Escribe:
Luis A. Castro Gavelán
A pocas horas de terminar el 2014 hay un tiempo para la reflexión. Y en esa introspección están el presente y el futuro de nuestras acciones personales y profesionales, y todo lo que está concatenado a través de nuestras emociones y sentimientos.
Y en ese vínculo aparece la ilusión, aquella imagen sugerida por los sentidos que aunque carezca de una realidad, muchos nos aferramos de ella como un símbolo de esperanza. Es la ilusión la que nos atrapa a creer que, todavía es posible retornar a Monsefú por la senda que heredamos de nuestros abuelos.
Decía el poeta inglés Gilbert Chesterton que “Hay algo que da esplendor a cuanto existe, y es la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina”. Y ese anhelo puede hacerse realidad no a la vuelta de la esquina, pero sí al inicio del nuevo año 2015.
No dudo de la palabra de Miguel Angel Bartra, nuestro nuevo burgomaestre, quien hizo una pública promesa. Va a salir a las calles desde las primeras cuatro horas del nuevo año y junto a un grupo de obreros y voluntarios, limpiará las calles para cambiarle cara a Monsefú, como símbolo de lo que hará con sus cuatro años de gestión municipal. Es decir, mientras los monsefuanos viven en medio de la resaca por las celebraciones, él estará armado de una escoba barriendo las calles.
Al margen de ello, Bartra tiene un ambicioso plan de trabajo. Experiencia como autoridad municipal la tiene. Contactos a nivel de gobierno regional y nacional también los posee, y lo esencial es que haga realidad sus promesas. Para eso están los cientos de monsefuanos profesionales y no profesionales acorazados por su amor a Monsefú, para hacerle recordar su misión, y al mismo tiempo respaldar su labor. No podemos dejarlo solo en esta titánica tarea que emprenderá desde las primeras horas del 2015.
Tiene ya la palabra empeñada del presidente regional para ejecutar en el menor tiempo posible el nuevo mercado de abastos de la ciudad, así como un camal cuya infraestructura servirá para el sacrificio de ganado en todo el circuito Mochica. En febrero ha prometido una nueva forma de recoger la basura, la misma que será reciclada e industrializada acorde a las normas vigentes que exige el cuidado del medio ambiente.
Bartra pretende poner orden en la ciudad y para eso todos los vecinos tenemos que colaborar y formar parte de esa misión. Tiene las pautas y los elementos para mejorar la seguridad ciudadana. Y en esa dirección es menester reactivar y darle la importancia que se merecen las juntas vecinales y las rondas campesinas.
Queremos una ciudad limpia, segura y moderna. El alcalde es el líder, el administrador que debe y tiene que contar con el apoyo de sus vecinos. Las normas que haga para embellecer y hacer respetar sus parques, calles y recintos tienen que acatarse, nuestro deber cívico es apoyar todo aquello que redunde en beneficio del orden y el bienestar de la ciudad.
En esta labor es plausible la reaparición de los mingueros, aquellos voluntarios que con su patriótica labor contribuyeron al ornato de la ciudad. El 11 de enero habrá una minga para arreglar el parque principal y así recuperar la brillantez de aquella frase poética ‘La ciudad de las flores”, denominación con que es conocido nuestro pueblo.
Que esa tenue llama de esperanza con que se alumbra Monsefú en el 2014, se convierta al amanecer del 2015 en una antorcha que ilumine mejores perspectivas. Que nuestras intenciones para revitalizar la ciudad sean el mejor combustible.
Sr. Bartra, luego de poner orden y seguridad, fomente el turismo aprovechando el potencial con que Monsefú es conocido: sus comidas, artesanía y hospitalidad. Estoy a su orden y creo yo, muchos cientos de monsefuanos amantes de su terruño.
Un abrazo y sincero saludo a todos los monsefuanos. Mi afecto a quienes cristalizaron e hicieron realidad la Compañía de Bomberos, una felicitación a los señores de radio “La Norteña”, cuya labor trasciende. Estas dos instituciones son un ejemplo de que la ilusión vale…cuando la realidad la toma de la mano. (LCG)
miércoles, 31 de diciembre de 2014
domingo, 5 de octubre de 2014
Ilusiona el futuro de Monsefú: ganó Bartra
Escribe: Luis A. Castro Gavelán
El pueblo es el soberano juez y ya dictaminó. Miguel Angel Bartra Grosso es el nuevo alcalde de Monsefú y las esperanzas acrecientan entre quienes creemos que nuestra norteña ciudad, de más de 35 mil habitantes, está estancada en su desarrollo; y que ha llegado el momento de reverdecer laureles, de tomar el protagonismo que hace años nos es adverso.
