Escribe:
Luis A.
Castro Gavelán
Un día como hoy, 26 de
enero de 1983, marcó mi vida para siempre. En las agrestes alturas de
Uchuraccay, a unos cuatro mil metros sobre el nivel del mar, murieron
asesinados de forma cruenta ocho periodistas, su guía y un comunero. Una horda compuesta
por un centenar de pobladores azuzados y confundidos actuó de manera
inmisericorde y soterrada, vil y salvaje.
Cinco de los mártires de Uchuraccay. Con lentes, Jorge Sedano |
Hoy, día de
elecciones congresales, recordamos 37 años de ese funesto episodio. Todavía la
prensa nacional espera explicaciones; y las familias de los desaparecidos, también.
Está lejos y fuera de todo alcance aquella justicia que nunca ha llegado y
que aún reclamamos, para que -en forma de bálsamo- pueda atenuar los aciagos
días, la desdichada experiencia de muchas familias peruanas privadas hace 444
meses de sus seres queridos. Tan solo recordar la forma como fueron eliminados
los periodistas, tres de ellos amigos de múltiples jornadas, se me hace un nudo
en la garganta.
Después de casi
32 años he reiniciado contacto con Felícita de León y Ana del Castillo, dos
colegas de aquellos tiempos, con las que rememoramos nuestro paso por el diario
“La República”. Una de ellas está en California, y la otra, Anacé, es hija del mundo. También me reuní con Inés
Flores, hoy jefe de redacción de “La República” y con el poeta Juan Carlos Lázaro.
Con ellos sostuvimos pláticas telefónicas
y rememoramos vivencias de antaño, recuerdos de periodistas que ya nos han
dejado: Guillermo Thorndike, Armando Campos Linares, César Terán, Víctor
Robles, Oscar Cuya Ramos, Humberto “chivo” Castillo, Víctor Caycho, Alejandro
Sakuda, Ernesto Chávez, etc. Pero también nos acordamos de personajes del
periodismo -aún vivos- como Víctor Caycho que ahora labora en Washington DC.
Una reunión
por el aniversario de “La República”. Aparece el director Guillermo Thorndike
en primer plano. Luego aparecen Mirko Lauer, el extinto Gustavo Mohme, Jorge
Lazares, Luis Castro, el ex director de la PIP Damián Salas, Lorenzo
Villanueva, la Sra. Rosario de Thorndike, y otros.
Asimismo, recordamos hechos que durante los ochentas hizo palpitar a cien por hora los corazones de los peruanos, en medio de una violencia generalizada, entre noches de terror, asesinatos de autoridades y dirigentes sindicales, coches bomba, torres de alta tensión que caían al piso dinamitadas y nos dejaban a oscuras paralizando la producción nacional, y afectando -qué duda cabe- a los millones de compatriotas menos favorecidos.
Y en ese
tren que corre evocando recuerdos, rememoro mi paso por “La República” y aquel
episodio que nunca pasa desapercibido, mi relación profesional con Jorge Sedano
Falcón, el entrañable gordito que siempre me acompañó en múltiples comisiones
periodísticas. Siempre entusiasta y arriesgado, llevaba preparada su “Nikon”
profesional en la búsqueda de la foto de portada que siempre pedían en la mesa
de redacción. “Castrito y Sedano, no regresen sin la foto de portada”, decía el
cordial Oscar Cuya.
Jorge
Sedano fue una de las desventuradas víctimas que en las alturas de Huanta, Uchuraccay,
se inmoló el 26 de enero de 1983, hace 37 años junto a otros colegas como Jorge
Mendívil y Willy Retto de “El Observador” ; Eduardo de la Piniella, Pedro
Sánchez y Félix Gavilán de “El Diario de Marka”; Amador García de la revista
Oiga; Octavio Infante del diario “Noticias” de Ayacucho. También el guía Juan
Argumedo y el comunero uchuraccaíno Severino Huáscar.
Todos murieron
trágicamente a manos de azuzados comuneros de Uchuraccay cuando buscaban
información sobre la eliminación de varios senderistas en el poblado de
Huaychao. Las últimas fotos tomadas por Willy Retto son evidencias que el
ataque ocurrió mientras ellos trataban de convencer a sus atacantes que eran
periodistas, que sus únicas armas eran cámaras fotográficas y lapiceros.
Pero los
comuneros estaban demasiado confundidos o bien entrenados para eliminar a
extraños que llegaban caminando a Uchuraccay. El testimonio de Primitiva
Huaylla, tal vez la única testigo presencial viva de los hechos, es elocuente.
Ella declaró a las colegas Kelly Vallejos y Yesenia Vilcapoma que recibieron la
consigna de matar a todo extraño que llegara a pie. “En una asamblea los
militares nos dijeron que matemos y nos defendamos de quienes llegaran a pie.
Todo extraño era una amenaza. Ellos (los militares) son los únicos que
llegarían por helicóptero", reveló en quechua, su idioma nativo, Primitiva
Huaylla. Los periodistas llegaron a pie.
A 37 años de este luctuoso suceso que forma
parte de las cruentas páginas de oprobio y terror que firmaron con letras de
sangre “Sendero Luminoso” y el MRTA, el Perú sigue mancillado por actos
injustos. ¿Quiénes incitaron la muerte de los periodistas para evitar que
excesos militares sean descubiertos? ¿Por qué está indultado Alberto Fujimori
mientras el general EP Juan Rivera Lazo tiene 17 años preso sin haber cometido
delito alguno? ¿Por qué terroristas convictos y confesos están libres luego que
les redujeron su carcelería, mientras muchos patriotas siguen perseguidos por
la injusticia, perdón, la Justicia peruana? ¿Por qué la Corte Interamericana de
Derechos Humanos es muy benevolente con los casos de terroristas y es
implacable con nuestros policías y militares que pusieron el pecho para
pacificar el país?
