La familia del cirujano Jesús Custodio. Lía, Jesús Alonso y Dina |
Era el conspicuo “mataperro” de la
familia, el muchacho calculador que sabía que papá Jacinto trabajaba de siete a
tres de la tarde en el mercado de Monsefú y él aprovechaba ese tiempo para reunirse
con sus amigos de barrio y “visitar” las chacras, cosechar las frutas antes que
los propietarios; bañarse en el río Eten y las acequias, disfrutar de la vida
como un auténtico y experimentado mozalbete.
Le llamaban “Chito” y así quedó
perennizado entre los suyos. Ese apelativo devino cuando a Jesús Jacinto Custodio
López le decían de cariño Jesusito, Jesuchito y finalmente “Chito”. Era el
noveno de diez hermanos y a pesar de sus travesuras y actos de muchacho
callejero, siempre le gustó el estudio. Sus amigos de la escuela “La
Misericordia” y el colegio “San Carlos” lo recuerdan como un “chanconcito” a
quien las monjas canadienses rehusaban llamar Jesús, porque cuando algunas
veces debían castigarlo, se sentían muy mal tener que corregir al “hijo de Dios”.
Por eso las religiosas preferían decirle “Chito” o Jacinto, su segundo nombre.
Y el niño Jesusito se hizo adolescente, adulto
joven, con la imagen de sus hermanos mayores Willy y Enrique, los primeros médicos
de la familia. Pidió a sus padres apoyarlo en su intención de estudiar medicina
y don Jacinto y doña Paula, conscientes de su reducida economía familiar,
recibieron preocupados el pedido. Pero nuestro famoso cirujano nació de pie y arropado
por el afecto de su madrecita y su hermana mayor, la profesora Vilma, quien
actuaba como la administradora familiar, hizo los números y acogió el deseo de
su hermano menor con estoicismo.
El más alto de todos, el doctor Custodio, junto a sus compañeros de "La Misericordia" |
Los años pasaron y aquel joven blanquiñoso,
de lentes, mataperro, pero estudioso, que obtuvo los primeros puestos en
primaria y secundaria y que por su estatura y temple era el brigadier del aula,
se convirtió en 1974 en estudiante de la universidad de Trujillo y años más
tarde, en 1982, egresó como médico general. Su ímpetu prosiguió y durante tres
años hizo una especialidad en cirugía toráxica y cardiovascular, graduándose en
1989 de la prestigiosa universidad mayor de San Marcos.
Luego decidió profundizar sus conocimientos en cirugía cardiaca. Estuvo todo el año 1993 en Estados Unidos capacitándose en la Wayne State University de Michigan y posteriormente permaneció durante seis meses en Japón, en la prestigiosa Escuela de Medicina de Yokohama. Todo ese cúmulo de conocimientos y su creciente reputación lo hicieron muy solicitado. En sus casi 30 años de médico cirujano ha participado en cerca de cuatro mil intervenciones quirúrgicas.
UNA IMPORTANTE CARRERA
“Creo haber hecho una carrera
profesional que no ha decepcionado a mis padres, mi familia y a mi pueblo. Y
estoy feliz porque ahora, a mis 65 años y a pocos años de mi jubilación, la
posta la ha tomado mi hijo Jesús Alonso que ya empezó a realizar cirugías. Eso
me enorgullece y ese sentimiento es compartido por mi esposa Lía y mi hija
Dina, ahora psicóloga”, sostiene en diálogo telefónico el popular “Chito”.
Jesús Custodio no deja de tener razón.
Paso a paso ha conseguido premios, triunfos que son reconocidos en la región y
el país. Su fama de cirujano persiste y por eso ahora comparte su labor en las
salas de cirugía; y en las aulas universitarias, como catedrático.
El doctor Custodio visitó a las monjas canadienses |
Y lo destacable es que siempre está
vinculado a labores sin fines de lucro, actividades como voluntario. Por
ejemplo, atiende gratuitamente a pacientes en un centro médico de Reque bajo la
coordinación de las religiosas canadienses, con quienes aún mantiene contacto.
“Aprovechando mis estudios en Estados Unidos fui a Terranova, Canadá y pude
confraternizar con muchas monjas que prestaron servicios en Monsefú y Puerto
Eten. Fue un reencuentro lleno de sentimientos, de anécdotas y memorias”,
recuerda Jesús.
Jugador de baloncesto. Su equipo se llamaba "Los Malvados" |
DEPORTISTA Y DIBUJANTE
Varios amigos de su generación y de la promoción 1972, con quienes mantiene contacto, recuerdan a Jesús Custodio como un practicante de baloncesto y arquero de fútbol, incluso titular de la selección de su colegio. También disfruta de la natación y pergeña en sus tiempos de ocio, de atractivos trazos, dibujos y pinturas. Incluso fue ganador en el 2009 de la Orquídea de Oro en los V Juegos Florales Universitarios de la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo.
