jueves, 28 de julio de 2022
LOS KAMT: EL APORTE CHINO A MONSEFÚ
viernes, 10 de junio de 2022
LA UNIDAD GREMIAL ES SINÓNIMO DE ÉXITO
Durante los años setenta, especialmente los fines de semana, largas
colas se formaban en el mercado de Monsefú. Era la época en que dueños de
restaurantes y personajes famosos de Chiclayo y alrededores formaban largas
filas para llevar la mejor carne que ofrecían nuestros comerciantes.
Fue el boom de las carnicerías. Hombres y mujeres sucumbían ante la
calidad de los filetes, solomillo, chuletas, cortes del lomo, pulpa bola, de
las mejores partes del ganado vacuno. “Venga caserita, le doy su yapa”, “Parte
de pulpa, costillar de res, venga, venga”, gritaba el “zambón” Guillermo Uceda.
Nuestros abastecedores tuvieron mucho éxito económico y por eso se involucraron
como dirigentes deportivos de los mejores equipos de fútbol de la época como “7
de junio”, “28 de Julio”, entre otros.
El equipo de fútbol de los abastecedores de carne. En la otra gráfica, Guillermo Uceda juramenta a su directiva. |
Pero esa prosperidad no llegó sola. Nuestros comerciantes de carne
hicieron su parte. Demostraron cohesión, trabajaron unidos, fueron empáticos,
bromistas, respetaron los precios y dieron muestras de comprensión con sus
ocasionales clientes. Y caso curioso, tres fueron las familias que dominaron
este negocio: los Uceda, los Farroñay y los Cuyate.
“No solo se llevaban la mejor carne, pasaban momentos de felicidad con
nuestras bromas, las ocurrencias que nos salían del alma. Fueron momentos
gratos”, recuerda Guillermo Uceda.
Muchos recuerdan que los iniciadores de este negocio fueron los hermanos
Toribio, José y Gregorio Uceda Guzmán; así como José y Miguel Farroñay
Robles. Luego aparecieron los hijos, nietos de estos abastecedores de carne; y
surgieron también otros comerciantes como Gregorio Gamarra, Genero Flores, etc.
Además de la carne de res,
también se vendía carne de cerdo, cabrito. Y una dama que vendía las tripas y
las patas era doña Asunciona Senmache. Era pícara para vender sus productos, pero
al mismo tiempo humanitaria. La ví regalar algunos productos a niños de humilde
condición. Ese mismo gesto lo tenían nuestros matarifes, quienes hacían lo
propio con los pobladores de Pómape, Valle hermoso, El Palmo, Poncoy, quienes
acudían al camal para ayudar y recibir a cambio alguna compensación monetaria o
la menudencia del ganado sacrificado.
Armando Cuyate. Don Gregorio Uceda y doña Asunciona Senmache |
Vienen a mi memoria mis
“caseros”, los abastecedores de mi preferencia como los hermanos Guillermo y
Enrique Uceda; Armando y Genaro Cuyate; Benigno, Raúl y Benito Farroñay. Luego
el “gordo” Elmo Farroñay, mi alumno en la escuela “Sabogal” y padre de los
conocidos “Chanos’. Pero hay una persona de grata recordación, don Gregorio
Uceda Guzmán. Su don de gente, su amabilidad y bondad lo hicieron un ser especial.
En esta crónica es importante
destacar los logros cosechados por este gremio de comerciantes. La unidad y
dinamismo fueron vitales, ellos simulaban cierta competencia y rivalidad
durante su trabajo cotidiano, pero era parte de su estrategia. Los abastecedores
de carne fueron un verdadero ejemplo de cómo se debe trabajar solidariamente.
Nuestros artesanos y propietarios de restaurantes tienen la palabra. Me despido
con una frase del nigeriano Ifeanyi Onuoha: “ “El trabajo en equipo es el
secreto que hace que la gente común logre resultados poco comunes.”(Luis Castro
G.)
miércoles, 16 de marzo de 2022
“LA BOTICA ESTÁ ABIERTA y don FELIPE…”
sábado, 13 de noviembre de 2021
EL CAMPESINO COSECHADOR DE FRESAS Y UVAS QUE SE CONVIRTIÓ EN UN FAMOSO ASTRONAUTA
Luis Castro Gavelán
El Perú es un país que le debe mucho a la agricultura. El sector agrícola aporta casi el diez por ciento del producto bruto interno. Eso, gracias a nuestros abnegados campesinos que honran y cultivan la tierra. Pero así como nuestros agricultores sacrifican su vida para producir la tierra, muchos de ellos se han dado cuenta del trabajo que deben cumplir como padres: permitir y alentar para que sus hijos se profesionalicen, vayan a una universidad, se impregnen de sabiduría y nuevos conocimientos. Esta determinación ha dinamizado el sueño de nuestros niños. En la radio e internet hemos sido informados de la aparición de talentos, de niños con condiciones excelentes para estudiar; pero también que tantas veces esas intenciones se han frustrado por no ser constantes, no tener apoyo profesional o porque la economía de los padres impide que aquellas ideas pergeñadas cuando infantes, lleguen a consolidarse.
Entonces viene a mi memoria la vida de José Hernández, un mexicano- americano que fue campesino durante su niñez y que sin dudas tiene un mensaje para todos los niños soñadores peruanos y del mundo que anhelan un hálito de aliento. La historia de José está llena de paradigmas. Y también nos dice que los padres nunca debemos ser un obstáculo cuando los niños tienen proyectos con destellos de aparente utopía, pero que en realidad no es así, ellos requieren que alguien los entienda y apoye a hacer realidad esas “fantasías”.
Salvador y Julia Hernández son padres de 4
hijos. José es el último. Todos los años, Salvador y su esposa se movieron
desde Michoacán, México, hasta los predios agrícolas de California, Estados
Unidos para cosechar fresas, pepino, uvas, duraznos. Nueve meses de trabajo en
tierras americanas y tres meses en su natal Michoacán, así era la vida de los
Hernández. Inmigraron por razones laborales, vivieron de un lugar a otro, y así
llegaron los hijos, unos nacidos en México y otros en Estados Unidos.
José nació en Estados Unidos y hasta los 12
años, bajo el intenso sol californiano, ayudó a su padre en la cosecha de
frutas para ganar 35 centavos de dólar por cada balde lleno de uvas o fresas.
Pero su vida cambió cuando a la edad de 10 años vio en la televisión a Ronald
Evans, Harrison Schmitt y Eugene Cernan caminar por la luna, el único satélite
natural del planeta Tierra, uniformados con su vestimenta de astronautas. La
proeza del Apolo 17 que repercutió a nivel mundial ocurrió el 7 de diciembre de
1972. José nunca borró de su mente esa historia que vio en la pantalla chica.
“Cuando tenía 12 años tomé una decisión con
el apoyo de mi maestra americana. El moverme de un lugar a otro por decisión de
mi padre hacía que no hablara bien el español, ni tampoco el idioma inglés. Por
mi ambiente bicultural y por la forma de expresarme sufrí la burla de los niños
de México y de los Estados Unidos. La Sra. Jean llamó a mi padre y le dijo que
quería hablar con él”, recordó José Hernández.
José y su padre |
Profesora Jean fue a la casa de José para interceder
En realidad la teacher Jean no llegó para quejarse de la mala
conducta de su alumno, sino que abogó para que José se estableciera en
California. También felicitó a don Salvador por las buenas calificaciones del
menor. El agricultor inmigrante, con apenas tercer año de educación primaria
entendió el pedido de la maestra y llevó otra vez a la cocina a su niño. José
estaba preocupado, tuvo miedo de alguna reacción negativa de su padre.
“En la cocina pasaban tres cosas: comer, hacer las tareas o nuestro padre
aplicaba la “justicia” con la correa. Mi padre no me invitó comida, no me dijo
que haga las tareas y cuando pensé que me iba a castigar, con voz amical me
interrogó: ¿Y por qué deseas ser astronauta? Le dije que quería ser alguien en
la vida”, recordó José.
Pese a su escasa
educación el agricultor mexicano no se opuso a las intenciones de su hijo, analizó
la situación y con mucha sapiencia le explicó que para ser alguien en la vida debía
considerar cinco puntos de una receta especial que él imaginó:
1- Definir lo
que se quiere ser en la vida
2- Crear un mapa. Así sabrás dónde estás y la ruta que debes seguir
para alcanzar tus metas.
3- Trabajar y estudiar. Así sabremos el significado de sacrificio y ética
de trabajo. Hay que prepararse para conseguir los objetivos.
4- Crecer y tener corazón. Hacer las cosas no porque los padres lo piden,
sino porque personalmente reconocemos que es lo mejor.
5- Perseverancia. Es la cereza del pastel, no todo es fácil, la vida está
llena de alegrías y sinsabores, pero hay que perseverar para triunfar.
