viernes, 6 de diciembre de 2019

Fexticum: para verdades, el tiempo… para justicia, Dios

Escribe:
Luis A. Castro Gavelán


Nota de redacción. – Esta crónica está dedicada a todos los monsefuanos que, con su entusiasmo, dieron origen a la FEXTICUM, la actividad costumbrista y cultural que lucha por mantenerse vigente y que carece de un solo fundador.  No pretendo rivalizar con nadie, pero tampoco soy conformista, solo anhelo demostrar una verdad que brilla y resplandece. Por ello, insto a los familiares del extinto Limberg Chero a que reflexionen y reparen su errónea actitud.
 
Algunos fundadores de la Fexticum: Luis Castro,Limberg Chero, Oscar Salazar, Manfredo León. También aparecen Román Llontop, Enrique Kant y Pedro Galarreta.


  En el mes de julio del presente año, observé imágenes del actual burgomaestre de Monsefú denostando a los fundadores de la Fexticum. El ingeniero Manuel Pisfil demostró con su vaporosa oratoria un agnosticismo en el tema de la Feria de Exposiciones Típicas de Monsefú. Este hecho, concertado con la aparición de la resolución #013129 emitida por Indecopi, con fecha 14 de julio del 2015, engrosaron mi indignación. La Fexticum no es de una persona, es de todos los monsefuanos y en especial de aquellos directores de las escuelas primarias, de las autoridades edilicias de ese entonces, y  de algunos voluntarios y colaboradores, quienes propiciaron su fundación.

Acostumbrado a los avatares periodísticos, hice la firme promesa de llegar a la verdad. Así, hemos reconstruido los momentos previos a la celebérrima actividad que marcó su partida, ocurrida en julio de 1973. Un documento totalmente ilustrativo (denominado Of.Cir.N°01- FEXTICUM) llegó a mis manos, gracias a los buenos monsefuanos que anhelan la transparencia y la justicia. Lleva la firma de los tres directivos que lideraron la primera feria: Manfredo León Plascencia en calidad de presidente, Oscar Salazar Chafloque, alcalde de Monsefú y con el cargo de vicepresidente; y el profesor Miguel Gonzáles Delgado, responsabilizado del comité de rifas, tómbolas y juegos.  No aparece ningún exclusivo fundador.
El documento es esclarecedor y concluyente 

 Este documento disipa las dudas, desvanece las cavilaciones y arrecia como una contundente evidencia. La firma de estas tres personas deja al margen las perogrulladas de quienes pretenden usurpar un bien que a la luz de los hechos no les corresponde. Luego empezamos a entrevistar a muchas personas que tienen mucho que contar. En total fueron 17 ciudadanos que armonizaron sus declaraciones y confirmaron mi tesis. 

Finalmente, logré entrevistar a dos de los firmantes de ese documento convincente. El tercero, el profesor Manfredo León, ya no está entre nosotros. Además, revisé los archivos de mi padre, Luis I. Castro Capuñay, quien formó parte de ese grupo de profesores fundadores en su calidad de director de la escuela “Sabogal”. En sus libros publicados hay razones más que suficientes que encajan con las versiones de mis dos entrevistados de lujo, el ingeniero Oscar Salazar Chafloque, y el profesor Miguel Gonzáles Delgado.
Ing. Oscar Salazar y profesor Miguel Gonzáles Delgado

Sobre el profesor Limberg Chero la totalidad de entrevistados refiere que fue una persona entusiasta, que aportó ideas y que como servidor público hizo su trabajo. Laboraba para el Núcleo Educativo Comunal #4 en la oficina de “Extensión Educativa” (también conocida como OBE, oficina de bienestar al educando) y por ello fue comisionado frecuentemente por el siempre ocupadísimo director Manfredo León Plascencia para hacer seguimiento a las actividades previas a la primera feria. “No era un voluntario, era un servidor público que estaba haciendo su trabajo, comisionado por su jefe y presidente de la primera Fexticum”, manifestó el profesor Miguel Gonzáles Delgado.



Por su parte, el ingeniero Oscar Salazar Chafloque, alcalde de Monsefú y vicepresidente de la primera Fexticum, reveló que Limberg Chero lo visitó en su oficina en representación de León Plascencia. Se le informó que era una actividad costumbrista y cultural, por ello el alcalde Salazar Chafloque no dudó en apoyar esta actividad. “El 30 de junio de 1973 me visitó Limberg en representación de Manfredo León Plascencia. Fue un buen coordinador, un puntal en estas labores, al igual que otros entusiastas profesores como Olga Rodríguez, Miguel Gonzáles, Rosalía Casas, Tomás Valderrama, la madre Elizabeth, entre otros”, recordó el exalcalde  monsefuano.

