Luis A. Castro Gavelán
Fotos: Javier Sullivan
El baloncesto es uno de los deportes que entusiasma y se practica en Monsefú. Desde 1927, año en que nació el glorioso White Star, los monsefuanos sabemos prepararnos para la alta competencia y también ejercitarnos para tener mente sana y cuerpo con buena salud.
El recordado White Star. A la derecha, la “tía Colomba” dando inicio a un encuentro de baloncesto.
Curiosamente la presencia de foráneos identificados con Monsefú tienen que ver con esos períodos de formación y crecimiento de la práctica del baloncesto. Mr. Wendor y Mr. Henry, miembros de una misión evangélica son quienes formaron jugadores como los hermanos Raffo Niquén, Miguel Chereque, David Arraguí, Antonio Boggio, entre otros, quienes llegaron a participar en concursos nacionales paseando la indumentaria guinda y la estrella blanca que identificaba a los White Star.
A inicios de los años 80 otro grupo de religiosos, los hermanos cristianos, alentaron la práctica del baloncesto en la recordada cancha del colegio “San Carlos”. Inolvidables sábados de la mano de Diego Gloss, el Hno.Eduardo, Javier Sullivan, el apoyo incondicional de la recordada tía Colomba Vasallo y de otros héroes anónimos permitieron la aparición de tantos equipos. Fueron apasionantes momentos, desde las tres de la tarde se iniciaban las actividades, a veces vehementes, a veces apasionadas, que culminaban al entrar la noche, en medio de la oscuridad. A medio bañar los ardorosos jugadores continuaban sus actividades: unos participando de la misa de ocho; otros sentados en las veredas de la calle Manuel María Izaga bebiendo moderadamente vino de la tía Cachay. Otros, aún más relajados, la seguían en alguna fiesta sabatina, de esas que nunca faltaron.
De izquierda a derecha. La desaparecida Colomba Vasallo, Diego Gloss,Javier Sullivan y otros dos religiosos.
Alrededor de cinco a seis años seguidos se organizaron sendos campeonatos de baloncesto y el extinto Fidelito González, vigilante de la escuela, era quien facilitaba las instalaciones deportivas e incluso preparaba la cancha como un fanático más. Javier Sullivan hacía de árbitro. Javier tenía amigos en casi todos los equipos y luchaba por ser imparcial, vivía con pasión las jugadas y a veces se olvidaba de su función de referí para aplaudir alguna “canasta” bien lograda.
Los equipos se formaban muchas veces por el grado de amistad de los jugadores, otras veces representando al colegio de sus amores y por qué no, a nombre de su barrio o institución que creaban. Fueron sábados emocionantes, enfervorizados y llenos de fogosidad. La juventud de esos tiempos completaba así su rutina semanal: de lunes a viernes estudiando en el colegio; los sábados practicaba el baloncesto y acudía a misa; los domingos los jóvenes completaban sus tareas escolares, pasaban tiempos con sus familiares o amigos. En realidad llevaban una vida heterogénea y entretenida.
En esta crónica quiero destacar una mención especial,hacer un reconocimiento superlativo. Los hermanos Cristianos no solo ayudaron al fortalecimiento de nuestras creencias religiosas, sino que también impulsaron la práctica del baloncesto, karate y otros deportes. Y algo mejor aún, alentaron a los monsefuanos a ser mejores personas en todos los ámbitos, impulsando su superación y a estar mejor preparados para la vida. Por eso había una sana envidia de los pobladores vecinos, reconocían que estábamos unos pasos adelante. Los jóvenes monsefuanos de esos tiempos concebían la idea de superación, tenían una arraigada autoestima gracias a esos valores que promovían los hermanos Cristianos.
Aquellos sábados fueron imperecederos, fueron competencias deportivas ligadas al mejor aprendizaje de supervivencia. Aprendíamos a manejarnos con códigos, a estructurar nuestra vida personal entre lo físico, lo psicológico y los valores socio-culturales.
Me despido con una frase de un ganador, del nadador norteamericano Michael Phelps, medallista olímpico que siempre alienta a “no poner un límite a nada. Cuanto más sueñas, más lejos llegas”. (LGC).