Unos 24,000 electores tomaron la decisión con valentía y por eso una multitud celebró alborozada esta buena nueva, y el experimentado burgomaestre, procedente de una familia de políticos y abogado de profesión, asumió jubiloso este reto de redimir a un pueblo enfermo, que convalece entre la inseguridad, la desorganización, la ignominia y el rezago en obras públicas.
Bartra ocupó el primer lugar. En la segunda posición se ubicó el Partido Aprista Peruano y tercero fue el Partido Frente Amplio, que lidera el Dr. Jorge Gonzáles. Un resultado idéntico al pronóstico que auguré en mi anterior entrega. Más atrás fueron relegados Rita Ayasta y Lázaro Puicón.
Desde los primeros días Bartra debe actuar con sensatez y tender la mano a todos los candidatos perdedores. Integrarlos y asimilar las mejores ideas de sus planes de gobierno es un buen síntoma. Así los electores sabrán que por delante tenemos a un buen administrador, con capacidad de manejo y simpatía. La contienda política ya es cosa del pasado; las diferencias, enemistades y mezquindades ya no tienen cabida.
Alrededor de un centenar de llamadas telefónicas hechas a amigos y conciudadanos, caracterizados por su amor a la tierra que nos vio nacer, calificó como prioridad la puesta en marcha de un sistema de seguridad que devuelva tranquilidad a la población y permita que los cientos de turistas que cada día nos visitan se envuelvan en un ambiente de diversión culinaria y sosiego.
Acto seguido hicieron una urgente sugerencia. Tomar el toro por las astas en los temas de alumbrado público y los servicios de agua y alcantarillado. Luego ordenar el tráfico de mototaxis. Estas tareas deben ser compartidas con su cuerpo edilicio, otorgar responsabilidades y respaldar su trabajo. Gobernar es congregar y no disociar. La política es el arte de dialogar para construir consensos.
Luego de algunos meses de conocer la realidad económica-administrativa del municipio, Bartra Grosso necesita perfilar sus obras de infraestructura que tanto esperan los ciudadanos. El gran centro cívico, un moderno mercado de abastecimiento, un complejo deportivo acorde a los intereses de nuestra juventud monsefuana; y una acondicionada biblioteca que dibuje sonrisas de satisfacción entre sus concurrentes.
Darle un valor agregado al Fexticum es otra tarea, y para ello hay que rodearse de gente con visión empresarial. Buena parte del éxito de esta feria redundará en impuestos y ganancias para el municipio, los restaurantes de comida típica y nuestra atractiva rama de la artesanía.
Señor alcalde Miguel A. Bartra, usted cuenta con un respaldo masivo y le pido por nuestro convaleciente paciente llamado Monsefú, que no tenga miedo a morir, tenga miedo a no intentarlo (Jay Z). Le dejo una frase de aliento, pero también de compromiso, una frase del británico Winston Churchill que encierra el deseo de quienes creen en usted: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. Dios lo bendiga Sr. Bartra, la “pequeña patria” está ilusionada. (LCG)
jueves, 25 de septiembre de 2014
Elecciones municipales: añoramos un mejor despertar
Luis A. Castro Gavelán
El próximo domingo 5 de Octubre la ciudad de Monsefú, con cerca de 35,000 habitantes, se jugará su destino. Las elecciones municipales convocadas por las autoridades electorales del país seleccionarán un nuevo burgomaestre monsefuano en el sillón municipal, un nuevo líder que administre mejor la ciudad. Y en la disyuntiva en que estamos, con un desgobierno y atraso evidente, abrigamos esperanzas que esta vez no nos equivoquemos, que elijamos a la persona idónea, que seamos sensatos y valoremos que con nuestra decisión, estamos condenando a la ciudad; o en su defecto, impulsando un mejor despertar para Monsefú.
Siempre fui partidario de tener una nueva autoridad edil potenciada por consenso. Los años de atraso no nos permiten seguir jugando al gran bonetón. Sin embargo, los que juegan a la política y están llenos de arribismos e intereses personales, desoyeron lo que es mejor para Monsefú.
Pero el pueblo, que es el mejor juez, ya casi ha sentenciado a esos sordos… a la derrota electoral, y es evidente que eso va a ocurrir.
