Durante los años setenta, especialmente los fines de semana, largas
colas se formaban en el mercado de Monsefú. Era la época en que dueños de
restaurantes y personajes famosos de Chiclayo y alrededores formaban largas
filas para llevar la mejor carne que ofrecían nuestros comerciantes.
Fue el boom de las carnicerías. Hombres y mujeres sucumbían ante la
calidad de los filetes, solomillo, chuletas, cortes del lomo, pulpa bola, de
las mejores partes del ganado vacuno. “Venga caserita, le doy su yapa”, “Parte
de pulpa, costillar de res, venga, venga”, gritaba el “zambón” Guillermo Uceda.
Nuestros abastecedores tuvieron mucho éxito económico y por eso se involucraron
como dirigentes deportivos de los mejores equipos de fútbol de la época como “7
de junio”, “28 de Julio”, entre otros.
El equipo de fútbol de los abastecedores de carne. En la otra gráfica, Guillermo Uceda juramenta a su directiva. |
Pero esa prosperidad no llegó sola. Nuestros comerciantes de carne
hicieron su parte. Demostraron cohesión, trabajaron unidos, fueron empáticos,
bromistas, respetaron los precios y dieron muestras de comprensión con sus
ocasionales clientes. Y caso curioso, tres fueron las familias que dominaron
este negocio: los Uceda, los Farroñay y los Cuyate.
“No solo se llevaban la mejor carne, pasaban momentos de felicidad con
nuestras bromas, las ocurrencias que nos salían del alma. Fueron momentos
gratos”, recuerda Guillermo Uceda.
Muchos recuerdan que los iniciadores de este negocio fueron los hermanos
Toribio, José y Gregorio Uceda Guzmán; así como José y Miguel Farroñay
Robles. Luego aparecieron los hijos, nietos de estos abastecedores de carne; y
surgieron también otros comerciantes como Gregorio Gamarra, Genero Flores, etc.
Además de la carne de res,
también se vendía carne de cerdo, cabrito. Y una dama que vendía las tripas y
las patas era doña Asunciona Senmache. Era pícara para vender sus productos, pero
al mismo tiempo humanitaria. La ví regalar algunos productos a niños de humilde
condición. Ese mismo gesto lo tenían nuestros matarifes, quienes hacían lo
propio con los pobladores de Pómape, Valle hermoso, El Palmo, Poncoy, quienes
acudían al camal para ayudar y recibir a cambio alguna compensación monetaria o
la menudencia del ganado sacrificado.
Armando Cuyate. Don Gregorio Uceda y doña Asunciona Senmache |
Vienen a mi memoria mis
“caseros”, los abastecedores de mi preferencia como los hermanos Guillermo y
Enrique Uceda; Armando y Genaro Cuyate; Benigno, Raúl y Benito Farroñay. Luego
el “gordo” Elmo Farroñay, mi alumno en la escuela “Sabogal” y padre de los
conocidos “Chanos’. Pero hay una persona de grata recordación, don Gregorio
Uceda Guzmán. Su don de gente, su amabilidad y bondad lo hicieron un ser especial.
En esta crónica es importante
destacar los logros cosechados por este gremio de comerciantes. La unidad y
dinamismo fueron vitales, ellos simulaban cierta competencia y rivalidad
durante su trabajo cotidiano, pero era parte de su estrategia. Los abastecedores
de carne fueron un verdadero ejemplo de cómo se debe trabajar solidariamente.
Nuestros artesanos y propietarios de restaurantes tienen la palabra. Me despido
con una frase del nigeriano Ifeanyi Onuoha: “ “El trabajo en equipo es el
secreto que hace que la gente común logre resultados poco comunes.”(Luis Castro
G.)