Cuando Salazar Chafloque, en su calidad de alcalde, se integró a la comisión organizadora de la primera Fexticum, las reuniones se hicieron en las aulas del colegio 11024 que dirigía la profesora Olga Rodríguez.Su céntrica ubicación (parque central) fue importante para la reunión de las diferentes comisiones (comida, rifas y tómbolas, periódicos murales, exhibiciones costumbristas, desfile escolar, nombre de la feria, etc.)
Detrás del profesor León, la recordada Olga Rodríguez


Cada centro educativo aportó iniciativas, tomó muy en serio su compromiso, pues del éxito de la feria dependía la posibilidad de recibir algún dinero para solucionar sus urgencias educativas. “como municipio no percibimos nada a cambio. Tuvimos un éxito increíble y todo se repartió entre las escuelas participantes. Estuvimos orgullosos de los resultados y decidimos que las utilidades se distribuyeran equitativamente entre ellos”, reveló el ingeniero Oscar Salazar Chafloque.

Su origen. -
En su libro “Monsefú, memorias de un pueblo líder, tomo II” mi padre, Luis Castro Capuñay  narra los orígenes de la primera conversación que derivaron en la organización de la primera feria. Esta revelación de mi padre fue corroborada por el profesor Miguel Gonzáles Delgado  durante la entrevista que me concedió. “El Fexticum nace en forma ocasional, de una reunión de directores del nivel primario. Esta reunión fue convocada por el entonces director del Núcleo Educativo Comunal (NEC) Nº04,profesor Manfredo León Plascencia.Las oficinas de esta entidad educativa se encontraban en el local de la Escuela Parroquial “Nuestra Señora de la Misericordia, hoy San Carlos.La cita de directores estuvo programada para las 8 de la mañana. Yo estaba representando a la escuela Sabogal y al llegar un poco temprano, tuve la oportunidad de recorrer los corredores del plantel y aprecié vestigios de una fiesta: laureles, serpentinas, cadenitas, etc.Al llegar el profesor Miguel Gonzales Delgado le pregunté el porqué de la fiesta. La respuesta fue precisa “se ha celebrado una gincana deportiva y cultural con un éxito rotundo, con una ganancia de por lo menos cien mil soles oro”.
Mi extinto padre sigue su narración: Los datos proporcionados despertaron mis deseos de hacer algo similar, pero en unión de todas las escuelas. Conforme iban llegando se crearon expectativas y mucho entusiasmo en cada uno de los directores, quienes vertían opiniones saludables, tal como la señora Olga Rodríguez de Soto, quien muy entusiasmada manifestó: “y nosotros qué hacemos, este es el momento de sacar dinero para nuestras escuelas, porque no tenemos ni para franelas”.

Llegado el momento de la reunión apareció el director Manfredo León y la agenda programada derivó en una tertulia en la que finalmente se acordó hacer una actividad similar a la efectuada por la escuela “La Misericordia”.Se formaron tres comisiones: una para negociar los detalles de la actividad, otra para distribuir las responsabilidades y tareas; y la tercera para elegir el nombre de la feria.Por razones de trabajo León Plascencia no terminó la reunión y dispuso a alguien de su personal, Limberg Chero, seguir coordinando con los docentes.
El primer volante y la primera invitación a las personalidades de Monsefú

El nombre de la feria. –
Se formaron varios grupos para elegir el nombre. Entre esos grupos de trabajo estaban los profesores Tomas Escajadillo, Vicky Limo, Limberg Chero y otros. El historiador Luis Castro C. y el profesorMiguel Gonzáles comparten que ganó el grupo del profesor Limberg Chero (integrado por dos personas más).

Con la anuencia del director León Plascencia y entendiendo que los profesores debían desempeñar sus funciones en las aulas de manera cotidiana, el profesor Chero Ballena fue autorizado a cumplir varias misiones como, por ejemplo, visitar al alcalde Oscar Salazar Chafloque. Aquí el profesor Gonzáles Delgado es enfático en esclarecer que su colega Chero Ballena fue liberado de sus tareas administrativas en el Núcleo Educativo Comunal #4 para cumplir con las funciones encomendadas por su director Manfredo León, quien a la postre fue elegido presidente de la primera Fexticum (Feria de Exposiciones Típico Culturales de Monsefú)

La primera feria. -
Con el aporte de todos los directores y el apoyo de la municipalidad de Monsefú, se cambió la figura inicial, de una actividad deportivo-cultural, por la de una feria con matices completos, con exhibiciones de danzas y bailes folclóricos, dibujos, pintura y periódicos murales; exposiciones de joyas, túnicas, obras de carpintería, sastrería y pirotecnia. Además, rifas, tómbolas, gimnasia; una fiesta bailable en el mercado de abastos y la venta de comida. La fecha propicia fue el 29 de Julio de 1,973 por el atractivo de las Fiestas Patrias en todo el Perú y por lo tanto, también se organizó una parada cívica con la presencia de delegaciones de todos los centros educativos de Monsefú.

