Escribe:
Luis A. Castro Gavelán
El 23 de abril es de mucha significación. El mundo entero celebra el
“Día del idioma español” y Monsefú, además de hacer suya esa efeméride, también
recuerda el nacimiento uno de sus más insignes maestros, don Federico Castro
Pisfil. Como nieto de este inolvidable educador aplaudo y comparto esta extraña
y feliz coincidencia. Si estuviera vivo, el fundador de la escuela “Sabogal” y
de la actual escuela pública 11029 cumpliría nada menos que 124 años.
Al cumplir 50 años de fundación de la escuela "Sabogal", el maestro Federico Castro recibió el homenaje de muchos de sus ex-alumnos. |
El profesor Castro y varios de sus ex-estudiantes. Los hermanos Custodio y el ex-alcalde Miguel A. Bartra. |
Cuando en mi niñez iba al campo los fines de semana, acompañando a mi
famoso abuelo, empecé a pergeñar lo vital que resulta la educación en los seres
humanos. La educación es el proceso de transmitir habilidades y valores para
provocar efectos intelectuales y afectivos en las personas. Y quienes se
dedican a fomentar la capacidad intelectual en los seres humanos, merecen el
máximo de los reconocimientos. El ex presidente de Sudáfrica Nelson Mandela
decía que “la educación es el arma más poderosa que podemos usar para cambiar
al mundo; y respecto a la importancia del docente, el senador norteamericano
Joe Manchin resume su influencia con cándida emoción “Cada niño debería tener
en sus vidas un adulto que se preocupe por ellos. Y no siempre es un padre
biológico o un miembro de la familia. Puede ser un amigo o un vecino, pero con
mayor frecuencia es un maestro”.
Fundador de la escuela “Sabogal” un primero de julio de 1918, también
tuvo la responsabilidad de patrocinar el nacimiento de la escuela 2209
(actualmente centro educativo 11029), a la que dirigió por más de 12 años. Fueron
44 años y 6 meses de proficua labor pedagógica y muchos de sus alumnos aún con
vida recuerdan la frase que acuñó para estimularlos: “Hay que estudiar mucho
para un futuro mejor, hay que luchar y trabajar sin desmayo para sentirnos
realizados y que sus padres se sientan orgullosos”.
En su libro “Pinceladas históricas de Monsefú”, mi extinto padre Luis
Castro Capuñay resume con orgullo al también fundador de los “Boys Scout” en
Monsefú: “El nombre de mi padre, el maestro Federico Castro Pisfil, vive en el
recuerdo y perdurará en la memoria desinteresada de tantas familias, de tantos
profesionales y hombres de bien que él formó desde la infancia y en los que
sembró huellas de responsabilidad y disciplina, amor a los valores
espirituales, el respeto a la familia y a la majestad de su suelo natal”.
El maestro Federico Castro nació un 23 de abril de 1896. Sus padres
fueron don Luis Castro Chumioque y doña Mercedes Pisfil Ballena. Se casó con
Rosa Capuñay, con quien tuvo 6 mujeres y 2 varones. De su numerosa familia sólo
está con vida mi madrina, doña Blandina Castro, quien aún rebosante de vida
cumplirá 96 años el próximo 2 de Junio.
Rosa,Luis Isaías, Elena, Rosario y Blandina, aún con vida, durante una reunión familiar.
Maestro, periodista (fundador del semanario “La razón”), político
fundador del Partido Aprista en Monsefú y, un gran consejero social, falleció
el 10 de junio de 1984 cuando tenía 88 años. Desde 1988 una calle de la ciudad
lleva su nombre, gracias a las gestiones del entonces alcalde Víctor Custodio
López. Corresponde a la actual autoridad edilicia hacer lo que otros
burgomaestres no cumplieron, cambiar las placas. No más calle Tacna. En memoria
de este educador de profesionales como el doctor Miguel Custodio Pisfil, el
poeta Alfredo José Delgado Bravo, el doctor Francisco Farro, el odontólogo y
político Miguel Angel Bartra, el ingeniero Angel Pejerrey, entre otros, debemos
completar la iniciativa de “Vitucho” Custodio.
Tengo un sano orgullo por mi abuelo y por mi padre, dos pedagogos que
dejaron su herencia, rica en disciplina y apego por el mundo del saber. Al
abuelo Federico lo pongo al lado de otro grande, don Oscar Torrez Asurza. El
abuelo Federico decía que su éxito fue posible por el binomio que formó con los
padres de familia, quienes siempre confiaron en su labor. Aún recuerdo sus
clases de historia, sus conversaciones sobre la forma de aprender matemáticas,
su amor por Monsefú y sus ganas de influir en las mentes de los jóvenes
monsefuanos, etenanos y lambayecanos en general. Fueron entretenidas charlas
donde demostró su extraordinaria capacidad para explicar los conceptos y
teorías. También recordamos la “importancia” de la famosa “palmeta”.
El maestro Federico, mi padre y los profesores de la escuela "Sabogal" durante un desfile.
Hoy 23 de abril, el abuelo Federico sigue en mi memoria. Solía ser
estricto y exigente en las aulas, pero reconocía que jamás se podía orientar al
estudiante si no conocíamos su día a día.
En estos días en que es todo un reto brindar una educación de calidad,
hay dos elementos que están revolucionando la educación en Europa. En la
escuela Rinkeby de Suecia, su director Börje Ehrstrand reconoce el éxito de su
modelo educativo gracias al trabajo compartido con los padres de familia y su
afán por ganarse la confianza de los educandos impregnado de tolerancia y
frecuente estímulo. Mario Varga Llosa dice que la escuela debe ser la
institución espejo de cómo debería ser la sociedad humana.
Me despido con una frase del demócrata norteamericano Brad Henry, que
recapitula la labor del abuelo: “Un buen maestro puede crear esperanza,
encender la imaginación e inspirar amor por el aprendizaje”. Y el abuelo
Federico lo hizo, de eso no tengo dudas. Transmitía sus conocimientos con
pasión, sentía lo que hacía porque la enseñanza fue su mejor virtud (LCG).
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