Este manifiesto va dirigido a mis paisanos y vecinos
de Monsefú. Represento a muchos de los cientos de monsefuanos que por razones
profesionales y laborales vivimos lejos de la “patria
chica”, y que sentimos una mezcla de tristeza, preocupación e indignación por
lo que acontece. Quienes vivimos lejos de Monsefú jamás hemos dejado de pensar
y recordar nuestra ciudad, ese terruño que nos arranca a diario un suspiro de añoranza.
Hace 18 años, Monsefú inició una curva descendente,
una evolución negativa que preocupa. Nuestro pueblo está trunco, su desarrollo
ha quedado empantanado y las razones saltan a la vista. Nos hemos acostumbrado
a nominar autoridades, verdaderos embaucadores que hacen prevalecer sus
intereses personales, muchas veces colindantes con la mezquindad y que
convierten sus promesas electorales en meros cantos de sirena.
Pero esas autoridades jamás habrían salido elegidas si
no hubiera imperfecciones en el sistema democrático. Entonces nosotros, como
electores, no hemos hecho nuestra tarea, la de elegir con aséptico nivel de
conciencia. Incluso algunos paisanos tuvieron la infausta decisión de
comprometer su voto por prebendas.
Cuando los alcaldes asumían labores sin remuneración
alguna, es cuando logramos éxitos que nos encaminaron a soñar en una futura
provincia lambayecana. Aquella generación brillante que nació entre los años
1920 y 1950 dio su tiempo a favor de la “patria chica”, jamás percibieron algún
salario, fue suficiente su inmenso amor por Monsefú. Fueron los hijos epónimos
a quienes admiré en mi niñez.
A partir de la decisión del gobierno central, de pagar
honorarios a los alcaldes y demás autoridades, apareció una retahíla de
personas que no solo se benefició de los emolumentos, sino que tomó el sillón
municipal para protagonizar desatinos que han sumido a Monsefú en un estado de
inactividad y somnolencia. Nuestro pueblo está postrado en la sala de cuidados
intensivos.
Ese letargo persiste con la nueva autoridad. Su
nominación nunca me inspiró confianza. A día siguiente que ganó las municipales
del 7 de octubre del 2018 dije en una de mis crónicas que “Pisfil Míñope no es
mudo de nacimiento ni tampoco tiene cierta discapacidad en sus cuerdas vocales.
Es insonoro por naturaleza, su aspecto es liso, pasa desapercibido y tiene una
personalidad introvertida que nos hace dudar de su futura labor edilicia en un
mundo donde triunfan los extrovertidos”.
Y mi preludio se hizo realidad, el actual alcalde es
la autoridad ausente, ha perdido todo tipo de representatividad. Su
desproporcionada mediocridad ha hundido a la “Ciudad de las Flores” en un
desgobierno que ha originado la execración de muchos monsefuanos, como podemos
corroborar en los comentarios aparecidos en la página de Facebook de “Crónicas
de Monsefú”. Casi el 99% de esas
opiniones cuestionó al alcalde. La decepción que provoca esta autoridad está
impregnada de indignación. En el seno municipal hay empleados que renuncian
impagos, personas que se conmocionan por su imprudente trato, por el irrespeto
que evidencia en sus actos.
Cual energúmeno, no acepta asesoramientos, vocifera,
es malcriado y se ufana de una posición que solo durará 4 años. Incluso, anda
distanciado con su partido político, no admite sus errores. Es quisquilloso, se
exalta tanto que su jugo biliar lo tiene dominado, sus arranques hepáticos
exacerban los ánimos de la sociedad civil. Y las consecuencias de su funesta gestión
nos perjudican. Monsefú sobrevive, se encuentra en un estado de inanición,
endeudado, sin obra de planeamiento, sin mayores obras de infraestructura, con cámaras
de vigilancia inservibles; con pobladores que sufren mezquinos servicios de agua,
desagüe y energía eléctrica y al no llevar “bien puestos los pantalones”, no reclama
por mejores servicios ante las empresas pertinentes. Todo este panorama ha
empeorado, la aparición del covid-19 y su nefasto gobierno municipal han
logrado una perfecta cópula en desmedro de la “patria chica”. Todo es un pandemónium.
¿Merece ser defenestrado? por supuesto que sí. La Ley
30315 que habla sobre los derechos de participación y control ciudadanos lo
especifica. Y hay tres fórmulas inmediatas para lograrlo:
A). Alentar su revocatoria. Para ello necesitamos
recolectar firmas, correspondiente al 25% de los electores. En Monsefú hay
26,934 electores hábiles. Aquel 7 de octubre del 2018, el Apra ganó con 5,173
votos. En la situación que experimentamos, con confinamientos y recojo de
firmas, su correspondiente verificación por parte de RENIEC y otras gestiones
adicionales va a resultar un proceso tedioso.
