Escribe: Luis A. Castro Gavelán
Con la
colaboración de:
-Walter
Llontop Reluz
-Miguel
Lluén Campos
Me reuní
con Miguelito Lluén “Chingo” y Walter “claridades” Llontop Relúz. El punto de
encuentro fue el restaurante de los Chanamé, conocidos como “los loches”,
ubicado en María Izaga, cerca de donde vivía el profesor Carlos “higo” Farro
Baldera. Hola “luchín”, me dijeron, y
entre abrazos, anécdotas y un delicioso sudado de lifes, charlamos durante un
buen tiempo. Ocurrente como siempre, Walter Llontop agregó: “están buenos estos
lifes, igual como los prepara “la cafecita” Isabel Llontop y para brindar con
chicha de doña “tulú” (Nicolasa Chafloque).
Ahora que
usted ha leído la introducción de esta crónica, sabe que estamos hablando de los
apelativos o sobrenombres, de las “chapas” o apodos existentes en Monsefú, y
que la reunión con esos distinguidos amigos fue para ampliar ese universo de
“motes” muy populares entre los monsefuanos. Sin temor a equivocarnos, para la
mayoría de mis paisanos esos apelativos forman parte de su identidad, aunque no
aparezcan en sus documentos personales.
Miguel y Walter
conocen mucho, y no me equivoqué al elegirlos. Incluso Miguelito, muy metódico,
llegó con su lista de “chapas” y así se encaminó la conversación. Walter recordó
a muchos personajes y brindó un abundante material gráfico. En la primera parte de esta crónica,
publicada hace casi dos años, revelamos el origen de “mote”, “gracia” o
“chapa”. Dijimos que según DRAE (diccionario de la Real Academia de la Lengua)
corresponde al nombre que se acostumbra dar a una persona tomando en cuenta sus
defectos corporales, o también reconociendo sus características o virtudes como
una manera de simbólica de aceptación; o en su defecto despreciar o
ridiculizarlo.
Angel "Godón" Llontop, César "machaguay" Carrasco, "Walo" Sánchez, "Oso" Gonzales, "Camán" Sánchez y Ravello Soto
Las
“chapas” o apodos identifican en concreto a una persona. Son códigos verbales que en su mayoría tienen un estilo peyorativo, un
humor negro que genera rechazos, ofensas o mal humor; o que, por otro lado, son
relevantes, empáticos y con un sentido afectivo. Se pretende, al bautizar con una
“chapa” a un individuo, destacar alguna
característica peculiar de su aspecto físico, de su personalidad, comportamiento
o su origen racial. Quienes “bautizan” o son autores de esos sobrenombres gozan
de ingenio y buen humor. Los que reciben esa “chapa” tienen la potestad de
aceptarlo o en su defecto, denigrarlo. De cualquier modo, un apelativo nos hace
merecedores de la atención social. Gómez Macker tiene una opinión que
compartimos: “el sobrenombre cumple un rol sociocultural favoreciendo una
identificación más realista de las personas y establece vínculos especiales entre
los individuos que las poseen y los usan”.
Respecto a
la expresión “chapa”, tiene diversos significados en los países hispanos. En Argentina y Uruguay, una “chapa” puede ser
un sobrenombre, pero también significa que una mujer está loca, o que estamos
hablando del cabello. En Bolivia es el apodo, pero en Brasil se trata de la
dentadura postiza. En Chile y Colombia hablamos de una cerradura, o también de
un apodo. En Costa Rica se le dice “chapa” a la persona un tanto torpe. En
Ecuador, “chapa” es el policía. En España un “chapa” es alguien que no trabaja.
En México hablamos de una cerradura, mientras que en Nicaragua “chapa” es una
cerradura, la dentadura postiza o es sinónimo de aretes. En Venezuela y
Honduras es la tapa de una botella que liberamos con un abridor. En Perú es
donde esta palabra tiene mayor cantidad de acepciones: es un apodo, una
cerradura, la tapa de una botella o incluso cuando una persona tiene rojas las
mejillas por el frío, calor o porque pasó vergüenza.
Por ahora,
basta de estos términos coloquiales. Vamos a revelar la segunda relación de
apelativos en Monsefú, un pueblo relativamente pequeño, con 33, 000 habitantes,
donde los apodos forman parte de su patrimonio etnógrafo y que para muchas personas
permiten una relación mucho más jovial, una relación hasta cierto punto amical,
generacional e idiosincrática.
Vamos a
clasificar los apelativos en varios grupos.