Y José llevó adelante la receta. Terminó la secundaria, se graduó de ingeniero
electrónico, hizo una maestría en ingeniería y luego de 5 años de experiencia
postuló a la NASA donde fue aceptado. Como empleado de la Administración
Nacional de Aeronáutica de los Estados Unidos postuló 11 veces para ser
astronauta, pero fue rechazado una y otra vez.
“Me acordé de la receta de mi padre y
perseveré. Para mejorar mi hoja de vida, me hice piloto durante un año. Utilicé
otro año para ser el mejor buceador. Acepté participar en Rusia en una estación
espacial internacional, aprendí ruso. Después de 5 años de seguir terco en mi
propósito, fui aceptado en la intención número 12”, rememora José.
Fue admitido como pre candidato a
astronauta. Y tras dos años de intensos estudios y mucha práctica profesional terminó
por convencer a los funcionarios de la NASA que finalmente lo programaron como
tripulante del transbordador Atlantis STS-128. El 29 de agosto del 2009 el
agricultor José Hernández Moreno honró a su familia, a su profesora Jean, a su
país, Estados Unidos, y a su nación de herencia, México.
A la 1.36 minutos de la
madrugada despegó el transbordador con José como parte del equipo de 5
astronautas desde Cabo Cañaveral, Florida, y teniendo como testigos de lujo a
su padre, esposa, hijos, y su orgullosísima teacher Jean. Con
una estampita de la virgencita de Guadalupe dentro de su uniforme, José se
persignó mientras el STS-128 alcanzaba una velocidad de 28 mil kilómetros por
hora. Durante 13 días José y sus compañeros de aventura dieron vueltas
alrededor del planeta, coronaron con éxito su misión y retornaron sanos y a
salvo al centro espacial de Florida.
El inmigrante, el campesino
cosechador de fresas y uvas, que muchas veces mostraba sus mocos cuando niño,
se convirtió en un cosechador de estrellas. Muchas veces nuestros padres nos
piden sonreírle al éxito, llegar arriba, pero José llegó más arriba, vio
nuestro planeta desde el espacio sideral como un boato espectador.
José tocó la gloria, pero jamás cambió.
Nunca fue arrogante ni mucho menos petulante. Siempre sonrió, siguió siendo
sencillo y honesto. Cuando llegó a su casa en California, tras su experiencia
espacial, visitó a su esposa Adela en el restaurante “Tierra luna grill” que
ambos administran. Se abrazaron por unos minutos, fue un encuentro de una
esposa, de una fan enamorada de su héroe, pero todo cambió cuando un mesero
dijo que la máquina de lavar platos se había malogrado. José, el famoso
astronauta, se puso a lavar decenas de platos mientras conversaba a su pareja
su experiencia como tripulante del STS-128.
José Hernández y su familia |
Dios bendiga a cada uno
de sus hogares, mi esperanza es que los jóvenes sepan que nada es fácil, pero
en un mundo donde todo cambia rápido, quien no arriesga, no saborea el éxito.
Nos despedimos con un consejo de James Allen: “Para obtener el verdadero éxito
hay que hacerse cuatro preguntas: ¿Por qué?, ¿Por qué no? ¿Por qué yo no? ¿Por
qué no ahora? ( Luis Castro G.)
martes, 15 de junio de 2021
DE “VOLUNTARIOSO COSECHADOR” DE FRUTAS A COLECCIONISTA DE ÉXITOS COMO CIRUJANO
La familia del cirujano Jesús Custodio. Lía, Jesús Alonso y Dina |
Era el conspicuo “mataperro” de la
familia, el muchacho calculador que sabía que papá Jacinto trabajaba de siete a
tres de la tarde en el mercado de Monsefú y él aprovechaba ese tiempo para reunirse
con sus amigos de barrio y “visitar” las chacras, cosechar las frutas antes que
los propietarios; bañarse en el río Eten y las acequias, disfrutar de la vida
como un auténtico y experimentado mozalbete.
Le llamaban “Chito” y así quedó
perennizado entre los suyos. Ese apelativo devino cuando a Jesús Jacinto Custodio
López le decían de cariño Jesusito, Jesuchito y finalmente “Chito”. Era el
noveno de diez hermanos y a pesar de sus travesuras y actos de muchacho
callejero, siempre le gustó el estudio. Sus amigos de la escuela “La
Misericordia” y el colegio “San Carlos” lo recuerdan como un “chanconcito” a
quien las monjas canadienses rehusaban llamar Jesús, porque cuando algunas
veces debían castigarlo, se sentían muy mal tener que corregir al “hijo de Dios”.
Por eso las religiosas preferían decirle “Chito” o Jacinto, su segundo nombre.
Y el niño Jesusito se hizo adolescente, adulto
joven, con la imagen de sus hermanos mayores Willy y Enrique, los primeros médicos
de la familia. Pidió a sus padres apoyarlo en su intención de estudiar medicina
y don Jacinto y doña Paula, conscientes de su reducida economía familiar,
recibieron preocupados el pedido. Pero nuestro famoso cirujano nació de pie y arropado
por el afecto de su madrecita y su hermana mayor, la profesora Vilma, quien
actuaba como la administradora familiar, hizo los números y acogió el deseo de
su hermano menor con estoicismo.
El más alto de todos, el doctor Custodio, junto a sus compañeros de "La Misericordia" |
Los años pasaron y aquel joven blanquiñoso,
de lentes, mataperro, pero estudioso, que obtuvo los primeros puestos en
primaria y secundaria y que por su estatura y temple era el brigadier del aula,
se convirtió en 1974 en estudiante de la universidad de Trujillo y años más
tarde, en 1982, egresó como médico general. Su ímpetu prosiguió y durante tres
años hizo una especialidad en cirugía toráxica y cardiovascular, graduándose en
1989 de la prestigiosa universidad mayor de San Marcos.
Luego decidió profundizar sus conocimientos en cirugía cardiaca. Estuvo todo el año 1993 en Estados Unidos capacitándose en la Wayne State University de Michigan y posteriormente permaneció durante seis meses en Japón, en la prestigiosa Escuela de Medicina de Yokohama. Todo ese cúmulo de conocimientos y su creciente reputación lo hicieron muy solicitado. En sus casi 30 años de médico cirujano ha participado en cerca de cuatro mil intervenciones quirúrgicas.
UNA IMPORTANTE CARRERA
“Creo haber hecho una carrera
profesional que no ha decepcionado a mis padres, mi familia y a mi pueblo. Y
estoy feliz porque ahora, a mis 65 años y a pocos años de mi jubilación, la
posta la ha tomado mi hijo Jesús Alonso que ya empezó a realizar cirugías. Eso
me enorgullece y ese sentimiento es compartido por mi esposa Lía y mi hija
Dina, ahora psicóloga”, sostiene en diálogo telefónico el popular “Chito”.
Jesús Custodio no deja de tener razón.
Paso a paso ha conseguido premios, triunfos que son reconocidos en la región y
el país. Su fama de cirujano persiste y por eso ahora comparte su labor en las
salas de cirugía; y en las aulas universitarias, como catedrático.
El doctor Custodio visitó a las monjas canadienses |
Y lo destacable es que siempre está
vinculado a labores sin fines de lucro, actividades como voluntario. Por
ejemplo, atiende gratuitamente a pacientes en un centro médico de Reque bajo la
coordinación de las religiosas canadienses, con quienes aún mantiene contacto.
“Aprovechando mis estudios en Estados Unidos fui a Terranova, Canadá y pude
confraternizar con muchas monjas que prestaron servicios en Monsefú y Puerto
Eten. Fue un reencuentro lleno de sentimientos, de anécdotas y memorias”,
recuerda Jesús.
Jugador de baloncesto. Su equipo se llamaba "Los Malvados" |
DEPORTISTA Y DIBUJANTE
Varios amigos de su generación y de la promoción 1972, con quienes mantiene contacto, recuerdan a Jesús Custodio como un practicante de baloncesto y arquero de fútbol, incluso titular de la selección de su colegio. También disfruta de la natación y pergeña en sus tiempos de ocio, de atractivos trazos, dibujos y pinturas. Incluso fue ganador en el 2009 de la Orquídea de Oro en los V Juegos Florales Universitarios de la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo.
Precisamente su habilidad con la
natación le permitió salvar la vida del hoy notario y abogado Sergio Vera.
Siempre andaba acompañado de Harold Capuñay, Iván Delgado, Sergio Vera, Héctor
Aquino, Irzio Boggio, Raymundo Ayasta, Angel Seclén, José Casas, entre otros. “Estábamos
en el río Eten y en cierto momento varios de los muchachos estuvieron jugando
en el agua. Sergio Vera no sabía que ellos estaban flotando y entró confiado
pensando que por ese lado del río no estaba profundo. De repente se escucharon
gritos de auxilio y vimos a Sergio hundiéndose. “Chito” Custodio nadó rápido y
fue al rescate, los otros muchachos hicieron lo propio y gracias a Dios salvamos
a Sergio”, recordó Harold Capuñay. Esa anécdota consolidó el deseo de nuestro
personaje, de salvar vidas. Su primera experiencia no fue dentro de asépticos
quirófanos, ocurrió en las aguas del río Eten.
