Escribe:
Luis
A. Castro Gavelán
Se mantiene
pobre, pero con la frente en alto, vive en condiciones precarias, pero piensa
como el poeta y escritor inglés Schakespeare, sabe que “ningún legado es tan
rico como la honestidad”.
En estos tiempos en que la honestidad de muchos peruanos está por los suelos, tenemos a un personaje y para orgullo nuestro es monsefuano. Don Félix es un anciano campesino de 71 años que se ha ganado el respeto y dignifica a todos los monsefuanos, aunque algunos no se lo merecen.
Qué temple,
qué manera de decirnos mucho en escuetas y balbuceantes palabras; no tuvo dudas
para sostener que en él hay un ámbito inviolable que se llama honestidad. Vive
en el campo, en una casucha, y por sus condiciones merecía la bolsa de
alimentos que, por encargo del Gobierno central, debe distribuir la
municipalidad de Monsefú.
Cuando lo
estaban empadronando para insertarlo en la lista de personas que recibirían una
donación, don Félix, que nació el 30 de mayo de 1949, respondió de manera
transparente: “Yo he sido beneficiado con los 380 soles que está dando el
gobierno a la gente pobre”. El empadronador insistió en comunicarle que iba a recibir
una canasta con alimentos y don Félix sostuvo sin ambigüedades: “Yo soy pobre,
yo necesito, pero hay otras personas que lo necesitan más”.
Mientras la prensa nacional divulga que algunos insensatos intentan tomar ventaja de la desgracia ajena en este estado de emergencia, nosotros tenemos con orgullo a un representante monsefuano que se rehúsa a claudicar y confirma que todavía hay una reserva moral. Don Félix es la antípoda a las denuncias de la fiscalía anticorrupción, que ha detectado 32 casos de funcionarios públicos, entre alcaldes y otro tipo de autoridades, que habrían cometido delitos aprovechando sus cargos en medio de la pandemia provocada por el covid-19.
Vecinos monsefuanos desafiando la muerte junto al mercado |
Quiero
aprovechar la ocasión para pedir a mis paisanos y connacionales escuchar los
consejos de las autoridades, acatar las medidas y evitar formar parte de la
larga lista de víctimas del coronavirus. He observado muy triste fotos de
personas que no guardan la distancia en el mercado, en las largas colas que se
forman en el Banco de la Nación par cobrar el bono de 380 soles ofrecido por el
gobierno. Por supuesto que los connacionales pecan de ignorancia, pero también hay
que acusar la desidia del alcalde, de nombre Manuel y de apellido Pisfil. No
tiene los pantalones bien puestos y hace rato le queda largo y ancho el puesto.
Estoy
seguro que mis lectores no son quienes arriesgan su vida de manera innecesaria,
pero los insto a persuadir a los testarudos. Si no hacen caso, un carajo o un mierda…
los puede sacar de su ostracismo estúpido.
Si bien es
cierto que cualquier desgracia será exclusivamente de quienes en forma temeraria
desobedecen el estado de emergencia, el problema es que este virus es demasiado
contagioso y pueden morir justos por pecadores. Desde hace dos semanas me
encuentro confinado en mi hogar, mientras la cifra de contagiados en Estados
Unidos crece en forma vertiginosa. Hoy sábado a las siete de la noche tenemos
8,441 muertos y más de 309,728 contagiados. Perú ya tiene 1,746 infectados y
151 muertos. Recuerdo que, en mi última crónica, el 22 de marzo, Perú tenía 318
contagiados y 5 muertos. Solo han pasado 12 días y estoy seguro que esas no son
las cifras exactas…multiplíquelo por cinco mi amigo.
No sé si sobreviviré, en algún momento tendré que salir a comprar alimentos y podría ser contagiado, pero de lo que estoy seguro es que permanezco en casa porque así lo aconsejaron las autoridades y con eso basta. Estados Unidos, con todos los adelantos tecnológicos está sufriendo. Ecuador, con un deteriorado e insuficiente equipo médico -como lo tiene Perú- está ofreciendo dramáticas escenas, espeluznantes vistas de cómo mueren a diario unas 150 personas y los cadáveres yacen en las calles o en sus viviendas por varios días.
No seamos
parte de las estadísticas. Me recuerda la corta historia de Caperucita roja y
el lobo feroz, con la salvedad que ese lobo ya está asomando. Monsefú,
infortunadamente, ya tiene 3 muertos, víctimas de esta pandemia.
Esta crónica
todavía no termina. Pido a mis lectores que me ayuden a identificar más a don Félix.
Necesito sus apellidos, su historia. Se merece mi admiración y mi sueño es
estrecharle la mano y llevarle algún presente. El abogado y líder religioso
James Faust dijo algo sobre la honradez, y “le cae a pelo” al paisano Félix: ““La
honestidad es más que no mentir. Es decir la verdad, hablar la verdad, vivir la
verdad y amar la verdad.” (LACG)
Gente solidaria limpiando las calles de Monsefú |
Saludos estimado amigo, espero logremos salir de estos momentos de sosobra. Aún en estos momentos vemos personas que no solo es una en Monsefu, pienso hay más que comonel viven tranquilos con sus acciones, ejemplo de vida para muchos de nosotros. Me uno a tu idea y será se ejemplo en mis aulas.
ResponderBorrarUn abrazo Luis Alberto. En estos momentos que la honestidad es olvidada y esquiva para miles de peruanos, don Félix es un ejemplo de reserva moral.
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