lunes, 15 de abril de 2019

Las parteras de ayer, las madrinas eternas


Escribe:
Luis A. Castro Gavelán
Era la época en que los ginecólogos y las obstetras escaseaban. El doctor Manuel Senmache se multiplicaba, apenas tenía tiempo para atender casos ginecológicos de rutina y asistir algunos partos. Entonces cuando los gestos y gemidos de una mujer embarazada avisaban que estaba a punto de parir, la confusión reinaba entre los familiares. Se escuchaban clásicos gritos como: que venga la comadre Victoria Giles ... por favor, busquen a las hermanas Santa Cruz… traigan a doña Rosita Saldaña.
Y de las manos de estas obstetras sin título, sin saberes médicos, pero con habilidades especiales para cuidar la gestación y el parto, cientos de monsefuanos aún respiramos, seguimos vivitos y coleando. Les decían parteras o comadronas, o como quiera usted llamarlas, pero estas mujeres tienen un lugar asegurado en nuestros corazones.


Nuestras tradicionales comadronas acudían a las viviendas de sus pacientes, estaban disponibles las 24 horas del día y dispuestas a jugar un papel importante en la atención y cuidados de las mujeres en los momentos del parto; idóneas para preservar la vida humana y aunque usted no lo crea, preparadas para recibir simplemente las gracias, llevar a sus casas algunas frutas, verduras o animalitos del corral, o tal vez con mayor suerte alguna compensación económica. Ellas brindaban un importante servicio comunitario de salud.
Casi el 80 por ciento de los hombres y mujeres monsefuanos que actualmente tienen entre 35 y 70 años llegaron a este mundo de la mano de una partera como consecuencia de la inaccesibilidad a los servicios de salud y porque nuestras madres confiaban en su labor. Ellas sabían acomodar al bebé y ubicarlo en una posición carente de riesgos, sabían cómo ayudar a la madre dar a luz en un parto vaginal normal. Su paciencia y sus manos hábiles evitaban lesiones o desgarros, sabían cortar el cordón umbilical.

La aparición de las parteras no es un tema aislado, es una práctica ancestral, ellas aparecieron para acompañar a otra mujer a punto de parir. Existen referencias en la Biblia de la presencia de estas mujeres entre los griegos, romanos, hebreos, egipcios e indios. Son mujeres respetadas por su oficio, autodidactas, empíricas, que tuvieron un proceso de aprendizaje informal a raíz de alguna experiencia propia o de algún hecho fortuito que las forzó a atender un parto. Finalmente, los años de práctica las graduaron para asumir retos obstétricos.

En nuestra América, los dos mejores representantes del boom de la literatura hispana, el extinto Gabriel García Márquez y nuestro laureado Mario Vargas Llosa también mencionan a las parteras en sus famosas novelas e incluso vinieron al mundo de la mano de estas dignas mujeres. Por ejemplo, doña Casimira Cabarca, abuela de Gabo, fue quien atendió el parto de su nieto. Y en el caso del arequipeño autor de “La ciudad y los perros”, la señora Pritchard fue la “comadrona” que permitió a doña Dora Llosa Ureta traer al mundo al novelista peruano Premio Nobel de Literatura en el 2011.
En nuestro Cosmonsefú, como decía el poeta José Alfredo Delgado Bravo, recordamos con cariño a las hermanas Augusta y María Santa Cruz Barturén. Ellas vivían en la calle Manuel María Izaga y tenían una característica que muchas madres recuerdan, provocaban un parto al natural, sin anestesia. Eran muy interiorizadas, algo hurañas y nunca llegaron a casarse.

Por supuesto que también recordamos a Rosa Saldaña y otra matrona que le decían doña Rosenda. Ellas eran más comunicativas, tan igual como la carismática Victoria Giles, aquella mujer escasa de tamaño, pero grande de corazón, a la que medio Monsefú le decía madrina. Todas ellas eran muy queridas, formaban parte de la comunidad y presumían cierta familiaridad, pues finalmente se convertían en madrinas de los recién nacidos y, por ende, comadres de los agradecidos padres.
Y pude comprobar ese afecto especial cuando acompañé a doña Victoria Giles, mi godmother de siempre. Fui en su busca a solicitud de mi madre quien estaba a punto de alumbrar al “conchito” de la familia, mi hermana Rosa. Desde su vivienda en Mariscal Castilla hasta la mía en Federico Castro hay escasamente tres cuadras y alrededor de 25 personas la saludaron con afecto: ¡Buenos días comadrita! ¡Buenos días madrina!
Victoria Giles


Y respecto al pago por sus servicios, ella lo confirmó: “A veces nos pagan y en otras no. Algunas veces recibimos una compensación de acuerdo a la condición económica de las familias atendidas y no tengo porqué hacer problemas. Me gusta este oficio y lo hago de corazón”, me refirió la extinta madrina.
Y dentro de estos excepcionales personajes vamos a referirnos a las llamadas “sobanderas”, quienes forzadas por las circunstancias también atendieron partos cuando las arriba mencionadas estaban demasiado ocupadas. No me consta si doña María Quesquén Chiscul lo hizo, pero de lo que no tengo dudas es su fama para predecir el sexo del bebé. Tenía la particularidad de sobar la barriga de la mujer embarazada y sostener sin duda alguna el sexo del bebé: ¡va a ser una cocinerita!… o ¡va a ser un peoncito!, afirmaba sin vacilaciones.
María Quesquén Chiscul

La reputación de esta “sobandera” llegó a los oídos de un profesor de la escuela “Sabogal”, quien ávido por saber el sexo de su segundo hijo apostó a sus amigos una caja de cerveza… y perdió. Doña María Quesquén acertó el vaticinio y varón salió el cronista. (Luis A. Castro)

7 comentarios:

  1. Hermosa remembranza de las comadronas de nuestro querido Monsefú. Mujeres que desempeñaron una gran trabajo e importante trabajo que a veces era recompensado, como relatas, solamente con un "gracias comadrita".

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  2. Javier David Ayasta Giles dice:

    Gracias por ese gesto tan bonito de recordar a la tía VICTORIA GILES FLORES , QUE DÍOS LA TENGA EN SU SANTA GLORIA , GRACIAS.

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  3. Irma Trujillo Lopez dice:

    La Srta. Santa Cruz, me ayudó a traer al mundo a mis 5 de mis 7 hijos.

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  4. Rosana Ayasta Vallejo dice:
    Felicitaciones por tener en cuenta a grandes mujeres, nobles, de buen corazón que con su experiencia trajeron al mundo a muchos bebés. A las parteras o comadronas de Monsefú, un merecido reconocimiento y muy en especial a nuestra querida tía Vicky Giles (QDDG) y la Sra. Rosa Saldaña(QEPD) INOLVIDABLES.

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  5. Gracias por sus comentarios al Sr. Ayasta, a Irma Trjillo y Rosana Ayasta.

    Es importante demostrar gratitud. Así nos hacemos más humanos.

    Luis C.

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  6. Que bonitas remembranzas, me encantó aute tico monsefuano. Saludos

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