Las reuniones de camaradería con sus amigos de toda la vida |
Las correrías del incansable “Chito”
Custodio son tantas, como la atafagada agenda que maneja en sus actuales días.
Pero entre las historias con estetoscopios, electrocardiogramas y torniquetes,
preferimos las que resultan muchas más interesantes, aquellas que arrancan una
sonrisa a la galería, anécdotas con sabor a leyendas citadinas que se deben
perennizar.
Próximos a las siete décadas, varios
amigos de nuestro personaje recuerdan entre sonrisas sus incursiones por los
campos para “cosechar” guayabas, ciruelas, membrillos. Eran expertos trepando y
superando las cercas, caminar agazapados y sigilosos para evitar “dejar el
rastro”. Sentían pavor cada vez que los dueños y sus familiares los corrían y
molestos por estas sorpresivas invasiones a su propiedad, amenazaban a los
cuatro vientos con “quemarles el rastro”. Los brujos y curanderos abundan en
Monsefú y lugares aledaños, ellos aseguran que basta recoger la tierra con las
huellas de los pies de los invasores, generar quemaduras en esas delicadas
partes del ser humano.
Por eso “Chito” y sus huestes se
cuidaban de esas advertencias. Se ponían algunas ramas en sus zapatillas para
tergiversar las huellas; muy inocentes, se iban a las acequias y orillas del
río Eten para “remojar” sus pies y así dar la contraria a los hechizos y
encantamientos. Muchos lugares de Cúsupe, el Desaguadero, donde actualmente
está “La Estancia”; Poncoy, por los alrededores de la quinta Boggio, forman
parte del terreno explorado.
En verano, el tropel de adolescentes
tomaba por asalto la caleta de Santa Rosa, se bañaba en las aguas del Pacífico
y también escarbaba la arena para capturar muymuyes o “Pulga de mar” (sand
crabs en inglés). La palomillada abundaba y por eso, para evitar que
alguien se fuera temprano, intercambiaban pantalones y bajo intimidación
proferían:” arena al que se va”. Jacinto Custodio, que era el más alto, no
podía escapar por temor a la arena o porque ningún pantalón que no era el suyo,
podía usar. Su estatura le deparaba un buen inconveniente. Así el buen “Chito”
Custodio llegaba después de las tres de la tarde a su casa y su padre con un
movimiento de cabeza, le indicaba que la madrugada del siguiente día tenía una
cita con el “caramelo” de José Llontop, un látigo que nuestros padres adquirían
para consolidar alguna reprimenda. “Soportaba estoicamente esos latigazos, no
se inmutaba, recibía de pie el castigo, apretando los dientes, pero no era como
mis otros hermanos que se corrían por los techos para escapar de esos ingratos
momentos”, sonríe al expresar esa confesión familiar mi querida profesora Vilma
Custodio, hermana de “Chito”.
La numerosa familia del doctor Custodio en una foto para el recuerdo |
Por blanquiñosito y carismático siempre
fue muy querido en la familia. Estoy muy orgullosa y halagada por sus logros.
Siempre quiso ser médico, tenía una persistencia envidiable. Se levantaba entre
las cuatro y cinco de la madrugada para estudiar, su autoestima fue muy alta,
sabía lo que quería en la vida. Mi madre Paula nos quiso a todos por igual,
pero su preferencia por él era notoria. Le cosía sus camisas, le arreglaba sus
ropas. Con sus chistes y ocurrencias él divertía a la familia. Estoy contenta,
muy feliz de todo lo que ha conseguido”, reseña Vilma Custodio de su hermano
menor, casi a punto de soltar algunas lágrimas de emoción.
Junto a su esposa Lía |
jueves, 22 de abril de 2021
EL PERÚ VIVE LA TORMENTA PERFECTA
Escribe:
Luis Castro Gavelán
Para confirmar la grave crisis política que vivimos,
el Perú elegirá el 6 de junio al quinto presidente en menos de cinco años. Así
como lo leen. Pedro Pablo Kuczynski, el esperpento de Vizcarra, Manuel Merino,
Francisco Sagasti y la persona que salga elegida. Pero el radicalismo del
candidato Pedro Castillo nos direcciona a una horrenda pesadilla que ya viven
Venezuela, Cuba y Nicaragua. ¿Entonces, qué hacer? ¿Vale la pena apostar por la
menos mala, Keiko Fujimori? Nunca emití una opinión para incidir en mis
lectores, pero no tengo otra opción, el Perú está en un grave peligro y es
importante para los ciudadanos libres proteger la libertad de los demás.
Los resultados poco transparentes con dos candidatos -Castillo y
Fujimori-que son sumamente peligrosos para la estabilidad y la endeble
democracia peruana, asociados a un petrificado Francisco Sagasti y su gobierno
de transición; una indetenible ola de contagios, muerte y crisis económica, avizoran
para el Perú días aciagos, una mezcla explosiva, una tormenta perfecta.
Jamás el común de los peruanos ni la más consabida pitonisa
pronosticaron estos resultados que nos ha puesto -como país- contra las
cuerdas. Será la competencia de los menos confiables, gracias a la ausencia de
un 30 % de los electores, la deleznable labor de los organismos electorales y
el nefasto accionar de la mayoría de la prensa peruana que cambió prebendas e
intereses empresariales por confusión y información manipulada. Es decir,
rindieron culto a Maquiavelo y su frase inmoral “El fin justifica los medios”.
Un viejo refrán refiere que Dios perdona el pecado, pero no el escándalo
y la prensa peruana “al servicio del gobernante de turno” ha dejado de lado su
prestigio y reputación para poner a disposición su línea editorial y recibir a
cambio publicidad estatal. Esa prensa que monopoliza medios de comunicación
escrita, radial y televisiva alaba los fantasmagóricos “logros” del gobierno,
silenciando la espiral de violencia, los miles de contagiados, la escasez de
camas UCI, la falta de vacunas contra la Covid-19 y el drama generalizado de
miles de peruanos que lloran sus muertos y agudizan su crisis económica.
Y el resultado es doloroso, vamos a tener que elegir ad portas del
bicentenario de nuestra independencia nacional, al menos malo, al menos
impopular, a esa persona que con su discurso electoral garantice la continuidad
de la democracia y tenga mejores recetas para enfrentar una recesión económica que
ya toca puertas de los 33 millones de peruanos. La segunda vuelta del 6 de
junio hará más profunda la fragmentación de la política peruana, será una lucha
de clases, como lo ha dicho abiertamente el candidato Pedro Castillo "Esta
es una competencia entre los ricos y los pobres, la lucha entre el patrón y el
peón, entre el amo y el esclavo". Son expresiones propias de un
izquierdista radicalizado que no esconde sus deseos políticos, estatizar todo,
al más puro estilo de los dictadorzuelos que gobiernan Nicaragua, Cuba,
Venezuela, con las funestas consecuencias que el planeta conoce. Pedro Castillo y el dirigente de Movadef Tito Rojas
(de acuerdo a documentos de la Dircote)
Pero la Sra. Fujimori tampoco ofrece garantías con sus antecedentes
conocidos, con sesgos de corrupción y a punto de ser sentenciada. Sin embargo,
como refiere nuestro laureado escritor Mario Vargas Llosa, Keiko “representa el
mal menor”.
Castillo y la Sra. Fujimori son la antípoda de la política nacional. Él
es un extremista radical, estatista, que suele victimizarse para conseguir sus
propósitos, sin norte para enfrentar la pandemia del Covid-19 y con un altísimo
riesgo de implantar una dictadura neocomunista direccionada por La Habana y
Caracas. No esconde sus preferencias y simpatías con Maduro, Rafael Correa y
Evo Morales, tres caudillos de baja estopa. Y ella, la Fujimori, simpatiza con
el capitalismo de libre mercado, es políticamente republicana y defiende la
democracia liberal. Fue acusada de lavado de dinero, recibimiento de sobornos y
pesa sobre ella la herencia moral que mantiene en prisión a su padre, el
expresidente Alberto Fujimori.
El escenario político ya está planteado, los 17’061,614 electores que
participaron, decidieron a los dos finalistas. Hubo ausentismo que determinó
ese resultado. 7’240,073 no emitieron su voto. Esgrimo una hipótesis, hubo una
“mano negra” que diseñó maquiavélicamente ese ausentismo. Uno, prometieron
vacunar a los miembros de mesa y al final nunca ocurrió. El desánimo fue
inmenso. Dos, cientos de mesas de sufragio no comenzaron a tiempo y miles de
ancianos que esperaron largas horas en medio de un abrasador sol, optaron por
retirarse. Tres, muchas mesas no abrieron y nunca hubo solución. Así como mi
hija, miles no tuvieron la oportunidad de sufragar. Cuatro, miles desistieron
por temor al contagio. Quinto, hubo demasiado desinterés, miles se enfrascaron
en sus actividades familiares o laborales.