Ahora todo va quedando en manos de tres candidatos. Mi amigo de infancia y juventud, el doctor Jorge González, un aspirante que tiene buenas intenciones, pero su sesgo político le impide tener mayor carisma y llegar al conglomerado de la población.
Otro pretendiente es el joven ingeniero Manuel Pisfil. Representa al Partido Aprista y tiene fuertes argumentos. Su plan de gobierno auspiciado por buenos profesionales, y ex alcaldes como Vitucho Custodio y Pocho Custodio le da solidez a su propuesta; pero él no posee el roce, la experiencia y esos ingredientes que por la situación de Monsefú ( es un enfermo en cuidados intensivos) se requieren, y con urgencia.
El tercer candidato es Miguel Angel Bartra, un abogado de profesión que tiene mucha experiencia e incluso fue alcalde de Chiclayo. Bartra estuvo deshojando margaritas pero al final se decidió retornar al pueblo que lo vio nacer y por su habilidad política, sus años de experiencia y además, los contactos que tiene con el presidente regional ( que será reelegido), y otras autoridades, se perfila como el futuro burgomaestre.
Cuando estuve por Monsefú en el mes de junio, recorrí varias calles y arterias, y tuve la oportunidad de dialogar con mucha gente, incluso en el mercado (que esta vez lucía con mejor aspecto) y las opiniones fueron marcadas por una aceptación mayoritaria a Miguel Angel. Quienes están preocupados por la situación de Monsefú que, repito, está literalmente en cuidados intensivos, reconocen que no podemos seguir perdiendo el tiempo.
Hay una lógica, si tendríamos que escoger entre dos médicos para mejorar la salud de un paciente con graves problemas, como está Monsefú, yo confiaría en el facultativo con experiencia, y sería más escéptico con aquel que acaba de egresar de la Universidad. Los dos son profesionales, van a hacer el mismo esfuerzo; pero en estos menesteres el “veterano” tendrá mejores argumentos y pericias.
Mis queridos paisanos. Si están preocupados por el grado de inseguridad que viven nuestras familias, si cada día se encrespan de furia porque nuestro pueblo está estancado en su desarrollo, vamos a dar nuestro voto a quien merece. Y que esa persona sienta ese mayoritario respaldo que lo obligue a ejecutar con creces sus promesas electorales. Si no cumple, que sepa que mayoritariamente le haremos sentir nuestra repulsa.
A una semana de las elecciones, añoro ver al actual mercado convertido en un gran teatro cívico. Que el llamado “Plan maestro” culmine y no tengamos problemas con el agua y desagüe; que el Centro Social Progresista de Monsefú, apoyado por el nuevo alcalde, se convierta en una moderna biblioteca para dar servicio eficiente a nuestros estudiantes. Que no existan problemas de inseguridad, que la ciudad no esté convertida en un pandemónium por la escasa regulación del tránsito de vehículos menores, que hagamos frente a ese aberrante servicio de las empresas eléctricas. Añoro a nuestros agricultores y comerciantes vendiendo sus productos sin intermediarios en un gran mercado; vislumbro un renacer de nuestro alicaído Fexticum. Hay mucho por hacer, y quienes amamos a Monsefú, tenemos derecho a pensar que sí podemos sacar de “cuidados intensivos” a la ciudad que soñaron Manuel María Izaga, el doctor Miguel Custodio, el padre Carlos Conroy, Alfredo José Delgado Bravo, mi padre Luis Castro Capuñay, y otras tantas personalidades.
Hagamos un cambio por nuestro Monsefú. Dejemos de lado esas críticas con sátira que se convierten en bajezas y palabras inmundas. Hay que voltear la página, demostremos civismo sin abyecciones, hagamos cultura y expongamos ante el mundo de qué estamos hechos los hijos de esa “pequeña patria” llamada Monsefú.
Para que sepan que no solamente escribo, voy a proponer al futuro alcalde que, si realiza ese gran centro cívico, me comprometo a gestionar la presencia en Monsefú de catedráticos y científicos de EE.UU. y España para fomentar la cultura, para que ellos dicten charlas magistrales. Por lo menos unas tres a cuatro veces por año.
