Escribe:
Luis A. Castro Gavelán
Bellas representantes monsefuanas, portadoras de vestimentas que elaboran nuestras artesanas-bordadoras. |
El arte de la filigrana y los bordados hechos a mano demanda arte, garbo, precisión y mucha creatividad. Hay que ser ducho y hábil para darle vida a los diseños a través de los hilos y la aguja. Monsefú, que duda cabe, mantiene una tradición que ha traspasado nuestras fronteras gracias a fácticos artesanos que han consolidado un elevado prestigio.
Las túnicas, tapetes,
blusas, servilletas, delantales y manteles adquieren vida y color con el arte
que tienen nuestros artesanos. Hay, además, otros trabajos ornamentales que
requieren de mayor precisión como las banderas y los vestidos de baile, y porqué
no, los bordados de imaginería (técnica para pintar o bordar prendas para imágenes
religiosas). Todos estos productos y en gran nivel se elaboran en Monsefú,
gracias a esas manos hábiles de artesanas como las hermanas Lila Angélica y
Luzmila Llontop Relúz, Jacqueline Ayasta Caicedo, Rosa Muga Llontop, Elena
Chavesta Gonzales, entre otras.
Históricamente, uno de
los precursores de este arte es Eusebio Gonzales Bernabé, quien a la edad de 18
años empezó a bordar estandartes, banderas, mantos y capas de imágenes religiosas.
Su arte es tan comparable como el de Lila Angélica Llontop, una mujer multifacética
que además de bordar, es creativa y elabora chicha de 60 sabores (de frutas y
otros vegetales).
El arte del bordado es
una práctica que tiene cientos de años de existencia. Se sabe que los romanos
decoraron sus prendas y ciertos artículos utilizando las hebras textiles sobre
una superficie que generalmente era la tela de algodón, seda o lana. Los
romanos llamaban a esta ornamentación plumarium opus por las semejanzas que
tienen algunas de estas labores con la pluma del ave.
En la Biblia, específicamente
en el libro de Ezequiel del Antiguo Testamento, se menciona que los fenicios se
dedicaron al comercio activo de sedas y bordados orientales. Algunos
historiadores hablan también de comerciantes de Egipto, Grecia y Roma, pero
inciden que, desde Mesopotamia, los babilonios tenían fama de ser grandes
bordadores.
Jacqueline Ayasta es una artesana que ha paseado su arte a nivel internacional. |
En cuanto a nuestras
representantes, valoramos el trabajo de Jacqueline Ayasta, a quien incluso
entrevisté en Washington DC. cuando vino a representar al Perú junto a dos de
sus colegas, Margarita Mechán Lluén y Margarita Guzmán Cornejo, durante el Smithsonian
Folklife Festival, un evento organizado para que los países de América exhiban lo
mejor de su artesanía y arte culinario.
Del mismo modo, reconocemos
el trabajo de filigrana de doña Lila Angélica Llontop Relúz, quien tiene más de
50 años de experiencia y ha vendido en todo el Perú y el extranjero docenas de
vestidos que usan los danzantes de marinera, huayno y otros ritmos típicos.
Lila vende entre 1,800 y 2,200 soles
los referidos vestidos que constan de 13 piezas, con diseños llenos de colorido
(animales como el pavo real, rosas, olivos, etc.) “Me siento orgullosa que se
reconozca el trabajo de las artesanas monsefuanas. Muchas de las vestimentas
que usa nuestro patrón Jesús Nazareno Cautivo y muchos santos de la región han
sido elaborados por mi persona. Eso me hace feliz, me siento una mujer
bendecida”, sostiene Lila Angélica, que siempre cuenta con el apoyo de sus
hermanas.
Lila Angélica Llontop tiene mucha creatividad |
El poeta francés Jean
de La Fontaine decía “por su obra se conoce al artesano”. Y es verdad, nuestras
artesanas bordadoras son reconocidas por su arte, su trabajo lleno de ingenio,
cultivado con manos sensibles. (LCG)
Luzmila Llontop R. y su arte |