Esta elección no es una más, está en peligro el territorio sagrado que
nos vio nacer, donde hemos cultivado familiaridad y relaciones amicales. Es la
nación que nos ha cautivado por su cultura, sus tradiciones, sus auténticas
costumbres gastronómicas y la rica historia inca que poseemos. La Sra. Fujimori
no es “santo de mi devoción”, pero es la única alternativa lógica.
Dudo mucho de los radicales de izquierda. Una exhibición palpable de lo
que hacen, tiene que ver con las vacunas contra la Covid-19. El actual
presidente Sagasti, que es de la izquierda moderada nos miente con frecuencia,
ha importado vacunas chinas de escasa reputación científica y ha establecido
una línea divisoria entre ricos y pobres. Con total desparpajo ha dicho “No
queremos que el que tiene plata se vacune y el que no tiene no lo haga”. Su
absurdo argumento está costando la vida de un peruano cada cuatro minutos,
según cifras oficiales del Ministerio de Salud. Hay empresas privadas que
desean importar vacunas para todo su personal, empezando por el limpiador de
pisos hasta el gerente, desean reactivar su actividad laboral y ayudar a
impulsar la economía nacional, pero la retrógrada decisión estatal impide
salvar vidas. Me atrevo a decir que la conducta de Sagasti pasa por sus
aberrantes celos: si las empresas privadas pudieran vacunar a sus trabajadores
más rápido que el flemático aparato estatal, pondríamos al descubierto su ineficaz
gestión.
Quienes tengan la oportunidad de leer este artículo, soy oriundo de un
pueblo norteño de 33,000 habitantes donde, estoy seguro, nadie nació en cuna de
oro. En Monsefú, tierra de agricultores, el interés es apoyarse mutuamente para
salir adelante. No hay ricos y pobres, hay gente laboriosa que en base a su
propio esfuerzo ha salido adelante, hay gente que vive de manera acomodada por
sus propios medios y detesta lo que promueve el candidato Pedro Castillo, eso
de una competencia electoral entre “ricos y pobres”. En Monsefú, al igual que
en muchos pueblos del Perú no deseamos populismos, falsas promesas y recetas desfasadas.
Millones de peruanos queremos evitar la tragedia de otros países. En
Cuba están confiscadas las libertades, la gente vive en absoluta pobreza; en
Venezuela, país con las mayores riquezas petroleras del mundo y con una moneda
devaluada a su máxima expresión, se vive de manera paupérrima y unos 5 millones de venezolanos
emigraron para escapar de la pesadilla comunista. En Nicaragua, el sátrapa
dictador Daniel Ortega tomó el poder con una deuda externa ascendente a 3,400
millones de dólares. Ahora la nación del poeta Rubén Darío adeuda a diciembre
del 2020 más de 12 mil millones de dólares y su población vive entre el hambre,
la miseria y la opresión.
Hay quienes afirman que la izquierda peruana no
ha gobernado el país y merece una oportunidad. Entonces respondo, qué ha hecho
el izquierdista y misógino de Martín Vizcarra, un populista que es culpable
directo de la desgracia que vive el país. Qué está generando Francisco Sagasti,
con un país a la deriva. Él mismo ha reconocido que el puesto le ha quedado
grande: "Desgraciadamente la pandemia ha demostrado que como Estado hemos
fallado”, ha dicho Sagasti.
Más pruebas. Hay tantos gobernadores regionales
de tendencia izquierdista encerrados en prisión. Por ejemplo, el mentor y miembro
de la plancha presidencial de Pedro Castillo, Vladimir Cerrón, fue gobernador de Junín y sentenciado a 4 años y 8 meses
de prisión por corrupción. El exgobernador de Cajamarca Gregorio Santos,
acusado por coimas y para quien la Fiscalía pide 24 años de cárcel. El
exgobernador regional de Cusco, Jorge Acurio Tito, que cumple prisión
preventiva por presuntamente haber recibido un soborno de tres millones de soles
de la empresa Odebrecht.
Otro ex gobernador cusqueño con problemas judiciales es Edwin Licona. El gobernador regional de Áncash, César Álvarez Aguilar, fue sentenciado a
35 años de prisión por corrupción y ordenar la muerte del consejero regional
Ezequiel Nolasco. El exgobernador regional de
Ancash, Waldo Ríos, tiene una condenado de 5 años por corrupción. El gobernador
de Puno, Walter Aduviri, también tienen problemas legales. Elmer Cáceres, de
Arequipa; Gerardo Viñas de Tumbes… y sigue la lista.
Castillo encabezando una huelga del SUTEP |
El señor Castillo es abiertamente radical y
tiene serias investigaciones policiales por sus evidentes lazos con los
integrantes del Movadef (el brazo legal y político del grupo terrorista Sendero
Luminoso). Durante la huelga magisterial del 2017 estuvo rodeado de sus
camaradas del Movadef. Y esa vinculación, esa cercanía ideológica se debe a que
Castillo pertenece a “Conare”, una facción, un engendro de “Sendero Luminoso”
que pretende convertirse en el nuevo sindicato de los maestros del Perú y
desconocer al Sutep, la organización que reúne a los profesores del Perú. Así
lo ha revelado Pedro Yaranga, todo un especialista en el tema.
El exsecretario general del Sutep, Alfredo
Velásquez dijo al diario Perú 21 que “Pedro Castillo fue elegido por la gente
del Movadef y ha logrado un posicionamiento político llevando a los maestros a
una aventura”. Por otro lado, el coronel PNP Benedicto Jiménez, el policía que
más sabe del grupo terrorista SL ha dicho algo determinante: “Es mi obligación
moral como experto en terrorismo dar a conocer los vínculos del Conare con el
Movadef. El señor Castillo asumió la presidencia del comité de lucha de Conare
en el 2017 y con eso confirmamos la infiltración de Sendero Luminoso en el
magisterio peruano”.Coronel PNP Benedicto Jiménez
Castillo sostiene que lo están estigmatizando y
que no está vinculado al terrorismo, pero hay otras revelaciones que ofrecer.
La Dirección contra el Terrorismo (Dircote) investigó y emitió un informe que
el entonces ministro del Interior, Carlos Basombrío, presentó al Congreso de la
República en el 2017, sobre la infiltración del Movadef en el magisterio
nacional. Ahí figuran como investigados por la Dircote y la Dirección de
Inteligencia del Perú, cinco profesores que han postulado al Congreso de la Nación
por el partido “Perú Libre” de Pedro Castillo. Ellos son Elizabeth Medina
(Huánuco) | Germán Tacuri (Ayacucho) | Guillermo Bermejo (Lima) | Nivardo Tello
(Lima) | Paul Gutiérrez (Apurímac).
Quienes tenemos más de medio siglo de vida hemos
experimentado el genocidio que sufrió el Perú en los años 80, con el exterminio
de más de 48,000 peruanos, pérdidas económicas que superaron los 42 mil
millones de dólares y el desplazamiento de un millón de peruanos que huyeron de
sus tierras para evitar ser masacrados. Me dirijo a los peruanos de mi
generación y a los amantes de las libertades. Los padres debemos abrir los ojos
a nuestros hijos sobre el peligro de esta aventura llamada Pedro Castillo.
Francisco de Miranda nos dejó una frase válida por estos días: “El verdadero
carácter de un patriota consiste en ser obediente a las leyes de su país y
miembro útil de la sociedad a la que pertenece.”
En su ideario político, el movimiento político “Patria
Libre” de Pedro Castillo y el sentenciado Vladimir Cerrón, se denomina como “una
organización de izquierda socialista que reafirma su corriente ideológica,
política y programática, que abraza la teoría marxista, antimperialista”, es
decir, la típica arenga que promovía “Sendero Luminoso”. Hay miles de venezolanos
diseminados en todo el Perú, es muy fácil preguntar a ellos por qué escaparon
de Venezuela, cómo se sobrevive en una nación subyugada al comunismo. Estimados compatriotas, una cosa es tener propuesta
radicales políticas y otra es tener cercanía, hacer suyo el ideario del más
grande criminal de nuestra historia, el líder senderista Abimael Guzmán, hoy
preso en una celda del Callao.
El 6 de junio tenemos un compromiso con el Perú.
Es nuestro deber defender los intereses del país ante el acecho de un
movimiento genuinamente vinculado a los objetivos de una izquierda extremista y
que comulga con el pensamiento ideológico de “Sendero Luminoso”, el más grande
exterminador de peruanos de toda clase social. A mí no me contaron nada, durante
ese tiempo ejercí el periodismo en Perú y estudié con velas por esos malditos
apagones, sobreviví entre coches bomba, destrucción de torres de alta tensión y
balas arteras que cegaron la vida a policías, militares, civiles: Los senderistas
degollaron a niños y dinamitaron a mujeres indefensas como María Elena Moyano.