Queridos paisanos, hagamos un voto de conciencia, emitamos un voto con sabiduría y no se olviden que, como dijo el poeta libanés Jalil Gibran, “por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes”.(LCG)
El próximo domingo 5 de Octubre la ciudad de Monsefú, con cerca de 35,000 habitantes, se jugará su destino. Las elecciones municipales convocadas por las autoridades electorales del país seleccionarán un nuevo burgomaestre monsefuano en el sillón municipal, un nuevo líder que administre mejor la ciudad. Y en la disyuntiva en que estamos, con un desgobierno y atraso evidente, abrigamos esperanzas que esta vez no nos equivoquemos, que elijamos a la persona idónea, que seamos sensatos y valoremos que con nuestra decisión, estamos condenando a la ciudad; o en su defecto, impulsando un mejor despertar para Monsefú.
Siempre fui partidario de tener una nueva autoridad edil potenciada por consenso. Los años de atraso no nos permiten seguir jugando al gran bonetón. Sin embargo, los que juegan a la política y están llenos de arribismos e intereses personales, desoyeron lo que es mejor para Monsefú.
Pero el pueblo, que es el mejor juez, ya casi ha sentenciado a esos sordos… a la derrota electoral, y es evidente que eso va a ocurrir.
Ahora todo va quedando en manos de tres candidatos. Mi amigo de infancia y juventud, el doctor Jorge González, un aspirante que tiene buenas intenciones, pero su sesgo político le impide tener mayor carisma y llegar al conglomerado de la población.
Otro pretendiente es el joven ingeniero Manuel Pisfil. Representa al Partido Aprista y tiene fuertes argumentos. Su plan de gobierno auspiciado por buenos profesionales, y ex alcaldes como Vitucho Custodio y Pocho Custodio le da solidez a su propuesta; pero él no posee el roce, la experiencia y esos ingredientes que por la situación de Monsefú ( es un enfermo en cuidados intensivos) se requieren, y con urgencia.
El tercer candidato es Miguel Angel Bartra, un abogado de profesión que tiene mucha experiencia e incluso fue alcalde de Chiclayo. Bartra estuvo deshojando margaritas pero al final se decidió retornar al pueblo que lo vio nacer y por su habilidad política, sus años de experiencia y además, los contactos que tiene con el presidente regional ( que será reelegido), y otras autoridades, se perfila como el futuro burgomaestre.
Cuando estuve por Monsefú en el mes de junio, recorrí varias calles y arterias, y tuve la oportunidad de dialogar con mucha gente, incluso en el mercado (que esta vez lucía con mejor aspecto) y las opiniones fueron marcadas por una aceptación mayoritaria a Miguel Angel. Quienes están preocupados por la situación de Monsefú que, repito, está literalmente en cuidados intensivos, reconocen que no podemos seguir perdiendo el tiempo.
Hay una lógica, si tendríamos que escoger entre dos médicos para mejorar la salud de un paciente con graves problemas, como está Monsefú, yo confiaría en el facultativo con experiencia, y sería más escéptico con aquel que acaba de egresar de la Universidad. Los dos son profesionales, van a hacer el mismo esfuerzo; pero en estos menesteres el “veterano” tendrá mejores argumentos y pericias.
Mis queridos paisanos. Si están preocupados por el grado de inseguridad que viven nuestras familias, si cada día se encrespan de furia porque nuestro pueblo está estancado en su desarrollo, vamos a dar nuestro voto a quien merece. Y que esa persona sienta ese mayoritario respaldo que lo obligue a ejecutar con creces sus promesas electorales. Si no cumple, que sepa que mayoritariamente le haremos sentir nuestra repulsa.
A una semana de las elecciones, añoro ver al actual mercado convertido en un gran teatro cívico. Que el llamado “Plan maestro” culmine y no tengamos problemas con el agua y desagüe; que el Centro Social Progresista de Monsefú, apoyado por el nuevo alcalde, se convierta en una moderna biblioteca para dar servicio eficiente a nuestros estudiantes. Que no existan problemas de inseguridad, que la ciudad no esté convertida en un pandemónium por la escasa regulación del tránsito de vehículos menores, que hagamos frente a ese aberrante servicio de las empresas eléctricas. Añoro a nuestros agricultores y comerciantes vendiendo sus productos sin intermediarios en un gran mercado; vislumbro un renacer de nuestro alicaído Fexticum. Hay mucho por hacer, y quienes amamos a Monsefú, tenemos derecho a pensar que sí podemos sacar de “cuidados intensivos” a la ciudad que soñaron Manuel María Izaga, el doctor Miguel Custodio, el padre Carlos Conroy, Alfredo José Delgado Bravo, mi padre Luis Castro Capuñay, y otras tantas personalidades.
