Escribe:
Luis A. Castro Gavelán
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“Doña
calera”, a sus 90 años y empecinada en ser la más vetusta comerciante del mercado
de Monsefú
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Hay
momentos en que la nostalgia te envuelve y anhelas volver a tu tierra. Por
alguna razón así ocurrió, estuve algunos días por Monsefú y a pesar que ahora conviven nuevas generaciones, todavía hay lugares
que inspiran, y amigos de entrañables recuerdos. Cruzando el parque principal y
en medio de saludos protocolares a recordados vecinos, me encontré con algunos paisanos
frente al mercado. Hubo diálogos, estaba de cuerpo presente, pero mi mente se
transportó a aquellos años en que mi madre me enviaba a comprar la carne, el pescado o las
verduras para el almuerzo.
Al costado
de la puerta principal del mercado de abastos (ubicado en 28 de julio 585) estaba
la tienda de Oscar Kant, famoso por sus negocios variados y por las hijas
guapas que de por sí, también formaban parte del atractivo. Había que regatear
los precios de los productos que solicitaba mamita para quedarnos con algunos
centavos y así adquirir las figuritas de los álbumes de historia y geografía que
expendían en la tienda de “Kant chín”.
Por aquellos años en la puerta
del mercado se ubicaban los vecinos de Ciudad Eten comprando los sombreros de
nuestras paisanas. Al ingresar, a ambos costados se ubicaban los vendedores de
pan, las vendedoras de “poda”. Al lado izquierdo estaba el negocio de la
recordada tía Filomena, “Fifi”, que ofrecía su delicioso “champús” y el “frito” que degustábamos acompañado de crocantes marraquetas del
panadero “chasís” Gonzales.
Desde el negocio
de la extinta Filomena ya se escuchaba el barullo de los comerciantes, los
gritos de los verduleros, fruteros, las bromas que los queridos “zambones” (Guillermo
y Enrique), que ofrecían carne de res; los avisos de los Farroñay, quienes monopolizaban la venta de carne de cerdo y cabrito; los
anuncios a viva voz de don “chauto” Lluén y su pescado
fresco. La “yapa” que daba doña Ramitos, la dama de las hortalizas.
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Verduras frescas a precios cómodos. |
Es
imposible dejar de mencionar las ocurrencias de los comerciantes de abarrotes César Incio y el “zambo” Fredesbindo. También, las bromas de doña Ethel Niquén cuando vendía su pollo fresco. Muchas
veces reí a carcajadas con las ocurrencias de Cesítar Incio, quien lanzaba por
doquier los granos de maíz a ocasionales clientes que desconcertados
volteaban a buscar al culpable de esa “agresión”. A veces miraban con mala cara
a otro comerciante, don Jacinto Custodio, el padre del médico “Chito” Custodio, quien siempre tenía
el rostro adusto y desconocía de la agudeza de César Incio, ahora de 83 años y
entregado a Cristo.
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La familia Farroñay
sigue expendiendo carnes.
Los
domingos, el mercado de abastos se convertía en un atractivo escenario de
bailes populares. Exhibieron su arte ‘Scala musical”, el “Cholo Montenegro”, ‘Los
pasteles verdes”, por supuesto que nuestro querido “Grupo 5”, el “Sonido de los
Hermanos”, “Aguamarina”, entre otros. Quienes no tenían dinero para comprar el
boleto de entrada, escalaban las paredes para encontrarse con la “collera” y
por qué no, con la chica a quien pretendían.
Ahora
nuestro mercado luce tugurizado, con muchos comerciantes que intentan expender
sus productos en medio del desorden. En su momento, los alcaldes Juan Renato
Custodio, Angel Bartra y Rita Ayasta mejoraron el recinto, pero ahora, casi
terminando el 2019, creemos que ha llegado el momento de ubicarlo en un lugar más amplio. Recorrí los diferentes pasadizos y puede reconocer a algunas
de las verduleras, vetustas, cansadas, pero dispuestas a seguir. Todavía nuestras
paisanas dan la “yapa”, te hacen descuento y te envuelven en sus diálogos de
convencimiento. "Que va a llevar caserito" era su expresión de saludo y de acercarse a su ocasional cliente.
Ahí estaba
doña Paula Custodio Mechán, cuyo nombre no dice nada, pero si
mencionamos su “chapa”, todos se acordarán de la reina de las yucas, la querida
“gata”. Paula ahora atiende acompañada de su hija Clara Gonzales y de
Elsa Lluén. Tiene más de 50 años vendiendo
las yucas, cebollas y camotes que nunca faltan en el plato de ceviche.
También encontré a Juana Ayasta Gonzáles, la longeva “Calera”, que a sus 90 años continúa dando ejemplo de laboriosidad. Sigue vendiendo el delicioso “queso mantecoso”, la mantequilla que ella propalaba como de “purita calidad”, y una variedad de frutas. “Tengo 67 años vendiendo y voy a seguir aquí hasta que tenga fuerzas. Si me quedo en casa, me muero”, proclama la anciana que exhibe arrugas en el rostro como reflejo de su alma senil.
Añoro que ese mercado tenga una ubicación más apropiada y que ese terreno sirva para construir una biblioteca de
tres pisos con su anfiteatro para eventos culturales.
Creo tener contactos para
contribuir con libros y apoyar una moderna sala de cómputo al estilo
de las bibliotecas que tienen las ciudades en Estados Unidos. Los jóvenes de Monsefú,
nuestras nuevas generaciones, se merecen un mundo de educación y cultura, ser
dignos de un futuro mejor.
El
estadounidense Wendell Pierce dijo alguna vez que el rol de la cultura es tal
que le “da forma a cómo reflexionamos como sociedad, sobre cómo somos, dónde
estamos y a dónde esperamos llegar”. Hay que soñar despiertos, pensar que
juntos sí podemos. (LCG)
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Maravillosas sus cronicas creo que todos los hemos ido chiquillos acomprar nos trae muchos recuerdos cuando nos mandaban con la canastitas hechas a base carrizo que hasta ahora lo utilizan los panaderos.
ResponderBorrarEs verdad, había canastitas de junco o carrizo para las compras. Un abrazo mi amigo y gracias por su comentario.
ResponderBorrarRecordar es volver a vivir, esos años inolvidables, base de nuestro ser, permitirá que hagamos más interesante nuestro Monsefú
ResponderBorrarGracias por su comentario. Que nuestro Monsefú salga ganando.
BorrarMuy buena remembranza de la vida diaria de un Monsefú que ya pasó y que solo queda en el recuerdo.
ResponderBorrarGracias por vuestro comentario. Un abrazo doctor.
ResponderBorrarLeer esta crónica nos hace recordar aquellos años de niñez que todos hemos pasado... Nuestro Monsefu necesita urgente un mercado. Moderno acorde a los grandes cambios. Abrazos primito
ResponderBorrarGracias, muchas gracias, infortunadamente no sé tu nombre, pero gracias por leer mis crónicas querido familiar.
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