Cada escuela fue encargada de cocinar un potaje diferente y la responsabilidad de organizar una de las tantas actividades programadas. También hacer una típica ramada para expender las comidas y bebidas. La escuela 11030 que dirigía la desaparecida Olga Rodriguez preparó pepián de pavo, la escuela “Sabogal” elaboró espesado. Otros centros educativos: arroz con pato, causa, escabeche de pollo, cabrito, ceviches, etc. Para asegurar los ingresos se comprometieron a casi todos los padres de familia, a quienes se les vendió por anticipado, los boletos para consumir los platos típicos.
En las ramadas típicas se expendieron las comidas

Llegado el día de la inauguración el éxito sonrió a la FEXTICUM, miles participaron. No solo estuvieron los residentes monsefuanos, sino que también lo hicieron ciudadanos de distritos cercanos animados por los múltiples eventos y exposiciones. 

Como anécdota se recuerda que muchas personas acudieron con sus boletos para reclamar la comida y se encontraron con la sorpresa que ésta se había acabado.
Entonces los organizadores decidieron esa misma tarde repetir lo acontecido al día siguiente para resarcir la molestia de quienes se quedaron sin saborear los ceviches, parihuelas y todo el bagaje de platos gastronómicos que Monsefú ofrece a los más exigentes paladares.
Una tras otra edición. -
Tras el éxito logrado en la primera edición, esta actividad se repitió una y otra vez. Fue creciendo gracias a sus fundadores. En otras crónicas he dado cuenta de lo que pienso sobre la situación actual de esta feria, que urge de una reorganización y el apoyo de manos empresariales, pero ahora quiero dejar esclarecido su origen. La FEXTICUM no es de una persona, le pertenece a quienes la iniciaron con su entusiasmo y deseos de mejorar sus proyectos educativos. En ese sentido, va mi reconocimiento póstumo a quienes ya dejaron de existir, y a otros monsefuanos que aún están con vida: Miguel Gonzáles Delgado, Olga Rodríguez Poémape, Felipe Salazar Chafloque, Luis Castro Capuñay, el director del Nec. profesor Manfredo León Plascencia, el secretario Luis Chafloque Custodio, el coordinador Limberg Chero Ballena,José Ballena Ballena, Soledad Gonzales, Rosalía Casas, Julio Ayasta, Violeta Sialer, Tomás Escajadillo, Tomás Valderrama, Elmer Ortiz Zegarra, el recordado padre Terry Thompson, José Senmache. También al Ing. Oscar Salazar Chafloque, alcalde que prestó su apoyo incondicional. A algunos miembros del cuerpo edilicio como Enrique Kant y Pedro Galarreta. Por supuesto, nuestro recuerdo a las religiosas: madre Elizabeth y madre Dorotea.
“La Fexticum no es de una persona, es de todos los monsefuanos y en especial de aquellos directores de las escuelas primarias y secundarias, así como de las autoridades edilicias de ese entonces, quienes propiciaron su fundación”.

El ingeniero Oscar Salazar recuerda que con las utilidades ganadas, la Comisión Central destinó equitativamente dinero para las escuelas organizadoras. El municipio de Monsefú decidió no percibir compensación económica alguna y recomendó considerar un dinero para la construcción de dos aulas en la escuela del Pueblo Joven Jesús Nazareno Cautivo. Se sabe que se destinó un dinero para la referida obra.

Ahora que ha sido esclarecido el origen de la Fexticum, espero que el alcalde Pisfil pueda corregir su desdeño y lidere un renacer de esta feria gastronómica-costumbrista. En una crónica anterior he informado muchas sugerencias que entusiastas paisanos han aportado y que deben ser tomadas en cuenta.