Es necesario que Keiko Fujimori firme una hoja
de ruta comprometiéndose a defender la democracia, no quedarse un día más tras
sus cinco años de gobierno y promover un gobierno de concertación nacional. Con
sus incongruencias, siempre seré partidario de la democracia como sistema, soy
un hombre de principios, creo en el derecho del pueblo a elegir y controlar a
sus gobernantes. Nunca emití una opinión para incidir en
mis lectores, pero no tengo otra opción, el Perú está en grave peligro. Recuerden
queridos conciudadanos una frase sabia del expresidente argentino Arturo
Umberto Illia: “Sin orden jurídico estable y
permanente, estamos frustrando el porvenir de la patria.”(Luis Castro G.)
Dos portadas que reflejan los sangrientos actos criminales de los senderistas.
sábado, 16 de enero de 2021
LA VERDADERA HISTORIA DE CÓMO AGUAMARINA y GRUPO 5 IMPUSIERON LA CUMBIA NORTEÑA EN LIMA
Escribe:
Luis A. Castro Gavelán
Universidad Complutense de Madrid
Después de 27
años, voy a narrar algo que tal vez será una revelación. Pocos conocen sobre
los orígenes de la famosa agrupación musical Aguamarina, de la forma como
ingresó al duro y exigente mercado limeño que por ese entonces era dominado por
la llamada “cumbia chicha”. Uno de los actores de ese acuerdo ya no está entre
nosotros, me refiero al Faraón de la Cumbia, Elmer Yaipén. Aún estamos con vida
don Teófilo Quiroga Rumiche, propietario del grupo sechurano con noventa años a
cuestas y el autor de esta crónica.
Lo que voy
a dar cuenta no es el simple hecho que dos agrupaciones norteñas empezaron por
primera vez a dar señales, su incursión a una ciudad de ocho millones de
habitantes, sino también la repercusión que tuvo, hasta estos días, la
presencia de Grupo 5 y Aguamarina en la capital del país con el consiguiente
resultado: el rompimiento de la hegemonía o mejor dicho el fin del monopolio de
los grupos y promotores de la llamada “cumbia chicha”; la aparición de una
corriente musical que conquistó a hombres y mujeres de la costa, sierra y selva
del país que habitan Lima; y la apertura al mercado limeño de muchas
agrupaciones musicales norteñas que terminaron por consolidar el éxito de la
cumbia de los sintetizadores e instrumentos de viento.
Si
conquistas Lima, los triunfos vienen por añadidura en todo el país. Y eso
ocurrió, Grupo 5 y Aguamarina iniciaron el camino y salieron adelante, pese a
muchas vicisitudes, gracias a su nivel de organización y disciplina. Las
agrupaciones de Monsefú y Sechura, respectivamente, son los máximos exponentes
de la cumbia costeña y se han erigido en los más conspicuos representantes de
la cumbia peruana, han internacionalizado su labor artística y aún no tocan
techo. Los hermanos Yaipén Quesquén de Grupo 5 y los Quiroga Querevalú de
Aguamarina, tienen mucho que ofrecer.
En un mundo
tan convulso y lleno de retos, esta crónica no desea promover polémicas que
definitivamente no ayudan a la fraternidad entre peruanos, que siempre
promuevo; pero sí tengo el interés de que se sepa la verdad y que forme parte
de la historia de la cumbia nacional, muy estudiada actualmente por sociólogos,
educadores, economistas, periodistas, musicólogos y muchos estudiantes
universitarios que escogen el tema para sus investigaciones de tesis.
El
reencuentro
Hay tantas
conjeturas sobre este asunto que uno de mis amigos, el poeta trujillano Juan
Carlos Lázaro, me animó a escribir un libro sobre la historia de la cumbia
norteña, su ingreso a Lima y luego su afianzamiento en todo el Perú, pero mis
ocupaciones profesionales no lo permiten. En mayo del 2018, durante una visita
al Perú, nos reunimos después de una veintena de años en Miraflores. Juan
Carlos estaba junto a su esposa, mi colega Inés Flores, y ambos lanzaron una
espina que me hizo reaccionar. “Hay versiones diferentes, hay tanta gente que
se irroga haber llevado a la fama a Aguamarina y muchos grupos norteños. “No lo
debes permitir”, sostuvieron.
La sugerencia se mantuvo en el limbo, pero anduvo rondando por mi cabeza. Hubo una gran desilusión, mis archivos personales se perdieron casi por completo cuando cambié de domicilio… y de esposa. Han pasado 27 años y gracias a varios amigos y la posibilidad que nos brinda el mundo cibernético, puedo ofrecer mayores matices del nacimiento de la Promotora Real y esa aventura que inicié alimentado por el entusiasmo del extinto Elmer Yaipén, el cantante y líder fundador del consabido “Grupo 5”. Incluso Elmer fue mi garante para que el representante de Aguamarina, Teófilo Quiroga, acepte presentarse en Lima.
Elmer Yaipén, "Chany" Meza y José Quiroga, durante un evento en 1996
Poco a poco
recordé aquellos pasajes de mi vida, me remonté a septiembre de 1993, cuando
sentados en la vereda, frente a su casa en la calle Mariscal Castilla de
Monsefú, Elmer me dijo que Grupo 5 podía hacer presentaciones en Lima y que
para tener mayor éxito recomendaba un “mano a mano” con Aguamarina de Sechura,
Piura. Sinceramente nunca había escuchado de esa agrupación. Pero el
desaparecido cantante de cumbia conocía el ambiente musical y había que
escucharlo.
Con la
estrella artística monsefuana me unía una gran amistad, que se fortaleció en 1985, cuando en actitud generosa ofreció
conciertos en Lima, contratado por una institución que había planificado
construir un arco de ingreso a la ciudad de Monsefú, Chiclayo. Como directivo
de esa organización aprendí a organizar masivos eventos musicales junto al
extinto Higinio Capuñay, el creador del emporio radial “La Exitosa y La
Karibeña”. En sus conciertos, Grupo 5 reunía en su mayoría a coterráneos ávidos
de colaborar con la obra benéfica y algunas decenas de simpatizantes. Pero lo
que recomendaba Elmer eran palabras mayores, se trataba de promover conciertos
en un mercado hasta cierto punto desconocido, donde semanas después confirmé
que estaba dominado por el mundo de la “chicha”, con agrupaciones y promotores
dispuestos a evitar que alguien “invada sus dominios”. En los ochentas trabajé en el diario “La República” y gracias a muchos
colegas con quienes labré gran amistad, sabía que podían ayudarme a promocionar
mis eventos. Eso era un gran respaldo para el atrevido proyecto.
Me dejé
llevar por el apasionamiento de Elmer sin medir las consecuencias. Los costos
para llevar a Lima a dos famosos grupos de cumbia norteña eran elevados y para
recuperar la inversión y generar utilidades había que desplegar mucho esfuerzo
y dedicación. Todo eso lo supe cuando ya tenía en mis manos los contratos
artísticos de Grupo 5 y Aguamarina. Los conciertos estaban pactados para el
sábado 4 y domingo 5 de diciembre de 1993.
Mi
reunión con Teófilo Quiroga, el dueño de Aguamarina
Cerca de
las diez de la mañana de aquel día terminó mi diálogo con Elmer Yaipén y ya
había algunos avances sobre esta aventura artística. Parece que los astros se
habían alineado para que todo salga redondo. “Tienes suerte Luchito. Paso por
tu casa a las dos de la tarde y te llevo para que converses con don Teófilo, el
propietario de Aguamarina, justo ellos van a tocar hoy domingo en un local de
La Victoria en Chiclayo”, me dijo el famoso “faraón de la cumbia”.
Y así
ocurrió. En su auto blanco modelo Elantra fuimos desde Monsefú a Chiclayo.
Durante el viaje hablamos de su agrupación, de sus hermanos y el futuro de sus
hijos, entre ellos Elmer Jr. y Andy. Me habló de sus sueños de consagración,
del mundo de la cumbia en el norte del Perú. Realmente desconocía la fama
regional de Aguamarina, las presentaciones de Armonía 10, el Sexteto
Internacional, los Cantaritos de Oro y otros. Hacía años vivía en Lima y mi
mundo musical lo llenaban la salsa y el rock.
Llegamos al
lugar y observé a muchos jóvenes y adultos almorzar en un restaurante. Eran los
integrantes de Aguamarina. Elmer se paró en la puerta y preguntó por el señor
Quiroga. De repente salió un hombre maduro, de unos sesenta años, con la calva pronunciada,
de tez morena y un tanto obeso. Risueño y de buena actitud extendió su mano a
Elmer.
-¡Ay… que tal
don Yaipén!
- ¿Cómo
está señor Quiroga? aquí le presento a mi amigo Lucho Castro. Tiene interés por
contratar a Aguamarina para Lima. Quiere hacer un mano a mano con nosotros y ya
ustedes conversarán, pero se lo recomiendo, es periodista y conoce el mercado
de Lima. Yo he aceptado y los dejo solos para que conversen.
