jueves, 28 de julio de 2022

LOS KAMT: EL APORTE CHINO A MONSEFÚ

Enrique tiene ahora alma de niño. Oscar, su hermano y dos años menor, aún se muestra lúcido a sus 98 años. Con las limitaciones que el tiempo le ha ordenado, Enrique, el empresario y político monsefuano, acaba de cumplir 100 años. Enrique y Oscar muestran el implacable romance de los años que tienen, pero felices aún, rodeados y abrigados por sus familiares. Los Kamt en todo su esplendor están presentes: hombres y mujeres; hijos, nietos, sobrinos participan de la fiesta en honor al centenario Kamt Yun Fat o en buen peruano, Enrique Kamt Núñez. 

 En Monsefú hubo un aporte socioeconómico y cultural muy importante de inmigrantes chinos, japoneses, italianos, canadienses, estadounidenses, etc. Y sin temor a equivocarme, los Kamt Núñez fueron los más destacados dentro de la comunidad china, sin olvidar la contribución de los bodegueros: el chino Toka, el chino Guillermo, de Juan Joo y otros. 

Pregunté a muchos monsefuanos si sabían algo de Enrique y Oscar Kamt. Entonces el cien por ciento de ellos respondieron afirmativamente. Oscar fue “un mil oficios”, el bodeguero multifacético; padre de hermosas mujeres; el vendedor de pollos a la brasa, de figuritas para llenar los álbumes, el heladero y cortés empresario que tenía su centro de labores al costado del mercado de Monsefú, en plena plaza de Armas. Casada con doña Juanita Galleno, aún con vida y con algunas dolencias propias de su edad. Cuando niño hacía la fila para comprar los sobres con figuritas sobre la geografía e historia del Perú, los mundiales de fútbol. Intercambiaba con los coleccionistas. Don Oscar era atento y servicial. Muchos de mi generación iban a realizar la misma actividad, comer helados y por las noches degustar el sabroso “pollo a la brasa”. La bodega “28 de Julio” era el punto de encuentro de muchos jóvenes monsefuanos.
Oscar Kamt, su esposa Juanita y sus hijos 

 A Enrique Kamt lo asocian de inmediato con la fábrica de confecciones de ropa “Faro”; con su aporte al baloncesto a través de su famoso equipo “Faro” que llegó a jugar en la primera división del departamento; con su participación política (3 veces teniente alcalde de la ciudad). Su legado es plausible: un valioso aporte con las instituciones sociales, comunales, políticas, religiosas y deportivas. Muchos recuerdan su encomiable apego a favor de las mujeres abandonadas, madres solteras que recibieron apoyo laboral.

Enrique Kamt, condecorado por el Club Monsefú-Lima
 . En ese entonces Pilar Puémape era la presidenta


 La historia nos recordará que Kamt Yun Fat (Enrique) y Kamt Loy Fat (Oscar) fueron hijos del inmigrante chino Chung San Kon Tun, que nacieron en Chepén, pero que son más monsefuanos que la chicha de doña Tolú, como lo reconoce Oscar Kamt. “Llegué a Monsefú cuando tenía 6 años, me siento monsefuano, mis diez hijos son mi mayor legado, me declaro románticamente monsefuano y autodidacta, siempre tuve por premisa que, si era feliz, iba a hacer feliz a mucha gente. Creo que lo intenté y así será hasta que cierre los ojos eternamente”, afirma Oscar Kamt. 


Los inmigrantes chinos son la novena comunidad inmigrante más grande del Perú. Llegaron a finales del siglo XIX e inicios del XX. Don Oscar y su hermano Enrique son miembros de una de las colonias extranjeras más importantes demográfica y económicamente hablando. Ellos hacen eco a lo dicho por el norteamericano John Green: “tu hogar está donde se encuentre su corazón”. Enrique también se siente peruano y por coincidencia, nació un 19 de julio de 1922, el mes blanquirrojo, el mes que recordamos la independencia del país. Felices fiestas patrias a todos mis paisanos peruanos, en especial de Monsefú. El Perú necesita de todos sus hijos, migrantes y no migrantes. Decía el filósofo Séneca “Ninguno ama a su patria porque es grande, sino porque es suya” (Luis Castro Gavelán) 