Creo que la familia del profesor Chero Ballena ha intentado mantener en el umbral de los recuerdos a Limberg, como todos quisiéramos con nuestros seres queridos. Pero este anhelo que pretendió ser alumbrado por los fulgores de la gloria, ha terminado en una especie de tramoya en olor a conspiración, que nos obligan a unos aplausos displicentes, en vez de reconocimiento por su aporte a la cultura monsefuana. Creo que la alemana Silvia Hartmann tiene algo que ofrecer a la familia Chero: “Un minuto de gratitud puede lavar las desilusiones de toda una vida”.
El documento oficial de Indecopi que muestra la errónea actitud de la familia Chero


Me despido con una frase que pertenece al libertador venezolano Simón Bolívar: “Las buenas costumbres  son las columnas de las leyes; y el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad.” ( LACG)

Las seis primeras soberanas. Bellas por dentro y por fuera, representantes de la mujer monsefuana







domingo, 24 de noviembre de 2019

Los 58 años del Diego Ferré

Escribe:
Luis A. Castro Gavelán


Con la dirección de Jaime Neciosup, la banda de músicos de los ex-alumnos del Diefo Ferré

“La vida no se mide por las veces que respiras, sino por los momentos que te dejan sin aliento”, dijo un pensador para escenificar el espacio de tiempo que transcurre desde que nos conciben hasta ese irremediable deceso. Y entonces empecé a reflexionar sobre este efímero paso que tenemos los humanos al contemplar por intermedio de una página social, el desfile de aniversario de colegio “Diego Ferré”, el alma mater que a través de sus profesores empezó a moldear mi juventud.

Sinceramente sentí nostalgia no haber estado ahí y un poco de melancolía confirmar que ningún integrante de mi promoción (1976) estuvo presente. Sin embargo, otros bienhechores diegoferrinos, dejando sus trabajos, sus familias y sus preocupaciones, gozaron y disfrutaron esos momentos que calan en lo mas profundo de nuestros corazones. Muchas veces, la preocupación por los proyectos profesionales, no arranca ese júbilo, sonrisas y abrazos, como esos instantes que te invitan al disfrute de la vida.

   Monsefú vivió una fiesta. Hace poco el colegio “San Carlos” celebró su aniversario y ahora fue el turno del “Diego Ferré Sosa”. Celebró 58 años de existencia en medio de cambios profundos, con un joven director como Teodomiro Temoche, un entusiasta presidente de los exalumnos, el conocido Arturo “pájaro” Boggio, y una población estudiantil que recibió una inyección de ánimo de los cientos de ex alumnos que a la usanza y cultura monsefuana, lucieron su mejor gala para participar de un jovial e involvidable desfile.  

Casi la totalidad de las promociones hicieron su paso por el estrado oficial saludando y agradeciendo sus vivencias y enseñanzas durante sus cinco años de vida estudiantil, ganándose los aplausos de una población monsefuana que reconoció el esfuerzo de quienes fueron protagonistas de una hermosa efeméride.

Durante este desfile de conmemoración pude ver a dos de mis queridos profesores, Roberto Reaño y David Alarcón Monteza. Hubo una competencia de escoltas y participaron delegaciones de Lima, Trujillo, Cajamarca y Chiclayo. Después del desfile se dio una suerte de fiestas de camaradería, de confraternidad. El “Diego Ferré” celebra. Monsefú festeja.

     Pronto, en el 2021, el "Diego Ferré" cumplirá sus 60 años. Estas líneas son para mi amigos de la promoción 1976: Alberto Effio, Miguel Reyes Custodio, Gladys Fenco Escajadillo, Manuel Chavesta, Limberg Chero, José Puyén, Elsa La Madrid y otros. Asumamos el reto de juntarnos y organizar un gesto de agradecimiento a nuestra alma mater. “La vida no se mide por las veces que respiras, sino por los momentos que te dejan sin aliento” (LACG)

P.D. Gracias a “Conectando con Orlando” por la transmisión en vivo.

La directiva de los ex-alumnos inicia el desfile de las delegaciones

                              El arquitecto "Pocho" Custodio y sus colegas de la promoción 1968

La primera promoción de ex-alumnos diegoferrinos

La promoción 1972 con la ex- Srta. Fexticum, Rosa Corbera; Martha Vílchez, Jorge Vallejos.


La promoción  1993Miguel Custodio Pisfil

Una demostración que arrancó aplausos, la interpretación sutil del himno del colegio "Diego Ferré"

La banda de músicos del colegio "Emprendedores" de Chiclayo

La placa de recordación de la primera Asociación de Ex-alumnos.
















viernes, 11 de octubre de 2019

Los bordados monsefuanos exhiben vida y color


Escribe:
Luis A. Castro Gavelán
Bellas representantes monsefuanas, portadoras de vestimentas que elaboran nuestras artesanas-bordadoras.