Hagamos un cambio por nuestro Monsefú. Dejemos de lado esas críticas con sátira que se convierten en bajezas y palabras inmundas. Hay que voltear la página, demostremos civismo sin abyecciones, hagamos cultura y expongamos ante el mundo de qué estamos hechos los hijos de esa “pequeña patria” llamada Monsefú.
Para que sepan que no solamente escribo, voy a proponer al futuro alcalde que, si realiza ese gran centro cívico, me comprometo a gestionar la presencia en Monsefú de catedráticos y científicos de EE.UU. y España para fomentar la cultura, para que ellos dicten charlas magistrales. Por lo menos unas tres a cuatro veces por año.
Queridos paisanos, hagamos un voto de conciencia, emitamos un voto con sabiduría y no se olviden que, como dijo el poeta libanés Jalil Gibran, “por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes”.(LCG)
domingo, 8 de junio de 2014
A la memoria del profesor Castro
Escribe:
Luis A. Castro Gavelán
A poco tiempo de cumplir los 86 años dejó de existir uno de los hijos más notables de Monsefú, el profesor Luis Isaías Castro Capuñay.
Las dolencias de los años vividos acrecentaron en los últimos días y un paro respiratorio apagó su mortal vida para conducirlo a la inmortalidad, a las once y cuarenta y cinco minutos de la noche del sábado 31 de mayo, pese a los esfuerzos de los médicos del hospital Almanzor Aguinaga de Chiclayo.
Su deceso provocó un inconmensurable dolor en sus familiares, tan igual como aconteció con el Perú entero aquel fatídico 31 de mayo de 1970, cuando un terremoto segó la vida de casi cien mil personas.
La pérdida de un ser querido es infausta y dura de absorber. Y las demostraciones de la esposa, hijos, parientes, amigos, ex alumnos y conciudadanos de Monsefú no dejan dudas que así fue. Porque como decía el escritor francés René de Chateaubriand, “la muerte es más dura asumirla que padecerla”.
Su extensa labor como educador en Monsefú, Pimentel, Ciudad Eten, Cañaris, Callanca, Santa Rosa; su trabajo periodístico, su labor como político y miembro de muchas instituciones; y su especial dedicación a la investigación sobre la historia de su amado pueblo de Monsefú, impulsaron a quienes en vida conocieron de su jovialidad, de su afán de servicio y su especial marca de pedagogo; para llorar atribulados, mostrar su pesar y reconocer que Monsefú ha perdido a un grande, a un escritor con méritos y a un hijo insigne.
Hijo del maestro Federico Castro, Luis Isaías supo doblegar con su legado, la inmensa valla dejada por su famoso padre. En la memoria del Perú entero está el reconocimiento del gobierno peruano en 1990, al conferirle las Palmas Magisteriales del Perú en “consideración a su aporte extraordinario a la educación y a la cultura”. En memoria de los monsefuanos y amantes de la cultura están los libros y poemas escritos por el profesor Castro: “Pinceladas históricas”, Monsefú: memorias de un pueblo líder, tomos I y II; entre otros.
“Era pequeño de tamaño, pero grande de corazón”… “le gustaba caminar rápido y saludar con la mano en alto a las personas”… “Era mi maestro y segundo padre a la vez”… “Parecía un niño junto a sus alumnos, era muy jovial y daba confianza, hasta lloraba junto a nosotros cuando teníamos problemas”. Así opinan de él quienes lo conocieron. Y ese veredicto es válido para recordarlo. Pero además es grato evocarlo por su amor a la lectura, su biblioteca llena de libros y un sinnúmero de recortes periodísticos sobre tema de interés nacional y mundial; su fascinación por los vals y la cumbia peruana, sus gestos para bailar y su pasión por el fútbol.
Sepelio del profesor Castro
En la época que dirigía la escuela “Sabogal”, los pollos, pavos, botellas de licor y vegetales para casi un mes, recibía de parte de sus alumnos que lo homenajeaban por su cumpleaños o por el día del maestro. Eran gestos de identificación con el profe que despertaba a las cuatro de la madrugada para preparar sus clases, con el escritor que desistía utilizar la máquina Olivetti y prefería preparar sus escritos a puño y letra.