Elmer se
alejó. Me dijo que me esperaría en su carro. Acostumbrado a tomar la iniciativa,
esta vez el señor Quiroga lo hizo y dijo que estaba listo para escucharme.
Retomé el aplomo y expliqué mi interés, le hice saber que ya había celebrado
fiestas con Grupo 5 con relativo éxito y que mi idea era hacer dos grandes
eventos, muy bien promocionados y con la idea de abrir un mercado tan difícil
como el limeño.
“Mira mano
(hermano) usted ha venido con don Elmer y quiere decir que lo conoce. Yo quiero
decirle que nosotros tenemos nuestro público acá por el norte y si usted hace
un buen trabajo le puede ir bien. Si usted pone sus afiches, sus banderolas y
hace su publicidad como me ha dicho, nos puede ir bien. A usted, a nosotros y a
los amigos de Grupo 5. Todos salimos ganando. Vea, le voy a aceptar y vamos a
ir a Lima con fe. Vaya tranquilo, haga bien sus cositas”, dijo el señor Quiroga
mientras pidió volver a hablar con Elmer Yaipén. En la conversación, el
representante de Aguamarina, un pescador curtido, de verbo simple pero
contundente, fue claro en algunos requerimientos, manifestó el precio por las
presentaciones del sábado y domingo y pidió algo más. Quería ir a Lima con un
contrato de tres fechas. Acepté su deseo y quedó contento.
Elmer
Yaipén tuvo unos minutos de diálogo y luego el señor Quiroga retomó la charla conmigo.
“Vea, le voy a dar el contrato por las tres fechas, don Elmer ha hablado muy
bien de usted y vaya tranquilo. Cualquier cosa me pide”, reiteró el viejo lobo
de mar, ahora convertido en propietario de una agrupación musical. No pidió
ningún dinero de adelanto y ofreció darme material discográfico al día
siguiente durante una presentación que haría el lunes por la noche en Monsefú,
mi ciudad de origen.
El
arriesgado proyecto iba tomando cuerpo. Ya tenía el contrato de Aguamarina y
durante el viaje de regreso, Elmer me hizo escuchar música del grupo piurano
que propalaron por una emisora radial. En ese momento no noté ninguna
diferencia entre los “grupos de chicha” (dicho sin ningún ánimo despectivo) que
celebraban fiestas masivas en la Carpa “Grau” y la música de Aguamarina. Estaba
confundido porque Grupo 5 también era un grupo de cumbia, pero sonaba diferente
por su propuesta con instrumentos de viento. Poco a poco empecé a
familiarizarme con las canciones de Aguamarina. Me encantó “Sirena del amor”,
“Siete noches”, “Paloma del alma mía”.
El lunes,
alrededor de las cinco de la tarde fui a ver a los chicos de Aguamarina. Iban a
tocar en el mercado de Monsefú. Hice una entrevista a Manuel “mañuco” Quiroga,
primera guitarra y director musical. Tenía facilidad de palabra, con su pelo alborotado
se parecía al legendario promotor de box Don King. Con mi cámara fotográfica hice algunas tomas
y se me ocurrió la idea de fotografiar a Elmer Yaipén y Manuel Quiroga en posición de guardia, como lo hacen
los boxeadores listos para el combate. Ya tenía la fórmula para promocionar el
evento: “La pelea del año: Aguamarina vs. Grupo 5”.
Terminada
la sesión de fotos, Elmer me llevó a su casa, me dio material discográfico,
grabó algunos saludos para confirmar las presentaciones de Grupo 5 y se desprendió
de algunos discos grandes, los denominados Long Play, LP, que tenía guardados
celosamente como parte de su colección. “Este es un regalo de tu amigo Elmer,
todo queda en tus manos, te deseo éxitos Luchito y que Dios te bendiga”. El
faraón de la cumbia autografió los discos de su puño y letra, y con un fuerte
abrazo nos despedimos.
Con los
contratos bajo el brazo retorné a Lima, mi lugar de residencia. Tenía algo más
de dos meses y medio para promocionar el evento. Pero antes debía conseguir los
locales bailables, conseguir las autorizaciones y permisos pertinentes. Toda
una gangrena de trámites, engorrosos y hasta cierto punto ridículos. Los
sobornos bajo la mesa empezaron a funcionar. No había otra alternativa, algunas
personas que colaboraban conmigo pusieron las cosas en claro: sin “matrícula”
las gestiones se hacen lentas e incluso terminan siendo denegadas.
Grupo 5
había incursionado en Lima sólo para eventos con sus coterráneos. Por igual
Aguamarina, incursionó en Ciudad del Pescador, Callao, un par de veces durante
la fiesta de los pescadores, en el mes de junio. Eso era el historial de ambos
grupos. Recuerdo que Fernán Salazar, cronista de espectáculos de la época me
decía. “Luchito, una cosa es con guitarra y otra es con cajón. Acá no se conoce
nada de “Grupo 5” ni de Aguamarina, vas a fracasar. Estás a tiempo de pensarlo
bien”. Y pensé en Fernán aquella madrugada del 3 de diciembre de 1993 luego de
la primera presentación de Aguamarina. No menos de 300 personas asistieron al
evento, fue un fracaso total, tenía ganas de abrir un hoyo y enterrarme, toda
la noche viví una pesadilla, analizaba mi caótica situación y ya pensaba en
vender una ferretería que tenía en La Victoria para sufragar los gastos.
“Universal
Textil” y “El Huaralino”
La organización de las actividades bailables
demandaba un gasto excesivo. Aguamarina, contratado por tres fechas no me pidió
dinero de adelanto. Pero a “Grupo 5” entregué dos mil soles de la época. Era
normal pactar con el 50 % del monto, pero Elmer Yaipén también hizo lo suyo y
solicitó apenas para la movilidad. Con mis paisanos de Monsefú hice un trato
por dos presentaciones.
El
presupuesto entre publicidad, pago de permisos municipales, dinero adelantado a
la Asociación de Autores y Compositores, Apdayc, entre otros, ascendía a unos
quince mil soles. No había suficiente dinero y busqué una sociedad, hablé con
mi primo José Guevara, que por esos tiempos laboraba en la Conferencia
Episcopal. Las actividades bailables eran incompatibles con los objetivos de la
Conferencia Episcopal y por eso mi familiar aparecía para algunas
coordinaciones, me movilizaba en su auto y por las noches, junto a otros primos,
pegábamos afiches y distribuíamos volantes.
Por su
cercanía a Ciudad del Pescador, donde era muy conocido, se decidió que el
primer mano a mano entre las dos agrupaciones norteñas sería en el entonces
local de los trabajadores de Universal Textil, muy amplio para albergar a unas
cinco mil personas. Estaba estratégicamente ubicado para permitir la movilización
de gente que vivía en Lima y el Callao. Su ubicación exacta era la avenida
Venezuela 2505. Se escogió para el concierto dominical el hoy conocido “El
Huaralino”, ubicado en el ovalo de Los Olivos, en plena carretera Panamericana
Norte. Tras la elección de los locales se iniciaron las gestiones para recibir
los permisos de las municipalidades de Lima y Los Olivos. Algunos dolores de
cabeza para acelerar los trámites, especialmente en el municipio limeño, pero
salimos adelante arreglando de manera “amical” a cada funcionario edil que
salía al frente. Eran los avatares de la inexperiencia en estos trámites. El
administrador de “El Huaralino”, Héctor Farroñay, fue importante para la
autorización del municipio de Los Olivos. Era uno de los nuestros, un paisano
de cuerpo enjuto, pero efectivo. Tenía contactos y solucionó muchos
imponderables.
Luego vino
el permiso de la Apdayc, de la organización de los Autores y Compositores.
Ellos pedían un dinero adelantado y además controlaban en la puerta de ingreso
con una maquinita. Abusivamente, es mi opinión, cobran un porcentaje cercano al
20% por el costo de cada boleto. A continuación, se planificó todo el andamiaje
publicitario. Notas de prensa, afiches, banderolas, avisos publicitarios en
Radio Inca, volantes, el famoso “boca a boca”. Con algunos amigos me involucré
en el mundo de la cumbia denominada “chicha”. En opinión del poeta Juan Carlos Lázaro, “Chicha”
es la denominación peyorativa impuesta a un ritmo de música popular peruana
generada por la fusión de la cumbia caribeña colombiana con ritmos andinos como
el huayno.
Fui a
fiestas con Los Shapis, Vico y su grupo Karicia, el grupo Guinda. Observé cómo
se organizaban. Supe que uno de los “bravos” de los afiches coloridos era
Rodolfo Aquino, mi gran amigo, con quien aún mantengo una buena amistad.
También me informé de la rivalidad entre Pilsen Callao y Cervecería Cristal y
que ambas empresas auspiciaban eventos bailables. Un señor de apellido Flores, ya desaparecido,
era popular con sus banderolas.