     El arte de la filigrana y los bordados hechos a mano demanda arte, garbo, precisión y mucha creatividad. Hay que ser ducho y hábil para darle vida a los diseños a través de los hilos y la aguja. Monsefú, que duda cabe, mantiene una tradición que ha traspasado nuestras fronteras gracias a fácticos artesanos que han consolidado un elevado prestigio.
     Las túnicas, tapetes, blusas, servilletas, delantales y manteles adquieren vida y color con el arte que tienen nuestros artesanos. Hay, además, otros trabajos ornamentales que requieren de mayor precisión como las banderas y los vestidos de baile, y porqué no, los bordados de imaginería (técnica para pintar o bordar prendas para imágenes religiosas). Todos estos productos y en gran nivel se elaboran en Monsefú, gracias a esas manos hábiles de artesanas como las hermanas Lila Angélica y Luzmila Llontop Relúz, Jacqueline Ayasta Caicedo, Rosa Muga Llontop, Elena Chavesta Gonzales, entre otras.

   Históricamente, uno de los precursores de este arte es Eusebio Gonzales Bernabé, quien a la edad de 18 años empezó a bordar estandartes, banderas, mantos y capas de imágenes religiosas. Su arte es tan comparable como el de Lila Angélica Llontop, una mujer multifacética que además de bordar, es creativa y elabora chicha de 60 sabores (de frutas y otros vegetales).
    El arte del bordado es una práctica que tiene cientos de años de existencia. Se sabe que los romanos decoraron sus prendas y ciertos artículos utilizando las hebras textiles sobre una superficie que generalmente era la tela de algodón, seda o lana. Los romanos llamaban a esta ornamentación plumarium opus por las semejanzas que tienen algunas de estas labores con la pluma del ave.  
       En la Biblia, específicamente en el libro de Ezequiel del Antiguo Testamento, se menciona que los fenicios se dedicaron al comercio activo de sedas y bordados orientales. Algunos historiadores hablan también de comerciantes de Egipto, Grecia y Roma, pero inciden que, desde Mesopotamia, los babilonios tenían fama de ser grandes bordadores. 
Jacqueline Ayasta es una artesana que
ha paseado su arte a nivel internacional.


   En cuanto a nuestras representantes, valoramos el trabajo de Jacqueline Ayasta, a quien incluso entrevisté en Washington DC. cuando vino a representar al Perú junto a dos de sus colegas, Margarita Mechán Lluén y Margarita Guzmán Cornejo, durante el Smithsonian Folklife Festival, un evento organizado para que los países de América exhiban lo mejor de su artesanía y arte culinario.

     Del mismo modo, reconocemos el trabajo de filigrana de doña Lila Angélica Llontop Relúz, quien tiene más de 50 años de experiencia y ha vendido en todo el Perú y el extranjero docenas de vestidos que usan los danzantes de marinera, huayno y otros ritmos típicos. 
   Lila vende entre 1,800 y 2,200 soles los referidos vestidos que constan de 13 piezas, con diseños llenos de colorido (animales como el pavo real, rosas, olivos, etc.) “Me siento orgullosa que se reconozca el trabajo de las artesanas monsefuanas. Muchas de las vestimentas que usa nuestro patrón Jesús Nazareno Cautivo y muchos santos de la región han sido elaborados por mi persona. Eso me hace feliz, me siento una mujer bendecida”, sostiene Lila Angélica, que siempre cuenta con el apoyo de sus hermanas.
Lila Angélica Llontop tiene mucha creatividad
El poeta francés Jean de La Fontaine decía “por su obra se conoce al artesano”. Y es verdad, nuestras artesanas bordadoras son reconocidas por su arte, su trabajo lleno de ingenio, cultivado con manos sensibles. (LCG) 
Luzmila Llontop R. y su arte

sábado, 28 de septiembre de 2019

Mercado de abastos de Monsefú: añoranzas de mi niñez


Escribe:
Luis A. Castro Gavelán

“Doña calera”, a sus 90 años y empecinada en ser la más vetusta comerciante del mercado de Monsefú

Hay momentos en que la nostalgia te envuelve y anhelas volver a tu tierra. Por alguna razón así ocurrió, estuve algunos días por Monsefú y a pesar que ahora conviven nuevas generaciones, todavía hay lugares que inspiran, y amigos de entrañables recuerdos. Cruzando el parque principal y en medio de saludos protocolares a recordados vecinos, me encontré con algunos paisanos frente al mercado. Hubo diálogos, estaba de cuerpo presente, pero mi mente se transportó a aquellos años en que mi madre me enviaba a comprar la carne, el pescado o las verduras para el almuerzo.