 FOTOS
Miss Haswall, ex Directora de la Escuela Americana, vino a Monsefú después de 40 años para un reencuentro con sus ex alumnos-1983. Ahí están Oscar y Enrique. También vemos al poeta José A. Delgado Bravo.
Jaime Kamt al lado de su padre Enrique. Susy está al lado de don Oscar.
                                             Oscar Kamt y su esposa Juanita Galleno

viernes, 10 de junio de 2022

LA UNIDAD GREMIAL ES SINÓNIMO DE ÉXITO

 

Durante los años setenta, especialmente los fines de semana, largas colas se formaban en el mercado de Monsefú. Era la época en que dueños de restaurantes y personajes famosos de Chiclayo y alrededores formaban largas filas para llevar la mejor carne que ofrecían nuestros comerciantes.

Fue el boom de las carnicerías. Hombres y mujeres sucumbían ante la calidad de los filetes, solomillo, chuletas, cortes del lomo, pulpa bola, de las mejores partes del ganado vacuno. “Venga caserita, le doy su yapa”, “Parte de pulpa, costillar de res, venga, venga”, gritaba el “zambón” Guillermo Uceda. Nuestros abastecedores tuvieron mucho éxito económico y por eso se involucraron como dirigentes deportivos de los mejores equipos de fútbol de la época como “7 de junio”, “28 de Julio”, entre otros.

El equipo de fútbol de los abastecedores de carne. En la otra gráfica, Guillermo Uceda juramenta a su directiva.

Pero esa prosperidad no llegó sola. Nuestros comerciantes de carne hicieron su parte. Demostraron cohesión, trabajaron unidos, fueron empáticos, bromistas, respetaron los precios y dieron muestras de comprensión con sus ocasionales clientes. Y caso curioso, tres fueron las familias que dominaron este negocio: los Uceda, los Farroñay y los Cuyate.

“No solo se llevaban la mejor carne, pasaban momentos de felicidad con nuestras bromas, las ocurrencias que nos salían del alma. Fueron momentos gratos”, recuerda Guillermo Uceda.

Muchos recuerdan que los iniciadores de este negocio fueron los hermanos Toribio, José y Gregorio Uceda Guzmán; así como José y Miguel Farroñay Robles. Luego aparecieron los hijos, nietos de estos abastecedores de carne; y surgieron también otros comerciantes como Gregorio Gamarra, Genero Flores, etc.

Además de la carne de res, también se vendía carne de cerdo, cabrito. Y una dama que vendía las tripas y las patas era doña Asunciona Senmache. Era pícara para vender sus productos, pero al mismo tiempo humanitaria. La ví regalar algunos productos a niños de humilde condición. Ese mismo gesto lo tenían nuestros matarifes, quienes hacían lo propio con los pobladores de Pómape, Valle hermoso, El Palmo, Poncoy, quienes acudían al camal para ayudar y recibir a cambio alguna compensación monetaria o la menudencia del ganado sacrificado.

Armando Cuyate. Don Gregorio Uceda y doña Asunciona Senmache

Vienen a mi memoria mis “caseros”, los abastecedores de mi preferencia como los hermanos Guillermo y Enrique Uceda; Armando y Genaro Cuyate; Benigno, Raúl y Benito Farroñay. Luego el “gordo” Elmo Farroñay, mi alumno en la escuela “Sabogal” y padre de los conocidos “Chanos’. Pero hay una persona de grata recordación, don Gregorio Uceda Guzmán. Su don de gente, su amabilidad y bondad lo hicieron un ser especial.  

En esta crónica es importante destacar los logros cosechados por este gremio de comerciantes. La unidad y dinamismo fueron vitales, ellos simulaban cierta competencia y rivalidad durante su trabajo cotidiano, pero era parte de su estrategia. Los abastecedores de carne fueron un verdadero ejemplo de cómo se debe trabajar solidariamente. Nuestros artesanos y propietarios de restaurantes tienen la palabra. Me despido con una frase del nigeriano Ifeanyi Onuoha: “ “El trabajo en equipo es el secreto que hace que la gente común logre resultados poco comunes.”(Luis Castro G.)