Precisamente su habilidad con la
natación le permitió salvar la vida del hoy notario y abogado Sergio Vera.
Siempre andaba acompañado de Harold Capuñay, Iván Delgado, Sergio Vera, Héctor
Aquino, Irzio Boggio, Raymundo Ayasta, Angel Seclén, José Casas, entre otros. “Estábamos
en el río Eten y en cierto momento varios de los muchachos estuvieron jugando
en el agua. Sergio Vera no sabía que ellos estaban flotando y entró confiado
pensando que por ese lado del río no estaba profundo. De repente se escucharon
gritos de auxilio y vimos a Sergio hundiéndose. “Chito” Custodio nadó rápido y
fue al rescate, los otros muchachos hicieron lo propio y gracias a Dios salvamos
a Sergio”, recordó Harold Capuñay. Esa anécdota consolidó el deseo de nuestro
personaje, de salvar vidas. Su primera experiencia no fue dentro de asépticos
quirófanos, ocurrió en las aguas del río Eten.
Las reuniones de camaradería con sus amigos de toda la vida |
Las correrías del incansable “Chito”
Custodio son tantas, como la atafagada agenda que maneja en sus actuales días.
Pero entre las historias con estetoscopios, electrocardiogramas y torniquetes,
preferimos las que resultan muchas más interesantes, aquellas que arrancan una
sonrisa a la galería, anécdotas con sabor a leyendas citadinas que se deben
perennizar.
Próximos a las siete décadas, varios
amigos de nuestro personaje recuerdan entre sonrisas sus incursiones por los
campos para “cosechar” guayabas, ciruelas, membrillos. Eran expertos trepando y
superando las cercas, caminar agazapados y sigilosos para evitar “dejar el
rastro”. Sentían pavor cada vez que los dueños y sus familiares los corrían y
molestos por estas sorpresivas invasiones a su propiedad, amenazaban a los
cuatro vientos con “quemarles el rastro”. Los brujos y curanderos abundan en
Monsefú y lugares aledaños, ellos aseguran que basta recoger la tierra con las
huellas de los pies de los invasores, generar quemaduras en esas delicadas
partes del ser humano.
Por eso “Chito” y sus huestes se
cuidaban de esas advertencias. Se ponían algunas ramas en sus zapatillas para
tergiversar las huellas; muy inocentes, se iban a las acequias y orillas del
río Eten para “remojar” sus pies y así dar la contraria a los hechizos y
encantamientos. Muchos lugares de Cúsupe, el Desaguadero, donde actualmente
está “La Estancia”; Poncoy, por los alrededores de la quinta Boggio, forman
parte del terreno explorado.
En verano, el tropel de adolescentes
tomaba por asalto la caleta de Santa Rosa, se bañaba en las aguas del Pacífico
y también escarbaba la arena para capturar muymuyes o “Pulga de mar” (sand
crabs en inglés). La palomillada abundaba y por eso, para evitar que
alguien se fuera temprano, intercambiaban pantalones y bajo intimidación
proferían:” arena al que se va”. Jacinto Custodio, que era el más alto, no
podía escapar por temor a la arena o porque ningún pantalón que no era el suyo,
podía usar. Su estatura le deparaba un buen inconveniente. Así el buen “Chito”
Custodio llegaba después de las tres de la tarde a su casa y su padre con un
movimiento de cabeza, le indicaba que la madrugada del siguiente día tenía una
cita con el “caramelo” de José Llontop, un látigo que nuestros padres adquirían
para consolidar alguna reprimenda. “Soportaba estoicamente esos latigazos, no
se inmutaba, recibía de pie el castigo, apretando los dientes, pero no era como
mis otros hermanos que se corrían por los techos para escapar de esos ingratos
momentos”, sonríe al expresar esa confesión familiar mi querida profesora Vilma
Custodio, hermana de “Chito”.
La numerosa familia del doctor Custodio en una foto para el recuerdo |
Por blanquiñosito y carismático siempre
fue muy querido en la familia. Estoy muy orgullosa y halagada por sus logros.
Siempre quiso ser médico, tenía una persistencia envidiable. Se levantaba entre
las cuatro y cinco de la madrugada para estudiar, su autoestima fue muy alta,
sabía lo que quería en la vida. Mi madre Paula nos quiso a todos por igual,
pero su preferencia por él era notoria. Le cosía sus camisas, le arreglaba sus
ropas. Con sus chistes y ocurrencias él divertía a la familia. Estoy contenta,
muy feliz de todo lo que ha conseguido”, reseña Vilma Custodio de su hermano
menor, casi a punto de soltar algunas lágrimas de emoción.
Junto a su esposa Lía |