Hay muchos
casos que me gustaría decir en voz alta, pero la crónica de este monsefuano es
en memoria de los mártires de Uchuraccay, de rememorar a mi amigo Jorge Sedano.
Y de cierta forma estoy relacionado a esa tragedia, porque hace 37 años pudieron
ser nueve y no 8 los periodistas muertos. Durante mucho tiempo guardé en
secreto algo que desafió por muchos años mi capacidad de resiliencia y que paso
a narrar para ustedes, amigos lectores.
Jorge Sedano |
22 de
enero de 1983.-
Cuatro días
antes del 26 de enero 1983, Guillermo Thorndike, el entonces director de “La
República” quiso conocerme en persona. Mi jefe de sección, Armando Campos, me
transmitió el mensaje y juntos fuimos a la oficina del director.
Al fondo de
la oficina, detrás de un negro escritorio, vi la enorme figura de mi director,
quien extendió su mano y yo, tembloroso, hice lo mismo, mientras saludé
nervioso a su bella esposa, doña “Charito”, la misma que trataba de acomodar la
camisa de su pequeño Augusto, ahora un consagrado presentador de televisión en
“Cuarto Poder” de América Tv.
Thorndike
me quedó mirando de pies a cabeza y luego expresó. “Que Armando haya confiado
en ti es bueno, pero te necesito para otras comisiones”. Aparentemente doña
“Charito” (Rosario del Campo León) me vio el cuerpo esmirriado y el rostro de
joven inocente; y con su candor de madre, habría influenciado para que el
“gringo” Thorndike ordene mi cambio de comisión. Dicen que las mujeres tienen un sexto sentido...y bien desarrollado.
Armando
Campos tenía dos boletos de pasajes aéreos vía Faucett, uno a mi nombre y el
otro de mi inseparable fotógrafo Jorge Sedano. Nuestro destino era Ayacucho.
Entonces Guillermo Thorndike le pidió los boletos a Armando Campos y llamó a
Luz Lévano, su eficiente secretaria. “Castro y Sedano van para Tumbes, cambia
estos boletos por favor, ellos no van a Ayacucho", dijo el director. En
esos momentos ingresó Jorge Sedano y al escuchar que estaban cambiándolo de
comisión replicó a manera de ruego.
“director,
por favor, quiero ir a Ayacucho. Quiero confirmar si es verdad eso que andan
diciendo de los terroristas, usted sabe cómo yo trabajo, por favor, permítame
ir a Ayacucho…” El resto de la conversación no pude terminar de escucharla, salí de la oficina del director
acompañado de Armando, quien me explicó que al día siguiente debía viajar a
Tumbes donde constantes lluvias torrenciales estaban provocando daños
materiales y humanos.
Sedano
logró convencer al director y ahí nos separamos. “Castrito, perdóname hermano,
cuando tengas más experiencia comprenderás que no puedo perder la oportunidad
de confirmar la noticia sobre esos terroristas que han aparecido en Ayacucho”,
me dijo palmoteando mi hombro, mientras yo trataba de guardar algunas cosas en
mi escritorio. Le dí la mano, nos dimos el último abrazo y ese gesto se convirtió en una despedida para siempre.
Jorge Sedano tenía ganas de confirmar los inicios de esa lacra de malos
peruanos que tanto daño hicieron al Perú.
Fui a
Tumbes acompañado del fotógrafo César Aquije; y el “gordo” Sedano fue a
Ayacucho acompañado del redactor Ernesto Salas. Pocos días después, a través de un
enlace telefónico, mi jefe Armando Campos me dijo llorando “Golpéate el pecho
Castrito. Ha muerto Sedano …, todavía no ha sido tu turno”
Quedé
descorazonado, trémulo, las lágrimas invadieron mi rostro, confundidas entre
las gotas de lluvia que caían con mayor frecuencia en el castigado territorio
de Tumbes. El cielo estaba gris, miré el horizonte y puede reaccionar después
de breves minutos, consolado por César Aquije. Aún seguía vivo, todavía podía
contar algunas estrellas en el firmamento, ese día de enero de 1983. Cuando regresé a Lima, todo era distinto, muchos rostros contritos, ya se nos había adelantado Jorge Sedano y mis colegas de la redacción me abrazaron, miraban mi rostro y algunos de ellos decían: "Chinito, de la que te salvaste...".
Dios había decidido que mis días de existencia aún debían prolongarse. Gracias al sexto sentido de la esposa del "gringo" Thorndike, sigo vivo, entre viajes a Maryland, Virginia, Madrid y Puerto Rico, amando por siempre a mi Monsefú, mi pedacito de cielo, pergeñando mis crónicas periodísticas, celebrando mis logros sin olvidar mis fracasos, asumiendo retos, consciente que, al superarlos, estaré más cerca de la gloria; trabajando como docente con la idea de no solo aprender de mis maestros, sino también de mis discípulos. Sigo el pensamiento del afable Kalu Ndukwe … “lo que haces por ti se desvanece, pero lo que haces por el resto conforma tu legado”. (LCG)
Una foto tomada por Jorge Sedano. Las mujeres de pie son Inés Flores, Felícita de León y Martha Núñez. En cuclillas llevo la cinta de capitán. Ocurrió durante el primer aniversario de “La República” |