                               Los hermanos Enrique y Guillermo Uceda compraron el famoso "Toro mata" para transportar su mercadería.

 

miércoles, 16 de marzo de 2022

“LA BOTICA ESTÁ ABIERTA y don FELIPE…”

 


( En homenaje a los cien años de la farmacia "Auxiliadora” )
“La botica está abierta y don Felipe está en la puerta”, es la coloquial y jocosa frase que miles de monsefuanos e incluso lambayecanos expresamos – como una forma de alertar- a algún hombre que de manera descuidada caminaba con la bragueta abierta.
Desde niños aprendimos esta frase, incluso la decíamos en coro, cuando algún compañero de estudios salía a la pizarra y mostraba una abertura de su pantalón y la cremallera abajo, mientras la profesora sonreía un tanto ruborizada.
Pero poco saben que esta frase nació hace muchos años, en 1930, durante una fiesta campestre, de esas que celebraba la alta sociedad monsefuana. Sucedió en la quinta “Capuñay”, en una fiesta con arpa al son del maestro Barrios de Ciudad Eten, en homenaje al extinto doctor Miguel Custodio Pisfil. Entonces alguien evidenció que don Felipe Flores, el propietario de la farmacia “Auxiliadora”, se arrimó a un árbol y cuando retornó, tenía la bragueta abierta. De inmediato, uno de sus amigos lo alertó haciendo señas con los ojos y adicionando la singular frase “la botica está abierta”. Don Felipe sonrió y dijo que su negocio estaba cerrado; pero un nuevo movimiento de ojos terminó por convencerlo, que no se referían a su farmacia, sino a la bragueta del pantalón. Dejó de bailar el vals, pidió disculpas a la dama, se dio media vuelta y solucionó el inconveniente.
Fue un caso anecdótico que quedó perennizado, como también está en la mente de los monsefuanos los logros del extinto Felipe Flores, nacido en 1894 y que el próximo 26 de mayo estaría cumpliendo 128 años. Este curioso hecho que hacemos referencia tiene el propósito, además, de rendir homenaje al personaje que, graduado como farmacéutico en las aulas de la universidad San Marcos, regresó victorioso a su tierra y creó empresa, puso la primera farmacia en Monsefú, la que llamó “Auxiliadora” y que por estos días cumpliría un siglo de vida, 100 años.
Tras el fallecimiento de don Felipe, sus hijas Judith (93) y Martha (87) continuaron con el negocio, pero la edad avanzada de ellas ha impedido que “Auxiliadora” siga con las puertas abiertas al público, en la esquina de 28 de Julio y Mariscal Sucre.
A don Felipe Flores siempre se le recordará por sus dotes de diplomático, de persona introvertida pero centrada en sus objetivos y afanes. Fue tres veces Juez de Paz (por aquellos tiempos era nominada autoridad aquella persona que, sin ser abogado, reunía ciertas condiciones y se le llamaba “notable”). Impartió orden y ley, acompañado de su leal secretario, don Carlos J. Llontop.
Por igual, como profesional de la salud, fueron muy acertados sus preparados químicos que elaboraba de acuerdo al diagnóstico de sus ocasionales clientes. Mucha gente acudía a la farmacia “Auxiliadora” para hablar con don Felipe y explicarle sus dolores. “Las personas le tenían mucha confianza, hasta evitaban ir al doctor e iban directamente a pedirle consejos de salud”, recuerda Walter Llontop Relúz, quien conoció de cerca a nuestro personaje.
Era la época de los escasos doctores; de fármacos inolvidables como el “Penetro” para la gripe, del éter, de la trementina, el mentol chino, alcanfor, el alumbre; pero don Felipe iba más allá, favorecido por sus conocimientos químicos. Por eso la gente lo quería, porque era “certero” en sus apreciaciones para las inflamaciones, cólicos, calenturas, irritaciones a la piel, etc.
La farmacia “Auxiliadora” permanece cerrada, pero la inmortal frase sigue vigente, por lo tanto, la “botica está abierta y don Felipe está en la puerta” va a perdurar. Muchos amigos reconocen su uso frecuente cada vez que algún descuidado pretende airear su miembro viril. Gabriel García Márquez decía: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla.” (Luis Castro G.)