Escribe:
Luis
Castro Gavelán
La muerte
es la compañera final. Y esa infausta etapa del organismo vivo le ha bajado el telón
al monsefuano más exitoso del campo empresarial y de las telecomunicaciones.
Higinio Capuñay Sarpán, el propietario del conglomerado de medios de comunicación:
Exitosa y La Karibeña, ha partido a la edad de 71 años.
Su
inteligencia y sapiencia para los negocios pude conocer de cerca cuando trabajé
a su lado entre los años 1986 y 1995. Fue un maestro para discernir qué
inversiones hacer. Su escasa educación nunca fue un impedimento para exhibir
ese olfato de hombre de negocios, de predestinado para hacer de la nada todo un
emporio de las telecomunicaciones a nivel nacional: radios, canales de televisión,
periódicos.
Lo conocí
en 1984. Tenía una imprenta gráfica en el distrito de San Luis. Yo trabajaba en
el diario “La República”. Nos reunimos varias veces para planificar actividades
que redundarían en la construcción del “Arco de Monsefu”. Junto a otros buenos
monsefuanos organizamos la “Asociación Progresista Monsefuana” e Higinio fue
parte vital. Apoyó económicamente, hizo suyas las tareas sin alharacas y a
pesar de ser un empresario exitoso dio muestras de humildad, de amor por su
tierra y de mucho compañerismo.
Señalado con una flecha amarilla, Higinio Capuñay juramenta como directivo de la Asociación Progresista Monsefuana.
En
noviembre de 1986 renuncié a “La República” y acepté trabajar a su lado. Era un
hombre de pueblo y por eso sabía que podía aprender mucho con él. Higinio
estaba familiarizado con el hambre y la miseria, y cuando un ser humano tiene
experticia en estos avatares, posee otro tipo de riquezas. Se hizo solo, me
contó todas sus penurias y la pobreza extrema que vivió cuando llegó a Lima. Trabajó
como obrero en La Parada, distrito de La Victoria, y cuando le dieron la oportunidad
de ser operario en una pequeña imprenta, supo que ese era su destino. Creció en
ese rubro y con libérrimas ideas llegó a niveles insospechados. Me trató como
el hijo mayor que no tenía. Esther, Lalo, Karen, Robert, Evelyn eran niños. Yo
despachaba en su oficina, puso su escritorio junto al mío y a veces me sentía
atafagado con sus actos de cortesía. Cuando me casé por primera vez, coordinó
con Elmer Yaipén y el “Grupo 5 “ amenizó
gratuitamente mi fiesta matrimonial.
“Cada
persona tiene su propio valor” me decía en su parresia plática. Recuerdo que
los sábados era fecha de pago e íbamos al Banco Industrial, que quedaba cerca
de Hiraoka, en el centro de Lima. Al salir de la oficina bancaria escondíamos los
fajos de dinero debajo de la ropa, en la cintura . “Actúa de manera natural, esgrimía,
de lo contrario los “choros” se van a llevar los salarios de los casi 90
obreros que nos están esperando”. Entonces me invitaba un jugo de naranja donde
el carretillero de la esquina y así, disimulando, tomábamos el taxi de retorno.
Con su anuencia editamos por varios años la revista
regional “Líder”, de la que fui su director. Luego me encomendó iniciar los trámites
para conseguir la licencia de radio “Universal”, que posteriormente se convirtió
en “La Karibeña”. El primo “Koko” Urbina, amigo personal, fue quien le metió el
bichito de involucrarse en el mundo de la radio. Este locutor gozaba de cierta
fama animando un sintonizando programa en la otrora Radio R-700. Higinio siempre dominó habilidades especiales, fue el gestor, el
idealista y el precursor de un emporio que se ganó las consideraciones a nivel
nacional. Radio Exitosa tiene nada menos que 65 filiales a nivel nacional, ahí
trabaja Nicolás Lucar, a quien conocí cuando visitaba con asiduidad “La República”.
Esta tarde lo escuché llorar, derramó lagrimas por el exitoso monsefuano.
Higinio fue multifacético, un emprendedor nato, un
hombre con una envidiable memoria y gran visión empresarial. Me alejé de él luego
que el Ministerio de Transportes otorgó la licencia a radio La Karibeña, que inicialmente
salió al aire desde la ciudad de Vitarte. Supe que había llegado el momento de
encontrarme con mi propio destino. De Higinio solo tengo grandes recuerdos,
palabras de agradecimiento. Vienen a mi memoria las reuniones con el extinto
Elmer Yaipén, con el paisano Julio Gonzales, propietario de panetones “Don
Julio”. “Higinio es ejemplo de la juventud, un monsefuano ejemplar, un peruano
inolvidable”, recordó Julio Gonzales.
Higinio Capuñay ha dejado un gran legado y el reto de
Esther, su hija mayor, es grande. Alguna vez Higinio me confesó que tenía
grandes esperanzas en ella. Por eso la hizo estudiar en la universidad de Lima,
porque según admitió, debía prepararse para los retos del futuro. Mis
bendiciones para Esther y sus hermanos.
Higinio Capuñay ha dejado de existir. En memoria de
este gran monsefuano dejo una frase de
John Rockefeller: “No creo que exista ninguna otra calidad tan esencial para el
éxito de ningún tipo cómo la calidad de la perseverancia”. La perseverancia y
la constancia fue su norte. Adiós amigo y paisano Higinio. Gracias por tus enseñanzas. (Luis Castro Gavelán)