría gane y el amor por nuestro terruño prepondere. Animo paisanos, con voluntad y decisión…todo se puede. Me despido con una frase de Albert Einstein, que es propicia “Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad”. ( Luis Castro G.)
domingo, 3 de noviembre de 2013
La marinera en Monsefú…tiene otro sabor
Luis A. Castro Gavelán
Una inusual reunión para reverdecer la tradicional y simpática marinera monsefuana se efectuó en las instalaciones de radio “La Norteña” gracias al poder de convocatoria que tiene el responsable del programa radial “La verdad es noticia”, Felipe Vallejo. Varios alcaldes de la zona aportaron su tiempo e ideas para consolidar una actividad destinada a reivindicar el estilo de nuestra marinera, caracterizada por ser una fiel expresión de lo que emana del corazón, llena de sabor, picardía y garbo; contra la elegancia de la “marinera trujillana”, demasiado estilizada pero que a su favor tiene el eco propagandístico a nivel nacional.
Y celebro este encuentro de burgomaestres porque reconocen que nuestra marinera peruana tiene dos estilos bien diferenciados: la monsefuana y la trujillana; pero que al mismo tiempo enriquecen esta peruanísima danza que está por encima de ritmos similares como la cueca o chilena, de Chile; la zamba argentina o la cueca de Bolivia.
Esta danza declarada patrimonio nacional, que tuvo por madre a la zamacueca ( danza colonial del siglo XIX), nació como producto del mestizaje engendrado tras el descubrimiento de América . No queremos entrar en detalles sobre este acápite; pero sí queremos convenir que la marinera peruana ha consolidado su presencia con dos estilos bien marcados: la monsefuana y la trujillana. La marinera de Trujillo, estilizada, como dije, tiene sus variantes en la denominada marinera limeña, elegante y cadenciosa. Otras tendencias son aquellas que se bailan en la serranía del Perú con una acrecentada influencia del huayno.
Pero la nuestra es otra cosa, la marinera monsefuana se baila descalzo, enseñoreando el pañuelo, la pareja actúa con vivacidad, un toque de coquetería y mucha improvisación. Enriquece esta danza los contrapunteos a base de frases picantes y audaces expresiones que invitan a la jarana, al criollismo nato rojo y blanco. Esas eran las marineras que se bailaban en las fiestas del malogrado doctor Miguel Custodio, en las casas-quintas como de don “Izique”, las celebraciones de los Senmache, los Romero, los Pisfil, los Flores; o aquella que en los setenta danzaba el buen “Charún” Casas con la profesora Norma Irigollen.
Entonces los tres alcaldes invitados, Alejandro Ñíquen de Ciudad Eten, Julio Huertas de Reque y Jaime Contreras, de Puerto Eten, acordaron impulsar el próximo mes de julio del 2014, con motivo del Fexticum, una actividad departamental donde cada distrito, incluidos los que integran la Mancomunidad Mochica presentará dos marineras que son el fiel reflejo de la peculiaridad monsefuana, incluida su alegoría, con una exclusiva agenda: dar un impulso y recuperar el tiempo que ya nos tiene ganado Trujillo. Los ocho distritos del circuito mochica harán gala de una sincronía, una sana competencia de la que saldrá ganando –sin duda- nuestra danza con categoría de Patrimonio Nacional.
Casi al finalizar la reunión, apareció la quisquillosa alcadesa de Monsefú, Rita Ayasta, cuya desgastada imagen le juega una mala pasada. Sus mentiras y personalidad dotadas de un molieresco tartufo se hicieron presentes para saludar –como anfitriona- la visita de sus colegas.
A todas luces la idea es fantástica, suena rimbombante y gallarda. Nuestro tradicional estilo de bailar marinera va camino a recuperar su sitial, gracias este compromiso de los alcaldes y la feliz iniciativa de Felipe Vallejo. Pero el periodista también goza del respaldo de un inconmensurable defensor de lo nuestro, el conductor del sintonizado programa radial “Corazón norteño” y propietario de radio “La Norteña” César Flores.
A César hay que agradecer su aporte para cultivar lo nuestro. Tiene una encomiable biblioteca musical de marinera y de música criolla. Entonces al César lo que es del César.
Ahora hay que rogar que ese acuerdo se lleve a cabo. Algunas dudas me embargan porque esta nueva camada de políticos tiene una protuberancia adicional en la nariz. Sus propios conciudadanos los acusan de no hacer bien la labor edil encomendada. Ellos no son de alta alcurnia, ellos son de “alta mecedora” con la que pasean y pasean, principalmente el salaz Alejandro Ñíquen.
