lunes, 10 de febrero de 2020

Reflexiones sobre muerte de Omar “teny” Cigüeñas

Escribe:
Luis A. Castro Gavelán

El laureado escritor norteamericano Ernest Hemingway decía que “lo único que nos separa de la muerte es el tiempo”. Y esa es una verdad absoluta, todos los seres mortales enfrentamos un viaje, tal vez el más largo… con mucha resignación. Unos la aceptan, pero la aborrecen; otros piensan que es el preludio a una nueva vida, y otros la detestan por ser injusta y maldita, pero inevitable.


La muerte llega, se presenta de forma inesperada y siempre deseamos que sea rápida, que no nos haga sufrir y que cuando ese trance ocurra, nos haya permitido haber cumplido con nuestras metas y objetivos. Tal vez esa es la intención del más común de los mortales, descansar en paz después de cumplir con nuestros deberes familiares, laborales, profesionales y sociales.

Esta reflexión sobre la muerte tiene que ver con lo ocurrido al dicharachero y siempre servicial amigo Omar “Teny” Cigüeñas. Su muerte fue abyecta e infausta. Nadie desea expirar de manera cruenta y Omar no merecía terminar sus días atropellado y expuesto en la vía pública como NN.

He conocido a Omar desde muy niño, pero quien sabe mucho más de él es mi hermano Rubén. “Teny”, César Arévalo y mi hermano Rubén fueron inseparables amigos de mil batallas. Caminaron juntos desde jóvenes y seguían en contacto hasta ahora. Ellos tuvieron una amistad a prueba de balas por más de 40 años: se trataron como hermanos. Confirmo que mi hermano Rubén está devastado y lo propio debe sentir el buen “Oña” Arévalo.
Los inseparables amigos: César Arévalo, mi hermano Rubén y el extinto Omar"teny".

Esta crónica, querido Omar no es la que me pediste en vida algunas veces. Es una reflexión post mortem sobre la desdicha de tu deceso. Te quisimos de manera especial porque sentiste un apego especial por mi familia. Siendo “hermano” con Rubén siempre amaste a mis extintos padres, a quienes llamabas tíos.
Siempre fuiste servicial y atento. Visitabas a mis padres y hermanos en Monsefú para hacer actividades voluntarias demostrando respeto y don de gente. Por eso ahora te reclamo como un “hermano”, por eso muchos de mis familiares han derramado merecidas lágrimas por tu aciaga partida. 
  
Fuiste el “palomilla” del barrio, el jugador de fútbol que muchos admiramos, el bromista consentido que algún día contrajo nupcias con la prudente María del Carmen Ramírez. Creo que María del Carmen, con su sapiencia y cautela te llevó a la vereda de enfrente y de la noche a la mañana te gustaron los estudios, te hiciste abogado y profesor de secundaria.


Creo que graduarte como hombre de leyes borró tu vida divertida, traviesa y callejera; y te hizo un hombre digno de respeto y admiración. Por eso pienso que tus hijos siguen ese legado.

Mi querido Omar, hiciste el esfuerzo y superaste metas que alguna vez reconocí personalmente durante mis visitas a Monsefú. Por eso, la trágica muerte que tuviste no tiene por qué denostar la benevolencia y don de gente que exhibiste en la vida terrenal.

Descansa en paz querido amigo. Mis condolencias para María del Carmen, tus hijos y parientes. A ellos les quiero dedicar como una especie de redención por los momentos que viven, un bello pensamiento de Platón:Cuando la muerte se precipita sobre el hombre, la parte mortal se extingue; pero el principio inmortal se retira y se aleja sano y salvo”. (LCG)