Al costado de la puerta principal del mercado de abastos (ubicado en 28 de julio 585) estaba la tienda de Oscar Kant, famoso por sus negocios variados y por las hijas guapas que de por sí, también formaban parte del atractivo. Había que regatear los precios de los productos que solicitaba mamita para quedarnos con algunos centavos y así adquirir las figuritas de los álbumes de historia y geografía que expendían en la tienda de “Kant chín”.

  Por aquellos años en la puerta del mercado se ubicaban los vecinos de Ciudad Eten comprando los sombreros de nuestras paisanas. Al ingresar, a ambos costados se ubicaban los vendedores de pan, las vendedoras de “poda”. Al lado izquierdo estaba el negocio de la recordada tía Filomena, “Fifi”, que ofrecía su delicioso “champús” y el “frito” que degustábamos acompañado de crocantes marraquetas del panadero “chasís” Gonzales.

Desde el negocio de la extinta Filomena ya se escuchaba el barullo de los comerciantes, los gritos de los verduleros, fruteros, las bromas que los queridos “zambones” (Guillermo y Enrique), que ofrecían carne de res; los avisos de los Farroñay, quienes monopolizaban la venta de carne de cerdo y cabrito; los anuncios a viva voz de don “chauto” Lluén y su pescado fresco. La “yapa” que daba doña Ramitos, la dama de las hortalizas.


Verduras frescas a precios cómodos.
Es imposible dejar de mencionar las ocurrencias de los comerciantes de abarrotes César Incio y el “zambo” Fredesbindo. También, las bromas de doña Ethel Niquén cuando vendía su pollo fresco. Muchas veces reí a carcajadas con las ocurrencias de Cesítar Incio, quien lanzaba por doquier los granos de maíz a ocasionales clientes que desconcertados volteaban a buscar al culpable de esa “agresión”. A veces miraban con mala cara a otro comerciante, don Jacinto Custodio, el padre del médico “Chito” Custodio, quien siempre tenía el rostro adusto y desconocía de la agudeza de César Incio, ahora de 83 años y entregado a Cristo. 
La familia Farroñay sigue expendiendo carnes.

Los domingos, el mercado de abastos se convertía en un atractivo escenario de bailes populares. Exhibieron su arte ‘Scala musical”, el “Cholo Montenegro”, ‘Los pasteles verdes”, por supuesto que nuestro querido “Grupo 5”, el “Sonido de los Hermanos”, “Aguamarina”, entre otros. Quienes no tenían dinero para comprar el boleto de entrada, escalaban las paredes para encontrarse con la “collera” y por qué no, con la chica a quien pretendían.

Ahora nuestro mercado luce tugurizado, con muchos comerciantes que intentan expender sus productos en medio del desorden. En su momento, los alcaldes Juan Renato Custodio, Angel Bartra y Rita Ayasta mejoraron el recinto, pero ahora, casi terminando el 2019, creemos que ha llegado el momento de ubicarlo en un lugar más amplio. Recorrí los diferentes pasadizos y puede reconocer a algunas de las verduleras, vetustas, cansadas, pero dispuestas a seguir. Todavía nuestras paisanas dan la “yapa”, te hacen descuento y te envuelven en sus diálogos de convencimiento. "Que va a llevar caserito" era su expresión de saludo y de acercarse a su ocasional cliente.

Ahí estaba doña Paula Custodio Mechán, cuyo nombre no dice nada, pero si mencionamos su “chapa”, todos se acordarán de la reina de las yucas, la querida “gata”. Paula ahora atiende acompañada de su hija Clara Gonzales y de Elsa Lluén. Tiene más de 50 años vendiendo las yucas, cebollas y camotes que nunca faltan en el plato de ceviche.

También encontré a Juana Ayasta Gonzáles, la longeva “Calera”, que a sus 90 años continúa dando ejemplo de laboriosidad. Sigue vendiendo el delicioso “queso mantecoso”, la mantequilla que ella propalaba como de “purita calidad”, y una variedad de frutas. “Tengo 67 años vendiendo y voy a seguir aquí hasta que tenga fuerzas. Si me quedo en casa, me muero”, proclama la anciana que exhibe arrugas en el rostro como reflejo de su alma senil. 

Añoro que ese mercado tenga una ubicación más apropiada y que ese terreno sirva para construir una biblioteca de tres pisos con su anfiteatro para eventos culturales.

