domingo, 23 de abril de 2017
Angel Pejerrey: una reserva moral monsefuana
Escribe:
Luis A. Castro Gavelán
La vida en los humanos es la capacidad de nacer, crecer, reproducirse y morir. Así es como podemos conceptualizar ese preciado regalo existencial que nos permite interactuar dentro de un mundo creado a la imagen y semejanza de Dios. Y los seres humanos, dentro de ese limitado tiempo de vida tenemos la oportunidad de vivir, progresar y dejar nuestro legado inolvidable… o digno de reproche.
O somos buenas personas o nos convertimos en detestables individuos. La elección es fácil y tiene sus repercusiones en nuestra familia, nuestra comunidad local y muchas veces trascendemos en el ámbito de la comunidad internacional. La elección es fácil. O se es ilustrado, bonachón y laborioso; o se es zángano, ignorante y sátrapa.
Y el ingeniero Angel Pejerrey Chafloque escogió lo primero. Prefirió la gloria y es uno de los pocos seres vivientes de ese mundo cosmonsefuano del poeta Alfredo José Delgado Bravo, que todo lo hace pensando en el bien público. Como padre, como profesional, como empresario, como dirigente de instituciones sociales y religiosas, como político y como vecino, Angel Pejerrey encaja en ese pueblo líder que todo monsefuano añora y que acuñó mi padre Luis Isaías en sus escritos.
Se hizo profesional con el sacrificio de aquellos que no nacen con un pan bajo el brazo. Es padre ejemplo de hijos profesionales como Rocío, Ingrid y Angelito. Se graduó como un profesional de agallas al reflotar la cooperativa azucarera Rafán, aquella organización que sumergida en una crisis salió a flote y se convirtió en una empresa modelo. Hasta ahora los futuros administradores y gerentes lo visitan para conocer su “receta” de cómo ser exitoso sin tener un centavo en “caja chica” y convertir 1,800 hectáreas de terreno en atractivos cañaverales y arrozales.
Ha sido dirigente de instituciones como el “Centro Social Progresista”. Ha sido alcalde de Monsefú y ejecutor de la segunda etapa de la municipalidad monsefuana, y por eso le transmitimos el dato a nuestro actual burgomaestre. Esa construcción está preparada para cinco pisos, así que por favor busque los planos y dé término a ese atiborrado edificio edil.
Sentados, de izquierda a derecha, los ex-alcaldes Angel Pejerrey,Rita Ayasta, Oscar Salazar y Angel Bartra
Como presidente de la Hermandad “Jesús Nazareno Cautivo” perennizó su infatigable dinamismo y el altar mayor donde se guarda a nuestro Santo Patrono forma parte de las muchas obras que hizo su gestión.
Me encanta su conversación, su amaestrado espíritu campechano, las veces que puedo hacerlo me lleno de regocijo como si estuviera hablando con mi abuelo Federico Castro (su profesor de primaria y quien precisamente hoy estaría cumpliendo un año más de vida), o tal vez con el maestro Francisco Farro Custodio.
“A mi Monsefú lo tengo en el corazón y siempre estaré dispuesto a dar todo lo que humanamente es posible. Añoro de mi tierra muchas cosas, pero quiero que escriba un pedido. Me dirijo a esos cinco a seis mil profesionales que nacieron en esta tierra bendita. Si cada uno de ellos aportara un poquito de lo que sabe estoy seguro que Monsefú estaría mucho mejor”, enfatiza el ingeniero Pejerrey, mientras se acomoda sus lentes negros que, a pesar de todo, hacen visible sus gestos de aflicción.
En la vida hay dos caminos, o somos inexorablemente tozudos con la vida, o seguimos modelos cándidos como el de Angel Pejerrey. Nos despedimos con una frase del escritor español Gregorio Marañón: “Vivir no solo es existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir, y no dormir sin soñar. Descansar es empezar a morir”(LCG)
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