Cuando estaba a punto de ser inaugurada la carretera Larán- Monsefú, la
única vía que nos comunicaba con el mundo exterior, algo sucedió a escasos días
de la ceremonia que se cumplió el 3 de marzo de 1958. Esta es una historia que
involucra a las autoridades edilicias de ese entonces, y a personalidades que
estaban cerca del poder. Es un hecho anecdótico que pocos monsefuanos conocen y
que ahora vamos a revelar. Muchos de los protagonistas como José Dolores Soto,
Bartolomé Burga, Teodoro Flores Atencio, José Alfredo Delgado Bravo ya no están
con nosotros; tampoco está el presidente del Perú de ese tiempo, don Manuel
Prado Ugarteche, personaje principal de esta historia.
El presidente Manuel Prado y nuestro alcalde Bartolomé Burga en Palacio de Gobierno (1957)
Escriben:
Luis A. Castro Gavelán
Walter Llontop Relúz
Aquella
tarde de 1957 fue memorable para los monsefuanos. El alcalde de Monsefú,
Bartolomé Burga Gonzales, fue recibido en Palacio de Gobierno por el mismísimo presidente
peruano Manuel Prado Ugarteche. Fue un gesto inolvidable del mandatario que
accedió a recibir a la comisión de personalidades de la “Ciudad de las Flores”.
Con sus mejores galas y aún nerviosos por la innata posibilidad de pararse
frente al poderoso jefe de estado, los nuestros tenían una triple misión: desbordar
simpatía, convencer y presionar para que en ese mismo momento se consiguiera
una estimulante respuesta: la aceptación de un presupuesto para la construcción
de la carretera Larán- Monsefú.
Eran los
tiempos en que las autoridades ediles no se elegían por voto secreto y
universal. Simplemente se escogía a una personalidad de la ciudad para ejercer
el cargo de alcalde. Todo era por “amor al arte”, sin compensación económica
alguna; se trabajaba por predilección, por ese inconmensurable apego a la santa
tierra. El Perú era gobernado por Manuel Prado, quien en su segundo mandato
intentaba dar prioridad a la educación y la construcción de vías de
comunicación para descentralizar el país.
Monsefú
tenía muchos profesionales que destacaban en el acontecer nacional y por ello
se hicieron menos estresantes las coordinaciones para pedir al gobierno central
algo que clamábamos a gritos, una carretera que permitiera el acceso a la
Panamericana Norte, a Chiclayo y muchas ciudades cosmopolitas de la nación. Hay
quienes afirman que el congresista Armando de la Flor Valle, quien esos momentos
era el tesorero del Congreso de la República, también intercedió a favor de
Monsefú.
El profesor
Santiago Burga estaba investido de alcalde de la ciudad y escogió como
concejales a Graciano Lluén, a nuestro querido Oscar Kamt, aún con vida,
Teodoro Flores Atencio, el poeta José Alfredo Delgado Bravo, Jorge Guevara
Rojas y Artemio Santa Cruz (sobrino de las señoritas Santa Cruz, parteras de la
época).
El cuerpo de concejales del alcalde Burga. Aún con vida nuestro querido Oscar Kamt, al lado de Teodoro Flores
El poeta
Delgado Bravo y el propio alcalde Burga Gonzales dieron forma al petitorio y
cuando estuvo listo, se recibió la noticia que no era necesario enviar por
correo el documento. El presidente Prado, en persona, había consentido que una
comisión de monsefuanos fuera a la “Casa de Pizarro” para entregárselo en
persona.
El alcalde
Burga encabezó la delegación y fue acompañado por varios de sus regidores. Para
nuestros paisanos fue la ocasión de atisbar las excentricidades que ofrece la “Casa
de Pizarro”, tener la experiencia de penetrar los ámbitos del poder político,
percibir los avatares y el inextricable mundo del Poder Ejecutivo.
La reunión
se llevó a cabo. El alcalde Burga, al comienzo con voz trémula, entregó al
presidente Prado artesanía elaborada por mujeres monsefuanas y el mandatario al
observarla, quedó fascinado con el sombrero y un paño de hilo. La conversación se
tornó mucho más animada y en ese mismo momento el jefe de Estado prometió
presupuestar la obra y culminarla en menos de un año, comprometiéndose además a
inaugurarla personalmente.
La comisión
de monsefuanos salió de Palacio de Gobierno en medio de una algarabía frenética.