 Creo tener contactos para contribuir con libros y apoyar una moderna sala de cómputo al estilo de las bibliotecas que tienen las ciudades en Estados Unidos. Los jóvenes de Monsefú, nuestras nuevas generaciones, se merecen un mundo de educación y cultura, ser dignos de un futuro mejor.  
El estadounidense Wendell Pierce dijo alguna vez que el rol de la cultura es tal que le “da forma a cómo reflexionamos como sociedad, sobre cómo somos, dónde estamos y a dónde esperamos llegar”. Hay que soñar despiertos, pensar que juntos sí podemos. (LCG)



martes, 10 de septiembre de 2019

El policía que Monsefú nunca debe olvidar


EscribeLuis A. Castro Gavelán

El honor fue su divisa. Soñó y se hizo policía. Vistió con orgullo por más de 35 años ese uniforme que inmortalizó el héroe Mariano Santos. Trece de esos años los pasó en Monsefú, un territorio extraño que finalmente se convirtió en su pedacito de cielo. Angel Montenegro Santillán no nació en la “Ciudad de las Flores”, pero se ganó el respeto y afecto de los monsefuanos. Tal vez las nuevas generaciones desconocen quién fue este digno policía, pero ahí les va esta crónica que intenta perennizar el reconocimiento eterno a este personaje de mil batallas. 

En 1971, el entonces alcalde de la ciudad, Miguel A. Bartra condecoró a nuestro personaje, Angel Montenegro.

Angel Montenegro perteneció a la generación de custodios del orden a quienes había que cuadrarse con respeto, a tres pasos de distancia. Su presencia significaba deferencia y consideración. Junto a sus colegas Portocarrero, Santos, Nazario, dieron la talla y dignificaron a su institución policial. Al mando de ese grupo estuvo el alférez José Tisoc Lindley, quien llegó a ser director general de la Policía Nacional del Perú. Ellos controlaron con éxito una incipiente aparición de malandros y se dieron tiempo para las acciones sociales.


      Angel Montenegro fue un policía diferente. Desde que llegó a Monsefú, en 1966, cumplió a cabalidad su misión policial y se dio tiempo para protagonizar una encomiable tarea social. Su trabajo repercutió en el ornato de la ciudad. Formó comités de apoyo e hizo participar a cientos de monsefuanos consecuentes que, durante los domingos, a punta de pala, pico y mucha entrega le cambiaron la cara a decenas de calles del centro urbano; construyeron puentes para los pobladores de los caseríos Montegrande, Vallehermoso, Huaca Blanca, Cúsupe, Larán y así ellos tuvieron mejores alternativas para llegar a sus destinos. A su vez, centros poblados como Jesús Nazareno Cautivo, Pachacútec y otros, mejoraron su infraestructura.
Angel Montenegro fue un policía que siempre hizo honor 
a su uniforme y a la institución que representó.

El policía Angel Montenegro le dio valor agregado a las mingas (minka en quechua), esa tradición precolombina que incentivó el trabajo comunitario y colectivo para fines sociales. De esa manera se consolidaron actividades voluntarias que repercutieron en el bienestar de la ciudad y sus caseríos. Tal vez este buen policía, nacido en el departamento de Amazonas y como buen descendiente de los indomables Chachapoyas, nunca olvidó la valía de sus ancestros y puso en práctica ese trabajo social que le permitieron recibir muchos galardones. Varios alcaldes de esos tiempos lo condecoraron.

  Alto, blanco, fuerte y de estirpe guerrera como sus antepasados, este policía amó Monsefú. Durante 13 años hizo una loable labor hasta la fecha en que su jubiló, el primero de noviembre de 1979. Hace algunos días, cuando estaba a punto de cumplir 98 años, falleció en Chiclayo. Expiró en los brazos de su amada, la dama monsefuana Blandina Castro Capuñay, con quien tuvo seis hijos. 
Una foto del recuerdo con su amada Blandina Castro, con quien tuvo seis hijos.

Cuando niño admiré su temple y coraje. Uniformado o no, y provisto de una pala, abría zanjas o empedraba las calles. No solo daba órdenes, también hacía labores similares a los campesinos que lo acompañaban. Por eso había empatía con él, porque no rehuía al trabajo forzado. “Las mingas son para los valientes que aman su tierra”, decía lleno de orgullo. Pensaba como el novelista francés Honoré Balzac y afirmaba que “Toda felicidad dependía del coraje y el trabajo”.

El legado de Montenegro Santillán debe ser recordado por los monsefuanos. Tenemos que ser agradecidos con quienes hacen un aporte significativo. Sus restos yacen ahora en el cementerio de Monsefú. Vino para dar un ejemplo de vida y se quedó para siempre, pidió ser sepultado en ese lugarcito que él decía, era su “pedacito de cielo”. Angel Montenegro Santillán, gracias a nombre de mi pueblo. (LCG)



sábado, 17 de agosto de 2019

A la madre bella, réquiem en su nombre

Escribe: Luis A. Castro Gavelán

Nota de redacción:
A las 04.32 de la madrugada, de hoy 17 de agosto del 2019, ha dejado de existir mi madre bella, mi héroe, la última de los Gavelán Higinio. Esta crónica es en homenaje a ella.