Así lo dijeron una treintena de personas a las que llamé por teléfono para saber su opinión sobre la autoridad municipal que los gobierna. Y los de Reque, Monsefú, Ciudad Eten y Puerto Eten tuvieron nota desaprobatoria. Entonces me vino a la memoria ese magnífico cuento del extinto Nobel de Portugal don José Saramago.. “ La nieve negra”, donde dice que hay que tener cuidado con los niños, porque son seres extraños que se vuelven hacia nosotros con sus rostros lozanos, que son irónicos y gentiles, débiles e implacables, y siempre ajenos…son una especie desconocida, como lo son nuestros alcaldes.
Que este proyecto se cristalice y no tenga un sápido amargo. Gánense la gloria señores burgomaestres y hagan realidad ese festival histórico, consuetudinario y secular. La “china” Miura ya alista pañuelos para dar lo suyo. Ella puede asesorar a quienes van a representar a sus distritos en este epónimo concurso que al mismo tiempo ayudará a mejorar las actividades del Fexticum 2014.
( Agradecimiento a César Flores por las fotografías )
sábado, 5 de octubre de 2013
Un nuevo motivo de orgullo: el loche
Luis A. Castro
“No lo molestes que está con su loche”, escuché por doquier en mis tiempos que trajinaba por las calles de mi Monsefú. Y eso era un indicativo para evitar dirigir la palabra a alguien que estaba molesto, un tanto furioso. Lo escuché entre los vecinos, la familia, amigos e incluso algún “franelero” concejal que pretendía evitar que nos acercáramos al alcalde de entonces, quien había tenido una agria sesión municipal.
Pero el loche no es solamente un vocablo para identificar a la persona contrariada de carácter, sino que es un producto vegetal con grandes condiciones alimenticias, con un toque mágico de aroma y sabor innato que lo han hecho importante en nuestra gastronomía.
Y hay algo de lo que debemos sentirnos orgullosos: el loche es uno de los ocho productos peruanos con denominación de origen. Así como lo leen, un producto nacional de la misma condición del pisco, el café de Villa Rica, la maca de Junín, el maíz del Cusco, la cerámica de Chulucanas, entre otros.
El loche tiene esa envidiable posición en el Perú y para honra nuestra, se cultiva en exclusiva en el departamento de Lambayeque, en tierras privilegiadas como las de Callanca, Monsefú, y otras tantas parcelas de las provincias lambayecanas, de acuerdo a la información proporcionada por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO)
En síntesis, el producto que cultivan los monsefuanos en Cúsupe, Alicán Grande y muchas chacras a orillas del río Reque se ha tornado emblemático y está inmerso en una gama de proyectos debido al interés que han mostrado investigadores y científicos de muchas universidades del país. “Gracias a su microclima, la humedad característica y los nutrientes peculiares de los suelos callancanos y de Cúsupe, esta hortaliza del género de los cucúrbitas posee calorías, carbohidratos, calcio, fósforo, vitamina A y C, hierro; y además tiene antioxidantes que fortalecen el sistema inmunológico de los consumidores”, nos dijo un científico de la FAO. Como si fuera poco, el loche también contiene un elevado contenido de beta-caroteno y alfa-caroteno, que está comprobado, ayuda a disminuir las posibilidades de cáncer de próstata y afecciones cardíacas.
Entonces ya sabe amigo lector, imagínese todo lo que proporciona a su cuerpo en ese delicioso arroz con cabrito, el arroz con pato o simplemente esos trozos de loche sancochados con su cebolla impregnada de limón, sal y un toque de ají.
Qué bueno que el Instituto Nacional de Defensa de la Competencia de la Protección de la Propiedad Intelectual, Indecopi, ha confirmado que el producto–legado de la cultura mochica es oriundo de Lambayeque, qué bien que nuestros campesinos de Callanca piensen en grande y hayan dado el primer paso para industrializarlo. Ya están vendiendo pasta de loche “San Benito”. Y quienes nos sentimos identificados con lo nuestro debemos apoyar ese proyecto. No está demás afirmar que en Illimo, Mórrope y Túcume también intentan vender harina de loche y que en Lambayeque ya experimentan el famoso King Kong con manjar de loche.
Se prevé un incremento en el consumo del loche cuya planta rastrera da frutos cada cinco meses. Con trabajo organizado y la presencia de organismos agrícolas del Estado para asesorar a nuestros campesinos podemos soñar con un éxito a corto plazo, como ha ocurrido con la quinua, cuya fama ha superado límites inimaginables y las recetas de famosos chefs internacionales se multiplican a diario.
El loche pues, es un nuevo motivo para sentirnos orgullosos y nuestros campesinos de Cúsupe y Callanca no “están con loche”, al contrario, ellos están felices de tener su loche como producto de bandera.(LCG)
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