De alguna
manera quería distanciarme del mundo de la “chicha”, no por animadversión, sino
porque deseaba generar un nuevo estilo. Además, empecé a entender las
diferencias. Por ejemplo, la música chicha o música tropical andina nace de la
fusión del huayno con la guaracha y la cumbia costeña, con un matiz destacado
de la guitarra electrónica, con letras que hacen eco a los problemas sociales,
a los pesares de gente provinciana que sufrió las consecuencias del terrorismo y
que para escapar de la barbarie emigró a Lima, pobló cerros y arenales
alrededor de la capital y fundó los denominados pueblos jóvenes a través de
sendas invasiones. Con afán de sobrevivir económicamente invadieron las calles
para comercializar productos de manera informal. El poeta Juan Carlos Lázaro tiene un punto de
vista sobre el tema, sostiene que la “cumbia chicha” es un ritmo mestizo,
originario del Perú, creado a mediados de los años 60, y que fusiona a la
cumbia caribeña con ritmos andinos, costeños y selváticos del Perú,
consiguiendo tres corrientes poderosas. O sea que hay una chicha andina, una
chicha costeña y una chicha amazónica.
Personalmente
creo que la cumbia costeña tiene un estilo propio, tal vez influenciado por la
cumbia colombiana y los pasillos ecuatorianos. Aguamarina tiene un estilo
elegante gracias a sus sintetizadores, a la fusión de instrumentos que ha hecho
el tecladista “Tioco” Quiroga; a los sonidos rocanroleros que magistralmente le
imprime a su primera guitarra Manuel Quiroga. Los Quiroga Querevalú leen
música, le cantan al amor en sus diferentes formas. Grupo 5 tiene
sintetizadores, piano, instrumentos de viento y mucha variedad en las voces de
sus cantantes. La cumbia orquestada de los paisanos monsefuanos tiene mucha
influencia de la cumbia colombiana. Inicialmente le hacían arreglos musicales a
la lírica de los pasillos ecuatorianos, hasta que apareció el compositor de
moda, el piurano Stalin Mogollón.
Desafortunadamente,
en aquellos tiempos, la música tropical andina tenía una mala imagen por la
presencia reiterada de gente de mal vivir que muchas veces fomentaba
escándalos, se embriagaba y ofrecía indecorosas acciones que terminaban en
peleas. Adicionalmente, muchos de los seguidores de ese estilo musical
evidenciaban una forma de vida llena de sufrimientos, de incomprensión y hasta
cierto punto conflictividad con el fenómeno de transculturización que vivían,
lejos de sus pueblos de origen y por eso intentaban “ahogar sus penas” libando
excesiva cerveza. Y cuando el licor hace efecto, las reacciones son
variopintas. Juan Carlos Lázaro, que escribió un artículo para la agencia
Xinhua, dice que “la cumbia costeña, más conocida como tecnocumbia, en cambio,
es la fusión de la cumbia caribeña o colombiana con la balada. Se inició con
Los Destellos. Su cumbia emblemática es “Elsa”. Y actualmente tiene como
mejores expresiones al Grupo 5 y a Aguamarina”.
Mientras
que los grupos de cumbia “chicha” exhiben atuendos multicolores, las orquestas
norteñas son más formales, usan camisas y muchas veces ternos. Esa es otra
diferencia. La disciplina y reglas de conducta en las actuaciones que ofrecen
los músicos norteños también son distintas.
Para evitar
la presencia de gente de mal vivir y los bochornosos espectáculos que había
presenciado en los eventos dominicales de los grupos de “chicha”, se tomó la
decisión de contratar muchos policías. Uniformados y con una buena presencia
física serían una garantía para llevar adelante espectáculos donde se alentaba
la presencia de las familias, dentro de un ambiente de tranquilidad y sana
diversión.
Muy
escasamente la prensa nacional de esos tiempos daba algún espacio a las
actividades bailables. Tal vez algún columnista ofrecía escuetas líneas y nada
más, pero mi intención era diferente. Con fotos y notas de prensa acudí
personalmente a las redacciones de diarios como La Crónica, Expreso, Extra, El
chino, La República, El Popular, Ojo, Correo, El Bocón, etc. Y mis amigos no me
fallaron. A pesar que los grupos musicales norteños eran desconocidos y en el
argot periodístico “no venden”, se publicaron diversos artículos que me dejaron
satisfecho. Mis colegas de la sección espectáculos y leídas columnas deportivas
dieron cuenta que los mejores: Aguamarina y Grupo 5, venían a Lima a dirimir
qué grupo era el mejor.
A la par que
aparecían notas periodísticas; con mis primos y algunos colaboradores iniciamos
durante horas de la madrugada el pegado de grandes afiches en los distritos
populosos de Lima. También en el Callao. Pero ese esfuerzo fue denostado por enemigos
gratuitos, por gente mal intencionada que desaparecía nuestra publicidad. Las
banderolas también se “desvanecían” por arte de magia. Entramos en
desesperación. Alguien estaba llevando adelante un vil sabotaje con intenciones
imaginables.
Entramos en
desesperación, la devastadora forma de destruir nuestra publicidad estaba
haciendo mella de nuestros ánimos. Entonces se tomó la decisión de contratar
policías para estratégicamente cuidar nuestros afiches. Y esa intención trajo
resultados. Se arrestaron a tres individuos que confesaron haber recibido
dinero, prebendas para arrasar con nuestra publicidad. La mafia estaba
despierta. Los policías hicieron su trabajo y las confesiones de los capturados
permitieron saber quiénes “eran nuestros enemigos”. Faltando una semana y
media, todo se normalizó, pero los gastos resultaron excesivos para mantener en
las paredes los afiches y banderolas.
En otro
ámbito de la publicidad se contemplaron avisos radiales en algunas emisoras.
Nuestros ojos se fijaron en Radio Inca, donde la cumbia era promocionada a todo
dar. Tenía mucho arraigo y había que invertir avisos de publicidad. Pero ese
círculo estaba cerrado para nosotros. Sólo podían contratar avisos los
promotores de espectáculos que regentaban horas, los llamados concesionarios.
Entonces algunos locutores de esa casa radial que cobraban cierto dinero para
grabar los anuncios hicieron su parte. En las horas de los programas de Guinda,
Los Shapis, Grupo Alegría y otros, se escuchaban las tandas publicitarias.
En los
taxis; mercados locales, los centros comerciales populares se escuchaba Radio
Inca y los vendedores y sus clientes empezaron a escuchar la llegada a Lima de
Grupo 5 y Aguamarina para la “pelea del siglo”.
Algunas gestiones se hicieron y también propalaron alguna música de los
grupos norteños en Radio Unión, Radio Moderna. Lo hacían durante la madrugada,
porque el escepticismo sobre el éxito de los eventos y la “desconocida” música
de los grupos norteños “no generaba rédito alguno y por el contrario podían
perder audiencia”.
Quien jugó
un papel de reconocimiento fue “El pequeño Willy”, que durante las madrugadas
propalaba música variada, principalmente cumbias colombianas y salsa. Pese a
que su programador “pauteaba las canciones”, él tomaba riesgos y como buen
tumbesino hacía escuchar a su público algunas canciones de Aguamarina y Grupo
5. La emisora era nada menos que Radio Mar, la más importante de ese entonces, que
en esos tiempos mantenía altos niveles de audiencia. Para muchos, Radio Mar era
la “emisora número uno del dial”. En segundo lugar, se ubicaba Radio
Panamericana, que luego de algunos meses se contagió con la cumbia norteña.
Sabía que los espectáculos ofrecidos por nuestros grupos eran masivos, en olor
a multitud.
También
acudimos a algunos mercados de distritos populosos de Los Olivos, San Juan de
Lurigancho, Villa El Salvador, Breña, Ciudad del Pescador, Zárate. Ahí había un
sistema de perifoneo y propalaban música radial. Dejamos nuestros avisos y por
cómodos precios también aseguramos publicidad para la “pelea del siglo”. El
volanteo también se hizo con frecuencia y empezó a funcionar el “boca a boca”. Uno que otro
norteño ya sabía que llegaban a Lima los “grandes de Lambayeque y Piura”.
Todo quedó
listo. Hicimos un trabajo diferente con lo había solicitado don Teófilo Quiroga
y una noche antes, el jueves 2 de diciembre, nos amanecimos “pegando afiches”
para asegurar que las calles y avenidas donde circulaban los vehículos públicos
tuvieran publicidad multicolor de la “pelea del siglo”. A propósito, algunos de
mis primos subían a los autobuses para recorrer las grandes avenidas y
confirmar que nuestros afiches exhibían esos eventos de ensueño.
Durante la
mañana del viernes 3 de diciembre tuvimos información que Aguamarina ya estaba
llegando a Lima. La delegación se acercaba a Puente Piedra y don Teófilo
Quiroga manifestó que ellos irían directo a Ciudad del Pescador, donde residían
muchos piuranos. En esos momentos tuvimos un mal presagio, algunos policías me
comunicaron que había que tomar precauciones, que la primera presentación de
Aguamarina coincidía con el cumpleaños del siniestro Abimael Guzmán, el líder
senderista que estaba en prisión, pero que sus huestes seguían en actividad y
que podrían volar algunas torres de alta tensión y generar “apagones” en Lima.