Aquella noche del 14 de noviembre del 2018 fue la última vez que disfruté de ella. Vía WhatsApp estuve alrededor de una hora mirándola feliz, comiendo su pollo a la brasa, moviendo la cabeza al ritmo de una cumbia que bailaban mis hermanos Rubén y Liliana. Su candoroso amor acortó las distancias, su voz, su sonrisa, su alegría de estar junto a sus retoños. Ella sentía verdadero orgullo por sus vástagos, como nosotros por la mujer que nos trajo al mundo.

Lloramos, pero de felicidad por las cosas que nos habían pasado, nos transportamos a los recuerdos infantiles, las vivencias personales que a lo largo del camino hallaron una senda exitosa y que coludidas con el sacrificio permitieron derrotar alguna estrechez financiera que en nuestra niñez y juventud agobiaron.

Dora Gavelán había quedado viuda desde mayo del 2014, pero todos sus hijos hicimos la firme promesa de mimarla, preservarla como a una reina, para que nada le faltara, porque eso era lo que ella se merecía.

Siempre fue una reina, presumía de su belleza, de sus amigas Norma Chereque, Blanca Flores, Hilda Yaipén, Carola Farro; de su amiguita Ethel Niquén, de sus jornadas de baloncesto, de su amor inquebrantable por sus retoños, de sus 4 rosas y sus 4 claveles.
Las 4 rosas y los 4 claveles de mi madre

En alguna lesión física, las cicatrices son un testimonio de las heridas, pero cuando se quiere a alguien por merecimientos propios y parte al más allá, causa otro tipo de heridas difíciles de cicatrizar. Es una especie de dolor inmenso que hiere, que lacera las emociones y provoca blasfemia hacia el ser supremo porque no da respuestas, no explica por qué una madre buena sufre y termina como aconteció con ella, que permaneció postrada en una cama sin hablar, sin hacer la vida que sus hijos soñaban darle. Había sufrido dos ataques cerebrales y como una leona, los supo asimilar. Pero el tercero fue artero, infausto, trajo secuelas, se manifestó con una parálisis, silenció esa voz que entonó canciones junto a Elsa, Margarita y Mary, sus inseparables del “Adulto Mayor”; y con la que también bendecía a sus hijos.

Tres veces la vi personalmente antes de su muerte. La primera de ellas en marzo, pudo reconocerme. Escondí mis miedos, mi desconsuelo y mis ganas de llorar. Quiso decirme muchas cosas, pero no le entendí, ella quiso llorar y yo besé sus manos, bajé mi cabeza para que mi madrecita no observara mi tribulación. Qué impotencia. Me preparé para ese momento, pero no pude. Corrí al baño para llorar, compungido por esa imposibilidad de hacer algo más por ella. La segunda vez coincidí con mi hermano Rubén, fue para el día de la madre. Estuvimos a su lado con las mejores expectativas, pero ella ya se estaba extinguiendo, apenas nos reconoció, dormía con frecuencia. En la tercera vez fue para contemplar su lenta agonía. Algunas lágrimas corren por mis mejillas mientras reflexiono con impotencia: ¿por qué el ser supremo ha creado al ser más maravilloso del planeta, todo amor, un dechado de ternura, y tiene que partir dejándonos destrozado el corazón?  
  
El amor de una madre es algo que nadie puede explicar, por eso tal vez sus ocho hijos tampoco pueden entender por qué la madre bella, la madre santa, se tuvo que ir sufriendo. Hay muchas maravillas en el mundo, pero la obra maestra de la creación es la madre, mi madre. Es la razón que muchas veces levanté la voz para reclamar al ser supremo, por qué mi madre bella, que es su creación, se fue sin llegar a disfrutar todo lo que sus hijos habían planificado.
Al lado de mi madre bella.

Tengo el alma fragmentada, divago con muchas cavilaciones en medio de un profundo dolor. Mi madre alzó vuelo y tan solo quedan sus recuerdos, su nobleza inigualable, su ilimitada gama de consejos y su inmensa cualidad guerrera para superar la adversidad. Mi madre partió y los hermanos Castro Gavelan le guardamos eterna gratitud. El poeta Khalil Gibran decía: enséñame el rostro de tu madre y te diré quién eres”. Mis hermanos y yo hemos mostrado tu rostro madre y gracias…, sentimos por ti eterna admiración.   





Mi madre bella compartiendo con mis hermanos Rubén y Liliana