Igual ocurrió con sus estudiantes de Pimentel, Ciudad Eten o Callanca. Recibía regalos por doquier, eran muestras de afecto al maestro querido. Alguna vez en Callanca –para su cumpleaños- tuvo tantos obsequios que alrededor de treinta personas, entre padres de familia y niños, lo acompañaron en su habitual caminata de cuarenta minutos hacia la carretera Panamericana Norte, entre el polvo y el camino maltrecho. El maestro Castro contaba cuentos que imaginaba y despertaba sentimientos de emoción, de alegría y solidaridad. Así llegaron a su destino y un ex alumno, que pasó ocasionalmente en su auto, tomó la posta y condujo gratuitamente al maestro bonachón a su casa. ¡Los gajes de la fama!
Algunas veces acompañé al maestro Castro por las calles de Monsefú solo para cumplir con alguna apuesta. Y sin que mi padre lo supiera ganaba algunas monedas en inusitadas competencias consistentes en saber el número de saludos que recibía por la calle durante el trayecto: “profesor, buenos días”, “maestro, buenos días”, “don Luchito, buenos días”, eran las reiteradas frases que se cumplían religiosamente gracias a su fama de educador y buen ciudadano.
Desde que nació el 19 de agosto de 1928, siempre tuvo vocación por los estudios, vivió enamorado de su tierra natal y se preparó con eficiencia. Por eso sus estudios secundarios los hizo en Lima, en los dos mejores colegios de la época: Guadalupe y Alfonso Ugarte. Se profesionalizó en universidades de Lima y Chiclayo.
Se inclinó por la pedagogía desde muy temprano. Su padre fue su ejemplo a imitar y gracias a su compromiso con la educación también conoció a Dora Gavelán, la mujer que lo cautivó cuando alguna vez salió reina de los carnavales del “Centro Social Monsefú”. Ambos coincidieron en algunas reuniones de clubes; él fascinado por su belleza; y ella, deslumbrada por su facilidad de palabra, por su prestigio de dirigente comunal y profesor con notoriedad. Los diez años de diferencia de edad no importaron. Ella de 17, no vaciló en aceptar al profesional de 27.
Vivieron felices por 56 años y fruto de ese amor tuvieron a Mercedes, Luis, Rubén, Dora Liliana, Alicia, Federico, Augusto y Rosita.
Los ocho hijos del profesor Castro junto a la viuda, Dora Gavelán
En sus años de vida recibió múltiples homenajes y galardones; pero por sobre todo el amor de sus hijos, de su esposa, de su “ministra de finanzas” y de alguien que se constituyó en su punto de apoyo, su hija Dora Liliana, a quien confió y respetó mucho. Murió feliz, y por eso coincido con el político sudafricano Nelson Mandela, quien antes de morir dijo que “La muerte es algo inevitable, pero cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber … para con su pueblo y su país, puede descansar en paz”. Considero que Luis I. Castro Capuñay hizo ese esfuerzo y por lo tanto, nunca se le olvidará. Así lo corroboraron acongojadas y entre llantos sus colegas del 11029 durante un homenaje póstumo. ..Luis Isaías, nunca te olvidaré!!! ( LCG)
Luis A. Castro Gavelán
A poco tiempo de cumplir los 86 años dejó de existir uno de los hijos más notables de Monsefú, el profesor Luis Isaías Castro Capuñay.
Las dolencias de los años vividos acrecentaron en los últimos días y un paro respiratorio apagó su mortal vida para conducirlo a la inmortalidad, a las once y cuarenta y cinco minutos de la noche del sábado 31 de mayo, pese a los esfuerzos de los médicos del hospital Almanzor Aguinaga de Chiclayo.
Su deceso provocó un inconmensurable dolor en sus familiares, tan igual como aconteció con el Perú entero aquel fatídico 31 de mayo de 1970, cuando un terremoto segó la vida de casi cien mil personas.
La pérdida de un ser querido es infausta y dura de absorber. Y las demostraciones de la esposa, hijos, parientes, amigos, ex alumnos y conciudadanos de Monsefú no dejan dudas que así fue. Porque como decía el escritor francés René de Chateaubriand, “la muerte es más dura asumirla que padecerla”.
Su extensa labor como educador en Monsefú, Pimentel, Ciudad Eten, Cañaris, Callanca, Santa Rosa; su trabajo periodístico, su labor como político y miembro de muchas instituciones; y su especial dedicación a la investigación sobre la historia de su amado pueblo de Monsefú, impulsaron a quienes en vida conocieron de su jovialidad, de su afán de servicio y su especial marca de pedagogo; para llorar atribulados, mostrar su pesar y reconocer que Monsefú ha perdido a un grande, a un escritor con méritos y a un hijo insigne.
