lunes, 5 de abril de 2010

“Los Aguerridos de Monsefú” ( II parte )

Esta es la segunda parte de la interesante nota de “Los Aguerridos de Monsefú”.Los integrantes de equipo y coladoradores sufrieron mil peripecias para retornar a Chiclayo. ( El editor).

Todos al unísono acordamos que el retorno debía producirse esa misma noche y las opiniones para emprender el anhelado retorno fueron de diverso matiz. Lo que estaba claro es que ningún bus iba a salir hacia Chiclayo como tabla de salvación, que esa alternativa estaba sepultada.
Dentro del cúmulo de posibilidades estaba el abandonar Jaén a pie hasta el cruce con la una vía donde podían aparecer algunos vehículos de transporte. En su mayoría éramos deportistas y una caminata de cinco horas a ese sector lo estábamos contemplando .Sin embargo se desistió por lo peligroso de la zona ,así como la presencia del personal auxiliar y algunos dirigentes que difícilmente iban a seguir el ritmo de nuestro desesperado andar .
Alguien dio una opción un tanto descabellada, pero al fin era una luz de esperanza. “No importa, nos vamos como sea”, dijeron muchos de mis compañeros. Pude avizorar algunas sonrisas, ciertas expresiones de duda, algún gesto de resignación, algunas ofrendas a Dios, movimientos con la mano haciendo señales de en forma de cruz. Eran las diez de la noche y apareció ante nosotros ojos el vehículo que nos transportó.
Apurados empezamos a subir uno y otro y en contados segundos no había espacio para nadie más. Alrededor de quince personas aún faltaban subir, la delegación estaba incompleta. Entonces todos volvieron a bajar y acordamos que los más fuertes debían sentarse y llevar encima suyo, en sus piernas, a otros compañeros de menor peso. Apretados y totalmente incómodos iniciamos el retorno en la polvorienta carretera Jaén- Chiclayo.
El vetusto vehículo resultó ser una camioneta para transportar materiales de construcción, con una cabina para el conductor y dos pasajeros más. La parte de atrás descubierta y rodeada de barandas con un espacio donde podían caber unas diez personas paradas. Ahí alcanzamos todos, más de 25 , nos acomodamos de acuerdo a las circunstancias. Muchos propietarios pintan sus vehículos alguna frase en la parte trasera y aquél no se salvó. Con letras negras tenía un dicho que decía “Qué culpa tengo yo”.
El viejo vehículo de trasporte tenía las llantas muy gastadas y temíamos lo peor, que sufra algún desperfecto, que nos abandone a mitad de camino. Fuimos más cristianos que nunca, oramos, nos encomendamos constantemente al santo de nuestra devoción, al Todopoderoso .
Al cabo de media hora y entre trochas y senderos, con caminos llenos de huecos a consecuencia de las fuertes lluvias que azotan la región, la camioneta recorría su destino dando tumbos, excedida en su capacidad de peso y trasportando a “Los aguerridos”, a todos los integrantes que estaban más aguerridos que nunca, protagonistas de una odisea.
Entonces aparecieron los calambres en las piernas de casi todos, los deseos de reacomodarnos, de estirar los pies, pero era imposible. Éramos una masa humana que lentamente perdía su capacidad de resistencia conforme pasaban los minutos. Y así sucedió todo el viaje, con ayes de dolor, con una constante preocupación.
Exhaustos después de un partido de fútbol y comprometidos con un reto mayor, el de viajar atiborrados y en inhumanas circunstancias, muchos querían abandonar, otros mostraban síntomas de absoluta fatiga; pero algunos compañeros se dedicaron a dar ánimo. Y así seguimos…y así llegamos !!
A las seis de la madrugada, luego de ocho largas apareció ante nuestros ojos una luz al final de túnel. Totalmente extenuados sentimos la sensación de haber formado parte de una proeza, de haber recibido una gracia divina. Bajamos con los rostros y nuestras ropas totalmente de polvo, blancos, parecíamos unos “fantasmas”.
Marcos Guevara G.

2 comentarios:

  1. Mi estimado amigo Luis,es para mi sinceramente un honor escribirte estas lineas para felicitarte por las notas que escribes acerca de mi querido Monsefu.Espero que continues para asi recordar los bonitos momentos que se han pasado en nuestro querido Monsefu.un abrazo muy fuerte y nuevamente felicidades y saludos para tu querida esposa Sandra y tu adorada hija Grecia.
    potato

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  2. Gracias,sinceramente es un placer recordar viejos tiempos .Recordar es volver a vivir.
    Luis Castro

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