B). Promover su vacancia, que puede darse luego de una
sesión extraordinaria con el voto aprobatorio de dos tercios del número legal
de sus miembros. Nuestro municipio tiene 7 concejales o regidores. Ellos son: Mary Julia Peña Salazar
(APRA), Jorge Yocya Lluén (APRA), Raúl Túllume Pisfil (APRA), Jesús Míñope Muga
(APRA), Manuel Mechán Cornejo (APRA), Sabino Flores (PL), José Mercedes
Montalbán Santisteban (SN) De ellos depende una rápida solución. Decía el
recordado Martín Luther King “no me preocupan los violentos, los miserables sin
escrúpulos y los que carecen de ética, me preocupa el silencio de las personas
buenas”. Y a ellos me dirijo, a ejecutar un examen de conciencia. He visto la
foto de los regidores y estoy convencido que Manuel Mechán fue mi alumno, y yo
le enseñé a hacer cosas buenas.
Foto: diario "La Industria" |
C). Acelerar su remoción por malos manejos, llámese
apropiarse de lo ajeno utilizando su posición. Ya tiene denuncias, vamos a
invitar a los monsefuanos abogados a investigar por lo menos esos dos casos ya
establecidos. Además, podemos instar a algunas damas que trabajan en el
municipio a entender que el acoso está penado y que pueden hacer su denuncia. Tengo
fundadas esperanzas en estas mujeres, quienes con coraje moral pueden
confrontar a los desatinados.
Mis queridos paisanos. Agradezco mucho sus
pronunciamientos, sus comentarios y anhelos. Pero al tiempo que este manifiesto
es para inventariar nuestras desgracias, es también para autoanalizarnos, que
cada uno, ciudadanos de a pie, compruebe que podemos revertir esta tribulación que
nos pasma y dista con lo malsonante.
Influenciado por Aristóteles, el irlandés Edmund Burke
dijo alguna vez que “todo lo que se necesita para que las fuerzas del mal se
apoderen del mundo es que haya un número suficiente de gente de bien que no
haga nada”. Y ustedes han dado muestras que no son de ese grupo. Yo los insto a
una vida más digna para nosotros y nuestras generaciones. Por ese amor a
nuestro “pedacito de cielo” vamos a bajarnos de esa inmensa platea y cimentar
el legado de Diego Ferré y Manuel María Izaga. No hay pretexto para la abstención.
No sé cuál de las tres fórmulas funcionará, voy a escuchar
opiniones, pero de lo que estamos seguros es que debemos defenestrar a ese
individuo que hasta sus propios paisanos de Chacupe deploran por sus ignominiosas
mentiras y su escasa sensibilidad. “Es egoísta, malo, lo hemos visitado en el
municipio y no nos recibió, nos dejó plantados, se escapó por otra puerta”,
manifestó uno de los conciudadanos que ya tiene listo el mamífero équido
llamado burro.
Quiero decirles, estimados paisanos, que
infortunadamente sus intenciones y las mías no irán a buen puerto si no somos
conscientes que las personas que demandamos un cambio, estamos en minoría y jamás
podremos ganar las elecciones o cualquier destitución del alcalde. Somos pocos
en número, pero poderosos si logramos difundir ideas y clarificar proyectos de
fondo. Para nuestra desazón, hay una mayoría de monsefuanos que ha sido
contaminada por los embaucadores políticos, quienes utilizan el hambre y el
analfabetismo para sus desproporciones. Nuestra labor inmediata es educar, que
cada uno de nosotros nos empeñemos en ser mejores padres o madres, que estemos
comprometidos con la educación de nuestros hijos, que preparemos mejor a las
nuevas generaciones, que sepamos que, una vez acabada una elección debemos
despojarnos de nuestros partidarismos políticos y que la única camiseta a
exhibir sea la de Monsefú.
La cultura cívica es vital. Que exista el compromiso
que vamos a persuadir a cinco o diez de nuestros vecinos para no arrojar basura
a la calle, cuidar del ornato, promover el amor por nuestro terruño. Que vuelvan
las mingas, como lo estimuló el padre Carlos Conroy. Decía el español Antonio
Maura y Montaner que “la patria no existe sin el amor de sus hijos”.
Tengo la seguridad que muchos paisanos profesionales y
con buenas intenciones van a secundar esta intención porque aman de verdad a Monsefú.
Queridos paisanos, Monsefú es la ciudad donde pasamos
nuestra infancia, donde nacimos y nos criamos, donde nos hemos sentido felices;
añoramos el parque, el viejo mercado, el Señor del Cautivo, las personas con
quienes compartimos nuestras primeras vivencias, nuestras primeras cuitas y sensaciones
de felicidad.
Vamos a ser sensatos y al mismo tiempo patriotas,
asumamos el compromiso que prolijamente describió nuestro cosmonsefuano vate
Alfredo Delgado Bravo:
Monsefuanos al
Pie de la historia
Bajo el ínclito Sol del Perú
Elevemos este himno de gloria
Por un nuevo y mejor Monsefú.