Hijo del maestro Federico Castro, Luis Isaías supo doblegar con su legado, la inmensa valla dejada por su famoso padre. En la memoria del Perú entero está el reconocimiento del gobierno peruano en 1990, al conferirle las Palmas Magisteriales del Perú en “consideración a su aporte extraordinario a la educación y a la cultura”. En memoria de los monsefuanos y amantes de la cultura están los libros y poemas escritos por el profesor Castro: “Pinceladas históricas”, Monsefú: memorias de un pueblo líder, tomos I y II; entre otros.
“Era pequeño de tamaño, pero grande de corazón”… “le gustaba caminar rápido y saludar con la mano en alto a las personas”… “Era mi maestro y segundo padre a la vez”… “Parecía un niño junto a sus alumnos, era muy jovial y daba confianza, hasta lloraba junto a nosotros cuando teníamos problemas”. Así opinan de él quienes lo conocieron. Y ese veredicto es válido para recordarlo. Pero además es grato evocarlo por su amor a la lectura, su biblioteca llena de libros y un sinnúmero de recortes periodísticos sobre tema de interés nacional y mundial; su fascinación por los vals y la cumbia peruana, sus gestos para bailar y su pasión por el fútbol.
Sepelio del profesor Castro
En la época que dirigía la escuela “Sabogal”, los pollos, pavos, botellas de licor y vegetales para casi un mes, recibía de parte de sus alumnos que lo homenajeaban por su cumpleaños o por el día del maestro. Eran gestos de identificación con el profe que despertaba a las cuatro de la madrugada para preparar sus clases, con el escritor que desistía utilizar la máquina Olivetti y prefería preparar sus escritos a puño y letra.
Igual ocurrió con sus estudiantes de Pimentel, Ciudad Eten o Callanca. Recibía regalos por doquier, eran muestras de afecto al maestro querido. Alguna vez en Callanca –para su cumpleaños- tuvo tantos obsequios que alrededor de treinta personas, entre padres de familia y niños, lo acompañaron en su habitual caminata de cuarenta minutos hacia la carretera Panamericana Norte, entre el polvo y el camino maltrecho. El maestro Castro contaba cuentos que imaginaba y despertaba sentimientos de emoción, de alegría y solidaridad. Así llegaron a su destino y un ex alumno, que pasó ocasionalmente en su auto, tomó la posta y condujo gratuitamente al maestro bonachón a su casa. ¡Los gajes de la fama!
Algunas veces acompañé al maestro Castro por las calles de Monsefú solo para cumplir con alguna apuesta. Y sin que mi padre lo supiera ganaba algunas monedas en inusitadas competencias consistentes en saber el número de saludos que recibía por la calle durante el trayecto: “profesor, buenos días”, “maestro, buenos días”, “don Luchito, buenos días”, eran las reiteradas frases que se cumplían religiosamente gracias a su fama de educador y buen ciudadano.
Desde que nació el 19 de agosto de 1928, siempre tuvo vocación por los estudios, vivió enamorado de su tierra natal y se preparó con eficiencia. Por eso sus estudios secundarios los hizo en Lima, en los dos mejores colegios de la época: Guadalupe y Alfonso Ugarte. Se profesionalizó en universidades de Lima y Chiclayo.
Se inclinó por la pedagogía desde muy temprano. Su padre fue su ejemplo a imitar y gracias a su compromiso con la educación también conoció a Dora Gavelán, la mujer que lo cautivó cuando alguna vez salió reina de los carnavales del “Centro Social Monsefú”. Ambos coincidieron en algunas reuniones de clubes; él fascinado por su belleza; y ella, deslumbrada por su facilidad de palabra, por su prestigio de dirigente comunal y profesor con notoriedad. Los diez años de diferencia de edad no importaron. Ella de 17, no vaciló en aceptar al profesional de 27.
Vivieron felices por 56 años y fruto de ese amor tuvieron a Mercedes, Luis, Rubén, Dora Liliana, Alicia, Federico, Augusto y Rosita.