1. Como consecuencia de alguna característica física. - por su tamaño y corpulencia, Eugenio Gamarra Lluén
era conocido como “burro grande”. Por sus ojos rasgados la campeona de marinera
Angélica “china” Miura. Por el tamaño de su cabeza los hermanos Cumpa Valencia son
conocidos como los “cabezacas”. Por el pelo que tenían, los hermanos Enrique y
Guillermo Uceda eran conocidos popularmente como “zambones”. Por su estatura y
color de su piel,” ñaro” le decían a Pedro Silva Villacorta. Por su talla y
delgadez de su cuerpo a los Custodio Díaz llamaban “colambos”. Por sus ojos,
recordamos a Juan “chino” Joo. Por la forma de su rostro, a nuestro destacado
joyero Félix Salazar Liza lo conocen como “bomba”. Por su baja estatura los
Cornejo Mechán y los Lluén Mechán son conocidos como “los chatilcos”; y “los
bajos” a los Caicedo Díaz. Por la
contextura de su cuerpo, Héctor “flaco” Boggio del cine Trianón; Guillermo
“calavera” Diez; “los mondonguitos” a los hermanos Arce Puican. “Los clavos” a
los hermanos Azabache Diez. Por su estatura, a Jorge Diez le dicen "guineo"
Mis amigos, los hermanos Salazar García. Los "huesos"
3. También existen los apodos utilizando frutas, verduras o vegetales. La
familia Chanamé, “los loches”. A los Llontop Lluén los conocen como “los
cayguas”. A la ingeniera Gladys Fenco le dicen “agua de manzana”. A los
familiares del albañil Agapito le dicen “los zapallos. Y a los Gonzales Guzmán
de la calle Diego Ferré los conocen como “los zapallones”. Los familiares de
Tomasa Garay, “los algodones”. En Poncoy, a los Relúz le dicen “los camotes”.
“Los camarones” a los Chavesta. Juan Manuel Gonzáles y sus familiares, “los
garbanzos”. “Los cafés” a los miembros de la familia Llontop Esquén.
Raúl Senmache "Picho" y Oscar Kant "Canchín".
4.-Por una condición personal que llamaba la atención. Al multifacético
agricultor José Ramos Gonzales le decían
“chistoso”. “Tía candela” a Esther
Raffo. “Boquita de caramelo” a nuestra recordada Evelina Huertas. Por su seriedad, “cachaco” al extinto César
Yeckle Vargas. “Hacha brava” al profesor
de educación física Carlos Raffo. “Los bocones” a los hermanos Nicolás y
Gregorio Yaipén. “Los matagatos”a los Guzmán de la calle María Izaga. “Los caregoyos” a Gregorio Yaipén y los miembros de su familia.
“Los chalaos” a los Llontop Paredes, sobrinos de Pedro Llontop Casas. “Pico
grueso” al señor Alejandro Gonzáles, contratista de peones. A doña Esperanza Vargas, madre de los hermanos Yeckle Vargas le decían "la dama".
Otros apelativos variopintos que desconocemos su origen, pero que son
muy populares en Monsefú son los siguientes: Federico Torres, “brocha gorda”;
la familia Custodio que tenía un molino para caña de azúcar, “los cachuplín”. La
familia Lluén Campos, “Los chingos”. La familia Flores Ballena de radio “La
Norteña", “los parlante”. El taxista Manuel González, “manguero”. La
familia Lluén Gamarra, “los chautos”. La señora María Laynez, “doña
muerta”. Jorge Curo “chaqueta”. El señor
Beltrán, ”jama jama”. La familia del periodista Lucho Gonzales, “los muñecos”.
“Chava” a Eduardo Araujo. ”Los chiveros” a los Chavesta, vendedores de carne de
chivo. ”Los seca poto” al extinto Benjamín Pisfil Ayala y sus hijos. “Los
confites” a los Yaipén Capuñay (ellos hacían encimadas y las decoraban con
confite). “Los huesos” a mis amigos Walter y Pedro Salazar García. “Muerto” a
Sergio Sánchez Chavesta.
El profesor Gregorio Chanamé es conocido como “maytetu”. El doctor Juan
Salazar Huertas “joya”. Guillermo Guevara
es conocido como “huevito”. La familia Eneque es conocida como “los peroles”.
“Los corrozos” son los integrantes de la familia Izique. “Los sorongos” les
dicen a los miembros de la familia Custodio. Oscar Kant, “canchín”. Rafael Escajadillo “medicina fresca”. “Los
mochos” denominan a los paisanos de la familia Chafloque Gonzales. “La
camisola” es el apodo de doña Yolanda Mechán. “Los echale pa’ dentro” a los
carpinteros de apellido Farro. “Cárguenme a mi vieja” le dicen a Mario Salazar
Chafloque. “Don Panetón” al Sr. Gonzáles Uceda. “Los cacas” a los Gonzáles
Chafloque. “Fino” al conductor de autos Gonzáles Atencio. “Los miscan” a los
miembros de la familia Chavesta Senmache. “Pichanas” a los Azabache Rodríguez.