La felicidad embargaba a todos, incluso a Oscar Kamt, que tiene los ojos
rasgados por naturaleza, no se le veían los ojos al sonreír. Todos estaban
embelesados.
Y la obra
empezó a ejecutarse. Hubo trabajo para muchos paisanos; máquinas excavadoras,
tractores y motoniveladoras se veían a lo largo de la incipiente vía que iba a
significar un gran paso para la modernidad de la ciudad.
El profesor
Santiago Burga era la “vedette” del momento. Todos lo felicitaban y reconocían
su labor. La carretera Larán- Monsefú era un sueño anhelado y para muchos, su
labor edil fue determinante.
Los días
pasaron y la vía fue tomando cuerpo. Entonces todo quedó listo para su
inauguración. Se hicieron las gestiones pertinentes y el presidente Manuel
Prado ratificó su deseo de estrenar la obra de infraestructura. Una ceremonia por
todo lo alto que terminaría con un gran banquete en el acondicionado mercado de
abastos.
El 24 de
septiembre de 1957 llegó a Monsefú en misión proselitista el líder aprista
Víctor Raúl Haya de la Torre. La “ciudad de las flores” tenía una arraigada
militancia aprista, tal vez una de las más importantes en el departamento. Por
eso el caudillo aprista decidió visitar Monsefú. Y Bartolomé Burga, reconocido
simpatizante del Apra y alcalde de la ciudad, estaba entre la espada y la
pared. Debía escoger entre rendir honores a su líder Víctor Raúl o minimizar su
presencia.
A nivel
nacional se conocía la enemistad entre el presidente Prado y Haya de la Torre.
Después de haber llevado adelante unos proyectos políticos juntos, ahora eran
enemigos acérrimos. El alcalde Burga conocía ese antagonismo y tenía que
hilvanar fino para evitar alguna indisposición con el mandatario de turno.
Teodoro
Flores Atencio, un sastre que manejaba los hilos y las telas tan bien como los
entretelones de la política, estaba al tanto de la encrucijada que vivía su
compañero de partido. Este extinto personaje hizo algunas revelaciones a su
gran amigo Walter Llontop Relúz. “Bartolo estaba presionado. Llamaron desde
Lima para pedirle al alcalde que no podía desairar a nuestro líder y debía
recibirlo con todos los honores. Pero también otros políticos que no eran
aprista lo coaccionaban porque querían evitar algún hecho desdeñable que
estropeara la relación con el presidente Prado”, habría confesado Teodoro
Flores.
Finalmente,
más pudo su corazón aprista y Víctor Raúl Haya de la Torre fue recibido por el burgomaestre
Burga. A las 4.55 de la tarde lo condecoraron, se le entregó las llaves de la ciudad y se le declaró
huésped ilustre. Fue una actividad proselitista y masiva que llegó a oídos de las
autoridades departamentales y nacionales.
En las
siguientes semanas las relaciones con el gobierno central se resquebrajaron.
Algunos atisbos de venganza empezaron a surgir, detrás de bambalinas los dimes
y diretes estaban a la orden del día. Aciagas decisiones que aparecían como
rumores se hicieron realidad.
Gracias a una colaboración de Lucho Custodio Diez, mostramos el documento emitido por la Municipalidad de Monsefú. Se aprecia la firma de Víctor Raúl y de otro líder aprista,Andrés Townsend
A escasos diez días para la inauguración de la anhelada carretera, Bartolomé Burga fue citado a las oficinas del prefecto, representante político del presidente en el departamento de Lambayeque. Las explicaciones que dio Burga fueron vanas y estériles, fue canibalizado por su accionar. Le bajaron el dedo y al día siguiente salió una resolución que lo cesaba como alcalde.
José
Dolores Soto fue el reemplazante, apareció en las fotos como el alcalde del
estreno. El presidente Prado desistió venir a Monsefú y en su lugar llegó el
premier de la República, el doctor Manuel Cisneros. La carretera Larán- Monsefú
fue inaugurada el 3 de marzo de 1958.
El extinto presidente Alan García en Monsefú durante la reinaguración de la vía Larán-Monsefú
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Y por cosas
del destino, 49 años después, el desaparecido líder aprista Alan García, en ese
entonces presidente del Perú, fue quien reinauguró la referida vía que con el
pasar de los años necesitó de una remodelación. Ocurrió un 20 de abril del 2007
y para muchos apristas fue una forma de “lavarle la cara” a la decisión pardidarista
del buen Bartolomé Burga (LACG).