Los ocho hijos del profesor Castro junto a la viuda, Dora Gavelán
En sus años de vida recibió múltiples homenajes y galardones; pero por sobre todo el amor de sus hijos, de su esposa, de su “ministra de finanzas” y de alguien que se constituyó en su punto de apoyo, su hija Dora Liliana, a quien confió y respetó mucho. Murió feliz, y por eso coincido con el político sudafricano Nelson Mandela, quien antes de morir dijo que “La muerte es algo inevitable, pero cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber … para con su pueblo y su país, puede descansar en paz”. Considero que Luis I. Castro Capuñay hizo ese esfuerzo y por lo tanto, nunca se le olvidará. Así lo corroboraron acongojadas y entre llantos sus colegas del 11029 durante un homenaje póstumo. ..Luis Isaías, nunca te olvidaré!!! ( LCG)
sábado, 22 de febrero de 2014
El milagro hecho mujer
Luis A. Castro
Doña Petronila se levanta a las cinco de la madrugada. Ella sabe como ordeñar las vacas y mientras su esposo acude temprano al campo, ella se da tiempo para extraer la leche, venderla a sus clientes y regresar, ayudada por el viento, para preparar el desayuno de sus hijos, alistarlos y llevarlos a la escuela.
Doña Tomasa vende su chicha de jora y frutas. Ella apoya económicamente al sustento de su hogar y tiene energía suficiente para velar el crecimiento de sus seis hijos.
La señora Andrea carga sobre sus hombros- premunida de una pequeña sábana- al menor de sus vástagos. Así tiene las manos libres para dedicarse a las tareas del hogar: barrer, lavar, cocinar, planchar, educar e incluso amar al esposo.
La señora Rosa se levanta a las cuatro de la madrugada. Ella va a la Junta de Regantes para conseguir el agua que los terrenos de su esposo necesitan para así empezar con el sembrío de arroz. Luego acude al mercado para vender las frutas y verduras que su cónyuge cosecha. Con ese dinero da apoyo económico al esposo para adquirir los fertilizantes y pesticidas que urgen en las actividades agrícolas.
Doña anónima es abuela ahora, sus hijos son profesionales y ella sigue cuidando de sus nietos. Está orgullosa de su primogénito abogado, de su joven enfermera, de su famoso arquitecto. Incluso su sobrina es alcaldesa. Son gente de bien.
Todas estas mujeres tienen algo en común. Ella son monsefuanas, madres de familia honorables y lo que es mejor, cargan sobre sus hombros la responsabilidad de dar a la sociedad hombres de bien. Para ello llevan una vida al filo del sacrificio, son abnegadas, fieles y altruistas; pacientes, perseverantes y amorosas. Son un verdadero prototipo de las mujeres peruanas y del mundo, que lo dan todo por amor al marido y una pasión desmedida por sus vástagos.
Estas mujeres distan mucho de aquella monsefuana que presentan en un programa televisivo limeño y por el contrario la denigran. Por eso la voz de protesta y las acciones lideradas por un grupo de personas que comunica la noticia en Monsefú, y que ha sido secundada por mucha gente.
Es increible como la imagen de la mujer monsefuana, deshonrada por afanes mercantilistas, ha servido para juntar en un solo escenario a hombres y mujeres con ideas políticas dispares; a autoridades y representantes de instituciones que en otras circunstancias se dicen la vela verde y nunca llegan a buen puerto para defender los intereses de Monsefú.
Disgregando sus intereses personales y partidaristas, cientos de personas dieron muestras de civismo y no dudo que sus gestiones tendrán eco.
A la mujer, no se puede ofender ni con el pétalo de una rosa. Y eso ha quedado demostrado cuando plausibles monsefuanos salieron con coraje y valor a defender su honra. Tuvo que ser este bendito personaje que el mundo admira, el milagro de juntar a gente de todos los colores y sabores.
¿Entonces me pregunto… hay que agraviar a una dama para que existan este tipo de reuniones llenas de civismo?
Ojalá que a partir de esta convocatoria se den otras más para tocar temas álgidos como el avance de la criminalidad, la falta de planificación para ordenar el tránsito y todas esas obras que han detenido nuestro avance. Un colega periodista de la capital, que en los años ochenta visitó Monsefú, me aseveró atribulado que la “Ciudad de las flores” está estancada, como si hubiera retrocedido unos veinte años.
La campaña electoral ya se dio inicio. Y yo sigo pregonando que urgimos de un candidato único, de una persona que llegue al sillón municipal por consenso, alguien que tenga sentido patriótico, alguien que ponga orden sin intereses personales y administre la ciudad sin afanes de lucro.
Que los apristas, belaundistas, humalistas , fujimoristas, humanistas y cuantos istas existan, se junten y por el bien de Monsefú, hagan algo que sirva de ejemplo y modelo para el Perú. Soñar no cuesta nada, mucho menos cuando se anhela un bien común. Que la mujer y Monsefú salgan ganando, se les revalore y dignifique. ( LCG)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)