“Pelada” a Manuela Garnique. ”Los carne fresca” a los integrantes de la familia
Chancafe, quienes viven por la escuela Carlos Weiss. “Los brionquioles” a los
Gonzáles Fiestas.
Los miembros de la familia Pisfil Lluén son conocidos como “los
champús”. Al finado periodista Augusto Llontop Relúz le decían “tuto”. “Si hay,
si hay si hay”, al desaparecido vendedor de pan, el señor Angeles. “Chin chin”
es la “chapa” de los Lluén Chavesta y los Lluén Uypan. “Los bronquioles” a la
familia Gonzales. La familia Seclén, “los muertos”. “Los quemaos” a la familia
González. A los Llontop Sáenz los conocían como “prosas”. La familia de César
Llontop, “los macanos”. Armando Llontop, quien actualmente ha perdido el
sentido de la vista lo conocen como “malaca”. “Pedones” a Carlos y Pedro
Escajadillo.
“Los mercaditos” son los miembros de la familia Espinoza Ballena. “Los
pichilingo”, la familia Salazar. El extinto José Capuñay Senmache” clarito”.
“La casita” a Héctor Puicón. “Cholón” a la familia Uceda de la avenida Grau.
“El avión “a Rafael Puyén. “Jota” al desaparecido Miguel Llontop Relúz. “Diablo”
al profesor Bernardino Sánchez. “Los sancochos” a la familia Yaipén. "Los coches" a los miembros de la familia Azabache. Ellos domicilian en María Izaga. A la señora Carmen Chafloque "doña ajínagua".
A los miembros de la familia Senador Chumioque ”los
chichas”. “Los chueños” a los Lluén Pisfil de Micarcape. “Los piratas” a los
integrantes de la familia Ballena Casas. Al vendedor de carne y ex futbolista
“Pechente” Uceda Suárez. Ese apelativo ocurrió durante su niñez cuando
expresaba en la escuela “pechente” por presente. Ernesto Uceda ”Tony curtis”.
Sixto Elías Gonzáles “el sapo”. Miguel Angel Ramírez “chaca”. Neptalí Farro
“cuchufletas”. Manuel Cachay Flores “Guavito”. “Pichilingo” al señor Salazar
Liza, hermano del joyero Félix. “Los cañones” a los Chavesta que viven en el
caserío Cúsupe. “Los cachuplines” a los Custodio Fiestas. “Caiza” a la señora
Toribia Chafloque. Georgina Chavesta es conocida como “párate duro”. “Chamullo”
le dicen a Jorge Sánchez Bautista. “Corrozos” a los hermanos Ayasta. “Los
chatas” a los hermanos Reyes Gonzáles. “Chasis” al panadero Gonzáles.
“Tamborín” a los hermanos Ramos Reyes. El abogado Pedro Pisfil “baltico”.
Carlos Capuñay Farro, “quinche mangos”. “Los revivianes” a los Capuñay Gonzáles.
Miguel "chingo" Lluén y Walter Llontop.
En el mundo de la música fueron muy conocidos los
apodos también. El grupo Fantasía era de propiedad de los hermanos “cagarraya”
Reyes Salazar. A los Fenco Espinoza les decían los “corcho”. El fundador del
Grupo 5 tenía el sobrenombre de “el faraón de la cumbia”; su hijo Elmer tiene
el apodo de “chico”. También Víctor “chino” Yaipén del grupo Candela, Walter
“pochorolo” Yaipén, Lázaro “bolón” Puicón, Idelfonso “foncho” Neciosup. El
cantante Jorge “coco” Lluén. El profesor y cantante Héctor “coja” Uceda
Senmache. El grupo Continental de los hermanos Chanamé Chudén: a William le
dice “mono” y Manuel, el timbalero, tiene el apelativo de “pato”.
Hermanos Chanamé Chudén
Creemos que esta relación de apelativos seguirá
creciendo con el apoyo de ustedes, amigos lectores. Las “chapas” se resisten al
transcurrir del tiempo y muchos monsefuanos -al momento de interactuar- prefieren
sustituir el nombre propio de los individuos. Estamos seguros que esta forma de
“identificación subjetiva” tendrá en el futuro una tercera relación. (LCG)