Y ese mal
presagio se cumplió. No hubo atentados terroristas, pero la primera
presentación resultó un fiasco. No más de trescientas personas llegaron al
evento que empezó a las nueve de la noche y terminó cinco horas después. La
recaudación fue paupérrima. De las 500 cajas de cerveza que se distribuyeron en
los quioscos de venta solo hubo un consumo de 39 docenas de cerveza. Aquella
madrugada del sábado, culminada la primera presentación del grupo sechurano,
nos miramos las caras totalmente llenas de desilusión. Algunos promotores de
espectáculos de los “grupos de chicha” que merodearon el local de “Universal
Textil “mostraban complacencia en sus rostros, estaban felices de nuestro
fracaso. Dos de mis hermanos y otros dos chicos que trabajaron “recogiendo
botellas de cerveza” se quedaron a dormir en el local para cuidar las cajas de
licor. No había ni para pagar policías, todo era un ambiente de pesadumbre. Mi
primo y socio Pepe Guevara mostraba su desazón. Casi sin dormir abrí la
ferretería que tenía en La Victoria mientras mi exesposa buscaba cómo darme
ánimos. Esa mañana se vendió mucha pintura, accesorios eléctricos y pensé que
eso serviría para pagar las deudas que, imaginé, serían interminables.
Aquella
aciaga madrugada Don Teófilo Quiroga se acercó un tanto serio, pero dijo
resuelto que no nos preocupáramos. Estaba junto a mi primo Pepe Guevara y nos
desconcertó su tranquilidad. “Nos vamos a descansar, mañana arreglamos Luchito,
ustedes han hecho bien las cosas y mañana sábado será diferente”, aseguró.
Y no le
faltó razón a don Teófilo Quiroga. El sábado 4 de diciembre fue totalmente
disímil. No sé si el señor Quiroga fue la versión masculina de “La Pitonisa”,
aquella sacerdotisa griega que pronunciaba el oráculo. Lo cierto es que sus
palabras fueron una premonición auspiciosa y que él mismo se encargó de
confirmar cuando me mandó llamar con uno de sus asistentes, dos horas después
de iniciado el espectáculo. Con el dedo pulgar levantado en señal de victoria
felicitó nuestro trabajo. “Muy bien Luchito. La fiesta está muy bonita, ha
venido su gentecita y mañana domingo será igual”, me dijo con el rostro feliz.
Eran casi las once y media de la noche del 4 de diciembre de 1993. Cerca de
cinco mil personas llenaron el local de Universal Textil. Había empezado el
boom de la cumbia norteña, había despertado el poder musical de Los Quiroga y
Los Yaipén. Lima, la norteña en la capital en la República: La quinta ciudad
más grande de América Latina le abría sus puertas de par en par a la cumbia
norteña que hoy en día luce enseñoreada.
Las cajas
de cerveza se agotaron. Todo fue un jolgorio generalizado. Al ritmo de la
“parranda monsefuana”, el “humo del cigarrillo”, “parranda la negrita”;
“pasitos para bailar”, “sirena del amor”, “madre soltera”, “siete noches”,
“paloma del alma mía” y tantos celebrados temas, la gente se embriagó
musicalmente. Miles de norteños presumían a sus invitados “limeños” la música
elegante de Aguamarina y Grupo 5, la organización del evento con mucha
seguridad, el ambiente ameno que los transportaba a las fiestas patronales que
ellos solían participar en sus ciudades de origen. Grupo 5 dio cátedra, la voz
incomparable de Elmer Yaipén hizo vibrar los corazones de sus fanáticos. Pepe
Quiroga, primera voz de Aguamarina, hizo lo mismo, cantó con mucho
romanticismo, arrancó aplausos.
Aguamarina en 1995. El éxito era constante
Muchos
lloraron, muchos se emocionaron entre tragos de licor y la ilusión de bailar en
Lima con sus grupos favoritos del norte del país. Tremendo concierto,
imperdible, apoteósico, eran los comentarios que se escuchaban entre los
paisanos norteños que disfrutaron casi siete horas de espectáculo
ininterrumpido. “Nos vemos mañana, no vamos a perdernos la otra fiesta”, decían
llenos de dicha y felicidad muchos participantes que habían acudido con sus
mejores galas, incluso con terno, acompañados de sus familiares. Fue un sábado
revitalizador, un bálsamo que alivió las heridas del viernes. Con la fiesta del
sábado había para pagar todas las deudas, el dinero invertido, quedar bien con
nuestros proveedores. El futuro era halagüeño.
El
concierto final fue cerrado con broche de oro. El local “El Huaralino” albergó
a casi seis mil hombres y mujeres que se divirtieron hasta altas horas de la
noche. Antes de las cuatro de la tarde, hora fijada para el evento final,
largas colas de personas presagiaban un lleno total. Incluso hubo reventa. Los
mismos individuos denominados “beticos” que pululaban alrededor del Estadio
Nacional en los espectáculos deportivos eran los encargados de la reventa. Todo
salió de acuerdo a lo planificado. Todos ganamos: los promotores del
espectáculo, la cervecería que auspició las fiestas y que observaron
sorprendidos más de seiscientas cajas vacías de cerveza. También ganaron los
revendedores de boletos y discos compactos, así como un grupito de humildes
personas, especialmente mujeres, que expendían golosinas, cigarros. “El público
es diferente y te compra de todo, nos respetan y hemos vendido mucho”,
agradecían las humildes vendedoras de golosinas que me ofrecía regalos a manera
de compensación.
El afiche original del evento, gracias al archivo personal de mi amigo Rodolfo Aquino
Aguamarina
y sus sintetizadores con sonidos fusionados (gracias al talento de “Tico”
Quiroga”) había embrujado a muchos músicos “chicheros” y algunos promotores que
estuvieron dentro de la fiesta observando todo. Ellos reconocieron que los
grupos norteños estaban “en otro lote”, como lo dijo un promotor de “Pintura
Roja” que se acercó para felicitar y anunciar que estaba listo para conversar
en caso requeríamos un “mano a mano” con su agrupación.
Los únicos
que no ganaron fueron Aguamarina y Grupo 5, porque no hubo trofeo al triunfador
absoluto. Por aclamación del público que acudió al concierto dominical, hubo
empate en la “pelea del siglo”. Elmer Yaipén y Manuel Quiroga recibieron placas
recordatorias. La algarabía reinó en el local, casi a medianoche del domingo,
músicos de Aguamarina y Grupo 5 compartían amenas conversaciones, había mucho
tema de conversación y grandes razones para festejar.
La página
de la historia de los grupos musicales norteños en Lima y su consolidación a
nivel nacional empezó a escribirse. Los exitosos conciertos continuaron cada
dos meses y las puertas de muchas emisoras reconocidas se abrieron empujadas
por la sólida fama de la música del norte del país. Incluso algunos programas
televisivos de entretenimiento extendieron invitaciones. Las barreras estaban
rotas. La producción de Raúl Romero y su programa “De dos a cuatro” nos convocó
al set de televisión. Aguamarina avanzaba, Grupo 5 hacía lo mismo. Ya se
escuchaba la música de los Quiroga Querevalú en la radio, en la pantalla chica,
los periódicos publicaban entrevistas con los artistas del momento.
Luego había
que internacionalizar a los grupos musicales. Esa era la meta. Por eso hicimos
eventos en olor a multitud con Oscar De León en el Rímac. Fue una apoteósica
actividad. Empezamos a ganar público no solo del mundo de la “chicha”. También
muchos “salseros” disfrutaban de la buena cumbia norteña.
Hoy por hoy
Aguamarina y Grupo 5 son los grupos peruanos de mayor arraigo en el mundo. Han
paseado su arte por el viejo continente, en Estados Unidos, incluso el Japón.
Dame un punto de apoyo y moveré el mundo, decía el griego Arquímedes. Eso es lo
que necesitaron los Quiroga y los Yaipén. La idea de Elmer Yaipén Uypan se
empezó a esparcir, sus hijos enarbolan ese augurio, teniendo al benjamín
Christian como primera voz y secundado con creces por Elmer Jr. y Andy.
Actualmente Aguamarina es una empresa musical dueña de un extraordinario
prestigio. Es grato conocer su notoriedad. Los hijos de José y la segunda
generación de los Quiroga han asumido el liderazgo en la parte administrativa y
mercadeo. El afamado político y exmilitar norteamericano Colin Powell afirma
que “no hay secretos para el éxito. Estos se alcanzan preparándose, trabajando
arduamente y aprendiendo del fracaso”. Mucho de esa frase célebre vivieron
Aguamarina de Sechura, Piura; y Grupo 5 de Monsefú, Lambayeque. La constancia y
la perseverancia combinados con sacrificio y ganas de luchar tienen sus frutos.
De eso no hay duda. (Luis Castro G.)
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